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Saqueo nazi a los judíos

Apropiación de obras de arte, de cuentas bancarias, de ropa... El expolio de los nazis no tuvo límites y así lo refleja este extracto de Los años del exterminio, segundo volumen de El Tercer Reich y los judíos, del historiador Saul Friedländer, que obtuvo en 2008 el Premio Pulitzer

El informe inicial de [Richard] Korherr, de dieciséis páginas, que computaba el total de judíos asesinados a 31 de diciembre de 1942, fue remitido a Himmler el 23 de marzo de 1943: el número de judíos "evacuados" se estimó en 1.873.539. Según la petición de Himmler, se preparó una estimación resumida para Hitler actualizada al 31 de marzo de 1943. Tenía una longitud de seis páginas y media. En esta segunda versión se ordenó a Korherr que sustituyese las palabras "trato especial" (a los judíos) por "transporte de judíos desde las provincias de la zona oriental a la Rusia del Este: pasaron por los campos en el Gobierno General a través de los campos en el Warthegau". No sabemos cuál es el número total al que se podría aludir o que se deduce de la segunda versión, pero debían de ser cerca de 2,5 millones. Korherr tituló ese informe "La Solución Final al problema judío europeo". (...)

"Mi Führer, me permito remitirle fotos de algunas de las pìnturas de mayor valor conseguidas por mi comando"
Una advertencia: "Compruebe que todas las estrellas judías han sido eliminadas de la ropa antes de enviarla"

El informe de Korherr era un informe del progreso global [sobre el exterminio de los judíos] que, recordémoslo, Hitler había intentado obtener desde mediados del verano de 1942. ¿Fue pura casualidad que el líder nazi lo recibiera justo antes de su quincuagésimo cuarto cumpleaños, después de que Alemania hubiese sufrido sus peores derrotas militares? El documento fue devuelto al final a la oficina de [Adolf] Eichmann con una observación de Himmler: "El Führer ha tomado nota: destruidlo. H. H.".

Durante esos mismos días, [Alfred] Rosenberg entregó un informe general propio del botín judío, explícitamente para el cumpleaños de su líder: "Mi Führer -escribía el ministro el 16 de abril de 1943-, con el deseo de hacerle feliz para su cumpleaños, me permito remitirle un expediente con fotos de algunas de las pinturas de mayor valor sin propietario y en manos de los judíos, conseguidas por mi comando en los países ocupados occidentales. Este expediente sólo transmite una débil impresión del extraordinario valor y cantidad de los objetos de arte confiscados por mi agencia en Francia y puestos a buen recaudo en el Reich".

Rosenberg añadía un resumen escrito de todos los tesoros que su comando había confiscado en Occidente. Hasta el 7 de abril de 1943, las "centrales de recuperación" del Reich habían recibido un total de 2.775 cajas de objetos de arte y 92 vagones de carga; de todos esos objetos, 9.455 ya habían sido inventariados, mientras que "al menos" diez mil objetos más tenían que ser procesados aún.

Mientras el adulador regalo de cumpleaños de Rosenberg retrata al pensador más importante del nacionalsocialismo no sólo como un delincuente, sino también como una figura grotesca incluso para los parámetros nazis, el significado del otro regalo, el informe de Korherr, ya estuviese destinado al cumpleaños de Hitler o no, es muy distinto, desde varios puntos de vista. En primer lugar, la formulación de una frase de Korherr fue corregida siguiendo órdenes de Himmler, para evitar asociar al Führer con una expresión ampliamente usada como referencia para el asesinato de masas. Sin embargo, curiosamente, la nueva formulación "transporte a la Rusia del Este (...) paso a través de los campos" era tan fácilmente identificable con el asesinato de masas como el eufemismo anterior. Además, el historiador Gerald Fleming observa, de forma bastante convincente, que no había error posible acerca del significado de aquellas palabras, ya que otra parte del mismo documento aludía al "colapso de las masas judías desde las medidas de evacuación de 1942".

Fuera cual fuese el propósito de los ejercicios lingüísticos de Himmler, el informe de Korherr no es un simple estudio estadístico para guardar en un cajón en la historia de la Solución Final, en un departamento que se ocupaba del número de víctimas. Es eso en parte, por supuesto, pero es también mucho más. Himmler envió el informe de Hitler -o se lo enseñó- bien porque el líder nazi lo había pedido, bien porque el jefe de las SS sabía que a su Führer le encantaría verlo. (...)

A lo largo de los doce años que duró el Tercer Reich, el saqueo de las propiedades judías se convirtió en su esencia. Aquél era el aspecto de la campaña antijudía que se comprendía con mayor facilidad y al que más gente se entregaba, racionalizándolo, si era necesario, mediante los principios ideológicos más sencillos. Pero hasta el saqueo encontró inesperados problemas en cada fase, sobre todo durante los años del exterminio. A pesar de todo ello, las graves amenazas, el robo y la corrupción eludieron todos los controles hasta el final, aunque las agencias financieras del Reich y la burocracia de las SS intentaron tener bajo su control todas las operaciones, grandes y pequeñas.

En el aspecto local, en los mismos lugares de la muerte, el procedimiento era sencillo. Las víctimas, grupos de judíos de Vilna a los que iban a matar en Ponar, por ejemplo, le entregaban todo lo que tenían de valor al hombre del SD al mando de la operación; después de matarles, los miembros del comando examinaban de nuevo sus pertenencias y cualquier objeto de valor que quedara había que entregárselo al oficial de guardia, bajo pena de muerte. Las denuncias por esconder a judíos o por cualquier otro delito relacionado con ellos también eran recompensadas. Uno de esos golpes de suerte recayó en Frau Meyer, en Riga. Como había denunciado a un vecino por quedarse con una propiedad judía, se le permitió comprar una pulsera de oro a un precio irrisorio.

Por supuesto, las operaciones más importantes estaban centralizadas en la capital del Reich. En Berlín, el oro requisado -incluso las coronas dentales arrancadas de la boca de los cadáveres- normalmente se fundía en Degussa y a menudo se mezclaba con oro de otras procedencias, y se convertía en lingotes para el Reichsbank. También se fundían otros metales, excepto si el valor del artículo en sí era mayor que su valor como metal fundido. Según el historiador Michael MacQueen, los objetos más valiosos eran entregados a unos pocos joyeros de confianza del Ministerio de Finanzas o de las SS, y se intercambiaban en países ocupados o neutrales por diamantes industriales, esenciales para la industria de guerra alemana. Posteriormente se han ido reconstruyendo las actividades de uno de esos intermediarios, que trabajaba sobre todo con agentes suizos, y parece que las autoridades de Berna eran muy conscientes de las transacciones que se estaban realizando y del suministro constante de diamantes industriales al Reich, a pesar de las medidas económicas de guerra que habían impuesto los Aliados.

A partir de mediados de 1942, la mayoría de las pertenencias de las víctimas se apilaba en los centros de muerte más importantes de la "Aktion Reinhardt" y en Auschwitz-Birkenau cuando los exterminios llegaron a su punto culminante. A principios de agosto de 1942, las negociaciones entre la WVHA y todas las agencias centrales de finanzas y economía del Reich se concretaron en un acuerdo según el cual la oficina principal de Pohl centralizaría y desglosaría todo el botín. Himmler informó a los HSSPF de la decisión y nombró oficialmente a Pohl para su nueva función.

Al cabo de unas semanas, concretamente el 26 de septiembre, el ayudante de Pohl, SS-Brigadeführer August Frank, dictó una serie de directrices nuevas que regulaban todo el uso y la distribución del botín judío obtenido en los campos, desde piedras preciosas a "mantas, sombrillas, cochecitos de bebé", "gafas con montura de oro", "ropa interior femenina", "utensilios de afeitado, navajas de bolsillo, tijeras" y similares. Los precios los establecía la WVHA: "Un par de pantalones usados: 3 marcos; una manta de lana: 6 marcos". La advertencia final era esencial: "Compruebe que todas las estrellas judías han sido eliminadas de la ropa antes de enviarla. Fíjese bien en si se han quitado todos los objetos valiosos ocultos o cosidos de todos los artículos que se van a enviar".

En cuanto a los artículos que debían ser transferidos al Reichsbank, Pohl nombró al SS-Hauptsturmführer Bruno Melmer para que estuviese directamente a cargo de la operación. Mientras que las primeras entregas de objetos valiosos de los campos se depositaron en la "cuenta Melmer" el 26 de agosto, todos los metales preciosos, moneda extranjera, joyas y demás fueron entregados a la sección de metales preciosos de Albert Thom del Reichsbank, para usarlos más adelante.

A lo largo de todo el continente, los muebles y artículos domésticos que poseían los judíos eran, como hemos visto, dominio de la agencia de Rosenberg. Una nota sin fecha de la oficina de éste, escrita probablemente a finales del otoño de 1942 o principios de 1943, daba una perspectiva sucinta del proceso de distribución. Mientras parte de los muebles eran asignados a las oficinas del ministerio de Rosenberg en los territorios del Este, la mayoría del botín era entregado o vendido en subasta a la población del Reich.

El 31 de octubre de 1942, el Führer estuvo de acuerdo con la propuesta del ministro del Reich Alfred Rosenberg de conceder atención prioritaria a las personas que sufrían daños por los bombardeos en el Reich, y ordenó que, en la ejecución del proyecto, toda la asistencia se diera a la Oficina Oeste, y que los transportes debían despacharse como bienes de la Wehrmacht.

Hasta ahora, usando el espacio de carga libre en los transportes, se han sacado 144.809 metros cúbicos de bienes domésticos de los territorios ocupados en Occidente.

Parte del material fue entregado a las siguientes ciudades alemanas: Oberhausen, Bottrop, Recklinghausen, Münster, Düsseldorf, Colonia, Osnabrück, Hamburgo, Lübeck, Rostock y Karlsruhe.

Enormes cantidades de bienes procedentes fundamentalmente de los campos -en los territorios controlados por Pohl, Globocnik y Greiser- tuvieron que ser reparados antes de enviarlos a las agencias o los mercados alemanes; la ropa fue procesada con un cuidado particular: había que quitar las estrellas, como hemos visto; se lavaba la sangre y otras manchas corporales; y el desgaste natural se arreglaba en lo posible en los talleres de confección de las SS. Quién decidía qué artículos se podían reparar y quién tenía la responsabilidad de calcular el grado de deterioro asumible sigue sin estar claro. No se podían enviar decenas de miles de calcetines agujereados a las tiendas al detalle del Reich. A finales de la primavera de 1942 se planteó este asunto, sin que recibiera respuesta, en uno de los crematorios de Auschwitz a raíz de un incidente que ha descrito Filip Müller.

Müller, que era judío eslovaco, llegó a Auschwitz en abril de 1942. Acababa de ser transferido al Sonderkommando (...): aquélla era su iniciación, por decirlo así, bajo la supervisión del SS-Unterscharführer Stark. Como era común durante aquellos meses, habían gaseado a un grupo de judíos eslovacos con las ropas puestas.

"¡Desnudad a esos fiambres!", chilló Stark, y le dio un golpe a Müller.

Ante mí -recuerda Müller- yacía el cadáver de una mujer. Con las manos temblorosas y todo el cuerpo agitado empecé a quitarle las medias. Era la primera vez que tocaba un cuerpo muerto. La mujer aún no estaba fría. Mientras le bajaba la media por la pierna, aquélla se rompió. Stark, que me había estado mirando, me golpeó otra vez y chilló: "¿Qué crees que estás haciendo? ¡Ten cuidado, y date prisa! ¡Estas cosas son para usarlas de nuevo!". Para enseñarnos cómo hacerlo empezó a quitar las medias de otro cadáver femenino. Pero él tampoco consiguió quitárselas sin hacer una pequeña carrera.

Hamburgo ha sido estudiado de manera exhaustiva. En 1942, sólo a esta ciudad llegaron 45 cargamentos de bienes confiscados a los judíos holandeses; representaban un peso neto de 27.227 toneladas. Aproximadamente cien mil habitantes adquirieron algunas de las pertenencias robadas en subastas en el puerto. Según una testigo, "sencillas amas de casa de repente llevaban abrigos de pieles, negociaban con café y con joyas, tenían muebles antiguos y alfombras de Holanda o de Francia que habían conseguido en el puerto".

En 1943 fueron frecuentes las valoraciones y los inventarios de bienes judíos confiscados en todos los niveles del sistema nazi. El valor total de las "pertenencias judías" conseguidas durante la Aktion Reinhardt hasta el 15 de diciembre de 1943 se estimaba en el cuartel general de la operación de Lublin en un total de 178.745.960,59 Reichsmark. Esta estimación oficial, firmada por el SS-Sturmbannführer Georg Wippern, fue remitida a la WVHA [Oficina Principal de Administración de Negocios] el 5 de enero de 1944 desde Trieste, el cuartel general del nuevo destino de Globocnik. Parece que es una secuela tardía de un mensaje del 15 de enero de 1943 de Himmler tanto a Krüger como a Pohl:

En mi visita a Varsovia -reprobaba el Reichsführer- también inspeccioné los almacenes que contenían el material y los bienes requisados a los judíos, es decir, a la emigración de los judíos. Pido de nuevo al SS-Obergruppenführer Pohl que prepare un acuerdo escrito con el ministro de Economía -seguía Himmler- con respecto a cada categoría individual; por ejemplo, si se trata de cristales de reloj, de los cuales allí se encuentran cientos de miles, incluso puede que millones, y que a efectos prácticos se podrían distribuir a los relojeros alemanes, o si se trata de maderas torneadas.

Después de añadir algunos ejemplos más, Himmler advertía: "Creo que, en conjunto, no podemos ser demasiado precisos". Y después de dar más instrucciones, añadía: "Pido al SS-Obergruppenführer Pohl que esclarezca y prepare estos temas hasta el último detalle, ya que la precisión más estricta en estos momentos nos ahorrará muchas tribulaciones más tarde". Tres semanas después, Pohl enviaba una relación detallada de los artículos textiles recogidos en Lublin y Auschwitz: llenaban 825 vagones de carga de ferrocarril.

No puede darse una perspectiva general del saqueo y la expropiación de las víctimas judías de Europa. Orquestada y puesta en práctica en todo el continente primero y antes que nada por los alemanes, se extendió a los funcionarios locales, policía, vecinos o cualquiera que pasase por el lugar en Amsterdam o Kovno, en Varsovia o en París. Incluía la apropiación de casas, el saqueo de objetos domésticos, muebles, colecciones de arte, bibliotecas, vestidos, ropa de cama; significaba la incautación de cuentas bancarias y pólizas de seguros, el robo de almacenes o de empresas industriales o comerciales, el desvalijamiento de cadáveres: pelo de mujer, dientes de oro, pendientes, anillos, relojes, miembros artificiales, estilográficas, gafas...; en resumen, se trataba de apropiarse de todo lo que se pudiera usar, intercambiar o vender. Comprendía también los trabajos forzados, experimentos médicos mortales, prostitución obligada, pérdida de salarios, pensiones o cualquier ingreso imaginable... y la pérdida de vidas, a millones. Y de medias rotas al despojar los cadáveres.

El 1 de julio de 1943, la Decimotercera Ordenanza de la Ley de Ciudadanía del Reich fue firmada por los ministros del Interior, Finanzas y Justicia. El párrafo primero del artículo 2 rezaba: "La propiedad de un judío será confiscada por el Reich después de su muerte".

Los años del exterminio. El Tercer Reich y los judíos (1939-1945). Saul Friedländer. Galaxia Gutemberg/ Círculo de Lectores. Precio: 39 euros.

Los años del exterminio. El Tercer Reich y los judíos (1939-1945). Saul Friedländer.
Los años del exterminio. El Tercer Reich y los judíos (1939-1945). Saul Friedländer.

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