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Desde el Pacífico | OPINIÓN
Columna
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Guerras contra la Web

Solapadas algunas, declaradas otras, difíciles de ver siempre, las guerras contra Internet se están multiplicando. La capacidad de resistir es real, pero más vale permanecer atentos si no queremos perder la capacidad de acceder libremente a la información, de crear e intercambiar sin que nadie nos controle.

El hecho más reciente es la decisión de Rupert Murdoch, magnate de los medios de comunicación, de prohibir que Google indexe el contenido de sus sitios cuando levante sus muros de pago alrededor de su contenido. La implementación es "cuestión de meses o de trimestres", según Jonathan Miller, responsable de la parte digital del imperio. En su batalla contra la web gratuita aspira a arrastrar a tantos medios como les sea posible.

Google responde que cualquiera puede prohibir el acceso de su sitio a los robots de indexación. Recuerda, a la par, que traslada a los sitios de información a 100.000 usuarios por minuto. Si no los quieren, allá ellos. La proporción de tráfico de The Wall Street Journal (propiedad de Murdoch) originado en Google es el 25% del total. Sitio de pago desde hace años, el WSJ está en buena posición para aguantar. No será necesariamente el caso de otros que lo sigan, y muchos anuncian una derrota estrepitosa del magnate.

Las reacciones van desde Jason Calcanis, fundador de Mahalo, para quien Murdoch debería concederle la exclusividad a Bing (Microsoft) y cobrar por ella, a Jeff Jarvis, autor de What would Google do?, para quien los pequeños no seguirán la vía de Murdoch. Robert Goodwins, de ZDNet-UK, escribe: "Parece presagiar la muerte de Internet y sustituirla por aquello que las viejas empresas de medios y las viejas empresas de telecomunicaciones siempre han querido: una red segregada y dividida donde el acceso resulta caro".

La guerra de Murdoch no es la única. Hay más ofensivas contra la Web. Tim O'Reilly, por ejemplo, denuncia las prácticas dominantes de los mastodontes y su esfuerzo por ganarse una enorme tajada en su sector mientras prohíben o dificultan el acceso de otros.

"Estamos dirigiéndonos hacia una guerra para el control de la Web", escribe. "Y al final es más que esto, es una guerra contra la Web como plataforma interoperable. En su lugar estamos ante la posibilidad de tener Facebook como la plataforma, Apple como la plataforma, Google como la plataforma, Amazon como la plataforma; un espacio en el que las grandes compañías avanzan a golpes hasta convertirse en los reyes del barrio". El padrino de la Web 2.0 reconoce que los "efectos de red" contribuyen a que los más grandes fortalezcan su posición dominante.

Conocido partidario de Open Source, Chris Messina denuncia la tendencia a la simplificación excesiva de los interfaces, que lleva a reducir nuestra libertad de elección. El riesgo es mayor por la moda de los apps stores, seguros y llenos de maravillas, pero que funcionan bajo el control de una empresa, como ocurrió con la prohibición de Apple al uso de la aplicación Google Voice.

Para Messina todo esto conduce a la "muerte de los URL". Algo peligroso porque "el no tener que pedir permiso a nadie para crear un nuevo sitio web es un tipo de libertad que en la historia pocas generaciones han tenido a su alcance".

Anil Dash, director de ExpertLabs.org, recuerda que la victoria de la Web abierta sobre los sistemas cerrados y propietarios, como CompuServe y AOL, no está consumada y que vamos a tener que pelear para preservarla. Es para él, y debería ser para todos, "un problema social, cultural y político, y no un problema meramente tecnológico".

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