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Feijóo se la juega en diez días

El presidente inicia una ronda de contactos para fusionar las cajas marcados por los enfrentamientos localistas

En el área de Gobierno del Parlamento se citará este martes todo el poder real de Galicia. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha convocado allí al director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez, y al presidente de Caixanova, Julio Fernández Gayoso, con un objetivo: acercar posturas para fusionar las dos cajas y mantener así la viabilidad del sector financiero sin que los centros de decisión se muevan de Galicia. Han compartido decenas de actos institucionales y besamanos desde que el PP llegó al poder, pero ésta no es una cita más. Muy al contrario: es un encuentro a tres en el que nadie se fía de nadie. De él depende el futuro de las cajas gallegas.

Méndez y Gayoso son dos enemigos íntimos que se conocen desde hace tres décadas -han colaborado pero también competido de forma feroz, casi sucursal a sucursal- aunque compañeros, al fin, de mil y una fatigas. Desconfían cordialmente uno del otro.

Por separado, ambos se entendieron bien con Fraga. De Feijóo, sin embargo, les separa la edad -pertenecen a generaciones distintas- y, sobre todo, algunos episodios políticos en la legislatura pasada. El líder del PP se sintió ninguneado por Caixa Galicia durante su travesía del desierto en la oposición. No le sentó bien tantas fotos de Méndez con Touriño y Quintana en los cuatro años que duró el bipartito.

La distancia de Feijóo con Gayoso es sideral desde que el líder del PP decidió fichar durante la precampaña de las últimas autonómicas a Luis Carrera Pásaro como candidato en Ourense. Carrera, que había sido vicepresidente de Caixanova, había llevado su lucha con Gayoso demasiado lejos al abandonar la caja. Acudió a los tribunales, donde le presentó una querella a su ex jefe por estafa y apropiación indebida -relacionada con el fondo de pensiones- que no prosperó. El presidente de Caixanova lo interpretó como una declaración de guerra: entendió que Feijóo pretendía aúpar a la Consellería de Economía a un proscrito. Nunca olvidó aquel gesto.

Ese era el punto de partida cuando comenzó la legislatura. Y desde entonces las relaciones no han dejado de empeorar. El contexto tampoco ha sido propicio para el presidente de la Xunta, que, sin tiempo a hacerse con el día a día del Gobierno, tuvo que afrontar -recién llegado al cargo- la reforma del modelo de financiación autonómica y unas semanas después, elaborar unos presupuestos en lo más duro de la crisis. Así que mientras otras autonomías empezaron a estudiar el futuro de sus cajas en verano, poco después de que el Gobierno aprobara el Fondo Ordenado de Reestructuración Bancaria (FROB), en Galicia ese debate siguió esperando. Y cuando se inició, -lo repite cada día el presidente- arrancó de cero porque "el bipartito no dejó un sólo papel sobre la fusión".

El Ejecutivo gallego se limitó en septiembre a amenazar con un recurso ante el Tribuna Constitucional contra el FROB, por entender que invade competencias de la comunidad autónoma, y se puso a estudiar los datos reservados del Banco de España.

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Los primeros encuentros con la titular de Facenda, Marta Fernández Currás, sólo sirvieron para extender la desconfianza de los líderes de las cajas también a la conselleira. Los directivos de Caixanova y Caixa Galicia no se tomaron bien que la Xunta hiciese uso de la ley de cajas para designar representantes del Ejecutivo autonómico en el consejo de ambas entidades. Fernández Currás no se arredró, acostumbrada como está a tratar con grandes contribuyentes desde su época como inspectora de Hacienda.

Al tiempo que los movimientos del sector financiero empezaron en Cataluña y en otras comunidades para beneficiarse de las ayudas del Gobierno central a las entidades bancarias, se multiplicaron en Galicia los rumores interesados sobre alianzas de cajas foráneas con Caixa Galicia y Caixanova. El más insistente, una fusión triple entre Caja Madrid, la CAM valenciana y Caixa Galicia, venía avalado por un informe interno sobre la estrategia de la caja madrileña, cuando estalló la guerra en el PP por el control de la entidad.

"Una o dos cajas, pero gallegas", fue toda la respuesta que dio la Xunta durante dos meses enteros mientras proliferaban frentes en el norte y el sur de Galicia a favor y en contra de la fusión de las entidades gallegas. El ruido propiciado por el lobby de A Coruña prontó halló contestación en Vigo, donde el alcalde, Abel Caballero, la Cámara de Comercio y la Confederación de Empresarios de Pontevedra sumaron sus fuerzas para evitar que Caixanova sea absorbida por Caixa Galicia y se desequilibren las relaciones de poder entre las dos principales ciudades de la comunidad.

Desde principios de octubre, cada comparecencia de prensa de Feijóo se convirtió en un monográfico sobre las cajas. Comenzaron entonces los avisos del presidente y de la conselleira de Facenda, Marta Fernández Currás, contra los "personalismos y localismos". Nadie se dio por aludido. El terreno se siguió enfangando, y este mismo jueves -cuando Feijóo anunció una ronda de contactos de diez días con todos los sectores sociales- el alcalde coruñés, el socialista Javier Losada, advirtió de que "tomará nota de la actuación de la Xunta". Caballero tardó un día en contestar: Vigo también permanecerá vigilante.

La pretendida neutralidad del Gobierno gallego -desde hace algunas semanas mucho más proclive a la fusión- le ha distanciado por igual de las direcciones de ambas cajas. Méndez admitió el jueves ante el consejo de administración de Caixa Galicia que se siente decepcionado con el presidente, a quien reprocha no haber insistido lo suficiente para vencer la resistencia del sur. Recordó cómo hace años él mismo intentó sin éxito convencer a Fraga para propiciar una gran caja tras la alianza de Caixa Vigo, Caixa Ourense y Caixa Pontevedra. Ahora teme que la historia se repita con Feijóo.

Caixanova le reprocha al Gobierno gallego lo contrario y ya no disimula sus plantones. El jueves, su presidente evitó acudir a la entrega de premios de la Fundación Fernández Latorre, del grupo editor de La Voz de Galicia, a quien en Vigo culpan de haber alimentado el frente del norte. El viernes, la silla de Gayoso también apareció vacía en un desayuno que presidía el conselleiro de Infraestructuras, Agustín Hernández, junto a un centenar de empresarios y políticos vigueses.

En ese clima se reúnen el martes Feijóo, Gayoso y Méndez. Según un estrecho colaborador del presidente ese día "empieza la partida de verdad". Venticuatro horas más tarde, el presidente recibe a los líderes de PSdeG, Manuel Vázquez, y del Bloque, Guillerme Vázquez. En el dirigente nacionalista puede encontrar un aliado puesto que para el BNG el objetivo primordial es que las cajas no se muevan de Galicia.

El del PSOE, en cambio, ya ha advertido que la reunión llega tarde. Manuel Vázquez se apresuró a certificar el fracaso de la fusión, antes incluso de que comiencen las conversaciones. Entre los socialistas son legión quienes creen que el rechazo de Vigo frustrará cualquier entendimiento y pretenden que Feijóo asuma la derrota en solitario. Más fácil parece el acuerdo con sindicatos y empresarios que también se sentarán a la mesa con la Xunta la próxima semana.

La dirección nacional del PP, entretanto, se mantiene expectante. El presidente gallego sabe que su partido preferiría una entidad que aglutine a Caja Madrid, CAM y Caixa Galicia, todas en comunidades con gobierno popular, comandada por el ex ministro Rodrígo Rato. Es otro movimiento en la partida más importante para Feijóo. Sobre la mesa está el reequilibrio de las relaciones de poder en Galicia y el crédito del presidente ante los sectores económicos y las élites locales. Si fracasa, el resto de su mandato podría quedar lastrado irremediablemente. Se ha dado diez días para resolverlo.

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