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La empresa Furas deja Piera tras 40 años de vivencias

La fábrica tuvo 300 trabajadores, de los que sólo quedarán 14 en Torà

El runrún de las máquinas hace tiempo que no suena en la fábrica de conexiones eléctricas que la empresa Furas tiene en Piera (Anoia). Sólo queda una, que pronto se parará. De los 300 trabajadores que en su día llenaron la empresa, el orgullo de una localidad que la encumbró como emblema, únicamente permanecen 48, repartidos entre Piera y Torà (Segarra). Tras pasar de 300 a 48 empleados, la empresa presentará un ERE para despedir a otros 34. Sólo seguirán los de Torà. Furas es propiedad de la multinacional alemana Leoni tras haber pertenecido a Josep González, presidente de Pimec.

La historia de Furas es la de una pequeña firma catalana que nació, creció, se reprodujo y ahora muere engullida por una multinacional que opta por producir más y más barato en Eslovaquia y China. La fábrica ha pasado por muchos vaivenes en 40 años, pero siempre ha estado ligada a la misma gente: familias enteras de Piera han vivido fabricando cables para electrodomésticos. Josep, de 56 años, permanece desde su fundación, en 1969. Entró como aprendiz en el pequeño local que Furas tenía en el centro de Piera. Cuarenta años después, reciclado como informático, ve el final. "Empecé dibujando pequeños proyectos. Era un taller que había sido fábrica textil y allí teníamos los moldes para los cables", recuerda.

La firma era del presidente de Pimec, que la vendió a una multinacional

Los fundadores de Furas procedían de la empresa de electrodomésticos Taurus y se sintieron atraídos por la idea de crear un negocio que suministrara cables para los utensilios que fabricaba la marca.

El auge del pequeño electrodoméstico en los hogares españoles comportó el crecimiento de Furas, que en los ochenta se convirtió en una de las más importantes de Europa y se trasladó a una gran planta en las afueras. La expansión culminó con la apertura de una segunda fábrica en Torà. "Era una buena época. Había 300 personas trabajando. Exportábamos el 80% de la producción", ilustra Bernat, que prefiere ocultarse tras un nombre supuesto. Su padre entró con los fundadores y él lo relevó tras pasar cinco años compartiendo tareas, codo con codo. Lleva 27 años dando el callo. Ahora deberá buscar otro empleo.

"El declive llegó en los noventa. El precio de las materias primas, la variación del dólar y la pujanza de las nuevas economías afectaron al rendimiento", explica Bernat. Las primeras dificultades acabaron con la venta de la empresa. Josep González la adquirió para reflotarla. Apostó por la especialización, para "combatir los cables hechos en China con otros de mayor calidad y hechos a medida", explica Pau (nombre también supuesto), que entró a trabajar en la misma época que González, si bien su padre estaba en la empresa desde los inicios.

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El presidente de Pimec intentó ampliar el negocio. Abrió una planta en México y fracasó; hizo otro intento en Suráfrica y, finalmente, dio en el clavo instalando una planta en Marruecos. La deslocalización llegó dos años después: cerró la fábrica de Piera -sólo quedaron una máquina y las oficinas-, despidió a 100 trabajadores y trasladó parte de la producción a Marruecos. En 2007 la vendió a Leoni.

Ahora Leoni reducirá Furas al mínimo: 14 trabajadores en Torà producirán cables de goma. A los que irán a la calle, como Josep, Bernat y Pau, ya no les quedan ganas de luchar. "Antes era diferente", dice Bernat, "conocías a los dueños de la empresa y la sentías un poco tuya. Ahora casi no conoces ni al compañero de al lado".

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