Empleadas para la crisis
Esta crisis está golpeando con especial dureza a los hombres. Mayoritarios en la construcción y la industria del automóvil, los varones son enviados a las colas del paro mientras la maltrecha economía occidental da trabajo a las mujeres. Las cifras exhiben perfiles históricos. En Estados Unidos casi la mitad de los empleados (49,8%) son ya mujeres
y en España la tasa de ocupación femenina alcanza cotas nunca vistas (51,55%).
Los expertos ya lo están analizando. Las españolas están más preparadas que los hombres (son el 57%
de los universitarios) y ocupan sectores como la sanidad o la educación en los que la crisis
no se está cebando.
Es una buena noticia que habría que celebrar si no fuera porque la historia y el análisis profundo del comportamiento del mercado laboral proyectan negros nubarrones. Aunque no hay dos crisis iguales, conviene recordar que la Gran Depresión de los años treinta del
siglo XX y la II Guerra Mundial produjeron en Estados Unidos una incorporación masiva de las mujeres al empleo remunerado.
Mientras los hombres marchaban al campo de batalla, ellas ocuparon su lugar en la industria pesada con contratos a tiempo parcial y menores salarios y mantuvieron al país, que tras la guerra consolidó su liderazgo económico. Pero con la paz los hombres regresaron. Los veteranos tuvieron prioridad para recuperar sus empleos y ellas se vieron obligadas a volver a casa o cambiar de ocupación. Fueron expulsadas del sector manufacturero y del automovilístico. Un resultado de aquello fue el conocido baby boom.
Las mujeres de hoy cobran entre un 20% y un 26% menos que los hombres. Son, por tanto, una mejor fuerza laboral para tiempos de crisis. ¿Serán expulsadas también cuando la situación mejore? ¿Volverán los hombres
a recuperar sus cargos
y sueldos, convirtiendo en prescindible el empleo de ellas?
No se confíen las mujeres en los avances actuales. Quizá los veteranos de esta guerra lleguen disfrazados de esos despidos más baratos que tantos reclaman. Pero tampoco se preparen para la catástrofe. Con crisis o sin ellas la tasa de actividad femenina no ha parado de crecer, en EE UU y
en España, a lo largo de los cien últimos años.