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La pasión por las setas lleva hasta el norte de África a los proveedores

Túnez y Marruecos ya abastecen a Cataluña, como Rusia y Europa del Este

Es tiempo de setas. Para muchos, eso equivale pasear por las montañas del Prepirineo y hurgar entre la tierra fresca y olorosa, en busca de los popularísimos níscalos (rovellons, en catalán). Y de amanitas cesáreas (ou de reig), de rebozuelos (los famosos rossinyols), de boletos (ceps)... La costumbre que levanta pasiones. Tantas, que las setas catalanas se quedan cortas. Así que para abastecer la ingente demanda los proveedores han empezado a buscar hongos en lugares que el tópico identifica más con desiertos y palmeras que con los bosques de abetos, pinos y encinas: algunos empresarios se disponen a convertir Marruecos, Argelia y Túnez en una nueva despensa de setas que se suman a una lista en la que ya figuran los Alpes, el este de Europa y Rusia.

El objetivo no es traer setas fuera de temporada, sino cubrir la demanda

Podría parecer obvio, pero estas aventuras comerciales no se emprenden para sortear la carestía de algunas especies de setas cuando no se crían en Cataluña. "Importar níscalos fuera de la temporada de otoño no es un buen negocio". Esta rotunda sentencia es de Josep Maria Serentill, que se dedica a las setas desde hace 29 años y desde hace una década las vende en Mercabarna. Coincide con él Francisco García, de Frutasa, otra de las cuatro empresas que venden setas en el mercado mayorista. Los dos, sin embargo, importan. "El 50% de nuestras setas son catalanas", dice Serentill. Otras vienen, por ejemplo, de la costa oeste americana y de la estepa siberiana. García aumenta el porcentaje de hongos extranjeros al 80%. Pero sólo Llorenç Petràs, que regenta un popular puesto de setas en la Boqueria desde hace 35 años, se atreve a traer en primavera, desde Chile, setas que en Cataluña crecen en otoño. El resto asegura que los consumidores sólo comen setas cuando crecen aquí. "La gente quiere setas de temporada. En eso son muy tradicionales", explica García.

Es un ejemplo que delata que el mercado de la seta se mueve más por la pasión que por las racionales leyes económicas. Es una pasión latente durante todo el año, que se despierta en otoño y que no nota la crisis. Al contrario, "las ventas pueden haber subido un 20%", dice Petràs, que explica: "la gente aguarda a las setas" tras el verano.

Lo demuestran los bosques, abarrotados de buscadores de setas estos días de puente. "¡Vienen como si fuera su casa!", lamentaba ayer, por ejemplo, un ganadero ante un prado abarrotado de coches aparcados cerca de Rasos de Peguera.

Pero "la seta del Pirineo no suele bajar de Manresa", asegura Marc Estévez, que trabaja como recolector profesional de setas para la empresa familiar Rovellons Estany. Así que la explotación intensiva del Pirineo no basta. Hay que encontrar otras fuentes para cubrir la demanda. Con ese objetivo, cuenta Marc Estévez, llegó al Norte de África en 2007. Ya llevaba años recorriendo los Alpes, Bulgaria y Rumania para Rovellons Estany, que lleva 40 años en el sector y ahora empieza a explorar la venta de setas a domicilio. "En la cordillera del Riff, en el Atlas y en algunos lugares de Argelia y Túnez hay bosques", indica Estévez. Y enseguida encontraron allí boletos, níscalos y rebozuelos. "Lo difícil fue lograr un permiso para exportarlos", añade. Cuenta que lo lograron tras negociar con los Gobiernos marroquí y, especialmente, tunecino.

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Entonces pudieron reclutar recolectores en varias decenas de pueblos de esa zona. Les tuvieron que enseñar a buscar setas, porque allí no tienen la costumbre de consumirlas. "Se reían", recuerda Estévez. Y añade que tras esta formación, los habitantes de esas zonas disponen ahora de una nueva fuente de ingresos para impulsar la economía local. Estévez no puede indicar cuantas toneladas pueden llegar este año. Dependerá del éxito de la expedición. Ahora mismo, trabaja sobre el terreno.

De la masía al mercado global

Entre una masía retirada del mundanal ruido en la comarca del Solsonès y las redes del comercio mundial. Y evitando, siempre que se puede Barcelona. Así transcurre la vida de uno de los pocos recolectores de setas profesionales de Cataluña, Marc Estévez. Sus excursiones infantiles a la montaña fraguaron su vocación. Ahora tiene 28 años y se dedica desde hace 10 a peinar Europa y el Norte de África en busca de setas y a enviarlas en camiones y aviones hasta Cataluña para la empresa Rovellons Estany.

Fuera de temporada, se dedica a la divulgación. En su libro Bolets en temps de crisi, editado el mes pasado por Ara Llibres, presenta mapas que detallan qué tipo de setas se pueden encontrar en cada una de las comarcas catalanas. Reincide, pues, en revelar lo que en el mundo boletaire es El secret més ben guardat, como indica el título de su primera obra. ¿Una invitación para que el bosque se llene de domingueros? "La búsqueda de setas es lo que atrae más gente al bosque, y es bueno porque se aprende a respetar la naturaleza", opina Estévez en un prado del Berguedà.

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