La crisis hondureña
Desde la frontera de El Salvador hasta la misma puerta de la Embajada de Brasil en Honduras, en el corazón de Tegucigalpa, sólo se ven policías y militares. El presidente depuesto, Manuel Zelaya, se encuentra en una casa sitiada en medio de un barrio sitiado, sin agua ni luz, en el centro de una ciudad aislada, capital de un país fantasmal.
La Bolsa de Francfort, el principal parqué de la Europa continental, abre a las 9. El que espere para contemplar el trote emprendedor de los engominados se llevará una decepción: ya no hay barullo ni apenas corbatas de seda. Las nuevas tecnologías permiten que las decisiones se tomen un kilómetro al oeste, en las alturas de los rascacielos bancarios.
La oposición conservadora está aturdida. Los socialistas (en el Gobierno) contienen la euforia. En la recta final, la campaña portuguesa ha dado un giro que puede sentenciar las elecciones legislativas del domingo a favor del primer ministro y candidato socialista, José Sócrates, y en contra de la aspirante conservadora, Manuela Ferreira Leite.
El primer ministro británico, Gordon Brown, ha decidido mantener a la baronesa Scotland en su cargo de fiscal general a pesar de que la Agencia de Fronteras de Reino Unido le ha impuesto una multa de 5.500 euros por emplear a una inmigrante indocumentada como asistenta para limpieza.
Pese a todo el esfuerzo puesto en esta tarea, el presidente Barack Obama sólo consiguió ayer la foto del primer encuentro entre el jefe del Gobierno israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Eso y un sentido de urgencia para que todos hagan concesiones de inmediato si no se quiere perder una oportunidad única de paz.