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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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Los 50 del 59

Manuel Rodríguez Rivero

Ahora resulta que de casi todo lo importante no hace veinte años, como suponía el poeta, sino medio siglo: hemos ganado en perspectiva. Al menos en Estados Unidos, donde abundan las manifestaciones del revival de los últimos cincuenta y primeros sesenta, evidente no sólo en modas y tendencias, sino en otros muchos aspectos de lo que llamamos cultura popular. Desde el Guggenheim de Lloyd Wright a la Barbie de Mattel, desde el Kind of Blue de Miles Davis a los (aún) hilarantes episodios de Te quiero, Lucy, se revalorizan constantemente los iconos culturales de un pasado no tan remoto como para que resulte del todo exótico. Especialmente para los abundantes supervivientes de la generación de los baby-boomers, que son los que los vieron nacer en directo.

Aquella fue una década en la que muy pocos pudieron reconocer el 'glamour' que ahora se le atribuye
Se revalorizan los iconos culturales de un pasado no tan remoto como para que resulte del todo exótico

Cuando queda sólo un pispás para que el almanaque ponga punto final a esta década nada prodigiosa que comenzó con la sangrienta traca del World Trade Center, los expertos en mercadotecnia vuelven la vista medio siglo atrás para buscar motivos y argumentos que incentiven de cara a la campaña navideña un consumo de raquíticos brotes verdes todavía lejos de alcanzar la frondosidad de hace un lustro. Series televisivas de masiva audiencia como Mad Men -cuya nueva temporada alcanzó el honor de première gratuita en Times Square- y comedias cinematográficas de éxito como My One and Only -con Renée Zellweger de protagonista- se han encargado de suministrar el contexto iconográfico de esos años en los que parece que "cambió" todo, como indica el título de un muy vendido libro del periodista Fred Kaplan consagrado a 1959.

Y ese es el año del que ahora parecen celebrarse atropelladamente todos los aniversarios. Mientras las librerías exhiben con honor de clásico la edición "restaurada" del Almuerzo desnudo, de William Burroughs -cuyo primer ejemplar salió de las prensas de la parisina Olympia Press- y el Guggenheim clausura la espléndida retrospectiva de su cincuentenario dedicada a las adquisiciones realizadas bajo la batuta de James Johnson Sweeney, primer director del museo, los comentaristas políticos se entretienen analizando las afinidades entre su actual "comandante en jefe" y John F. Kennedy que, a finales de 1959, ya tenía claro que iba a luchar por convertirse en candidato demócrata a las elecciones presidenciales del año siguiente.

En su libro 1959, The Year Everything Changed (Wiley), Kaplan fuerza el calendario para introducir en aquellos fugaces 365 días lo que considera hitos fundamentales de nuestro tiempo: fue entonces, por ejemplo, cuando los soviéticos lograron poner en órbita el Luna 1 (claro que antes ya habían tomado la delantera en la carrera del espacio con el Sputnik), cuando se comercializó el Enovid como primera píldora anticonceptiva o cuando Texas Instrument comenzó a comercializar su revolucionario microchip. 1959 cerró una década políticamente conservadora y presidida por el gran miedo a una confrontación nuclear entre las dos potencias de un mundo ferozmente bipolar, algo que, por cierto, estuvo en un ay de suceder más tarde, durante la crisis de los misiles de 1962. Una década que comenzó con la intervención en Corea y Castro entrando en La Habana, y en la que los principales conflictos del mundo tuvieron un inequívoco carácter anticolonialista.

Lo que vuelve en la última nostalgia envuelta en mercadotecnia es, claro, la huella externa de todo aquello. Aquella fue una década en la que muy pocos pudieron reconocer el glamour que ahora se le atribuye. Claro que en unos sitios todavía menos que en otros. Entre nosotros, sin ir más lejos y para volver a citar a Gil de Biedma, conviene recordar que, en 1959, (todavía) "media España ocupaba España entera". Y lo hacía "con la vulgaridad, con el desprecio / total de que es capaz, frente al vencido, / un intratable pueblo de cabreros". Lo que no impide que aquí también sea posible la nostalgia.

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