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Reportaje:

ETA cambia los Pirineos por los Alpes

La presión policial y el desprestigio social fuerzan a la banda terrorista a esconderse en el norte de Francia y cerca de la frontera con Suiza e Italia

Jorge A. Rodríguez

ETA se esconde en el norte. Pero no en el de España, sino en el de Francia. Y, además, está sufriendo los efectos de la crisis económica, que les obliga a economizar en vivienda e incluso a reciclar las balas ya disparadas. La operación policial que permitió descubrir a finales de agosto 14 zulos con armas y explosivos de la banda ha confirmado un cambio en los hábitos de ETA, forzado por la incesante presión policial, el desprecio social que padece en el sur de Francia, la crisis económica e incluso el desprestigio entre el mundo criminal.

La captura el 19 de agosto de Aitzol Etxeburu, Alberto Machain y Andoni Sarasola hizo saltar una pregunta. ¿Qué hacían estos tres etarras alojados en pleno verano en una estación de esquí de los Alpes franceses? Le Corbier-Villarembert está cerca de las fronteras con Italia y Suiza, una zona donde, por ejemplo, se llegó a situar el escondite de Josu Ternera. Los tres terroristas, encargados del suministro a los comandos, llegaron allí siguiendo las etapas del Tour de Francia, uno de ellos siempre cargado con su perro. Y mientras animaban a los ciclistas también iban visitando zulos (y otras cosas), mientras los agentes de la SDAT francesa y de la Comisaría General de Información que iban tras sus pasos tomaban nota, como también lo hicieron en junio y julio mientras seguían a Itziar Plaza, antecesora de Etxaburu en la jefatura del aparato de suministro.

Tres etarras viajaron por los Alpes en julio camuflados entre aficionados al Tour
Los terroristas recogen las balas para recargarlas y utilizarlas de nuevo

Así llegaron todos a los Alpes, algo que no extrañó excesivamente a los servicios antiterroristas. Ya antes habían comprobado cómo los etarras se escondían cada vez más lejos de sus tradicionales nidos ecológicos en el País Vasco francés y cerca de la frontera franco-española. Hay varios ejemplos. Este año, antes de la operación de los 14, fue localizado otro zulo en Grenoble. A finales de 2007, la banda había subido hasta Lorette, entre Lyon y Saint Etienne, para robar 2.000 litros de nitrometano. Más al norte aún fue detenido el falsificador de ETA, Ekaitz Sirvent Auzmendi, a quien se le echó el guante en París, tras mudarse por seguridad desde Burdeos. Los detenidos, además, habían robado el coche en Saint Bonne le Froid, cerca de donde sustrajeron el nitrometano.

La mayoría de los zulos localizados ahora están en la que debería ser la ruta para entrar en España procedente de esa nueva zona de escondrijo de etarras. Once de ellos estaban entre Toulouse y Montpelier. Otros dos estaban en zonas más tradicionales para la banda. El decimocuarto escondite descubierto está próximo a Bretaña, otra área que se encuentra entre los nuevos escondrijos de los terroristas. Una vez más, empujados hacia el norte. La ubicación de los zulos tiene su lógica. Están situados allí donde los comandos y otros aparatos de la banda los pueden recoger justo antes de intentar atentar en España. De hecho, el hallado en Lacoste se sospecha que albergaba la carga criminal utilizada en los últimos atentados etarras, en concreto los perpetrados en Baleares.

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El hallazgo de los zulos ha supuesto un severo corte en las líneas de suministro etarra, pero también otra comprobación de que las cosas ya no son tan fáciles para ETA. E incluso de que la crisis les está pasando factura. Tras el ataque de Capbreton (dos guardias civiles desarmados fueron asesinados por la espalda), dos de los terroristas huyeron sin apoyos, durmiendo por el monte, hasta que se estrellaron con un coche. Éste estaba repleto de vainas de balas percutidas. Entonces no se supo por qué llevaban eso.

La respuesta estaba en el zulo de Cabrerolles, hallado el día 25 de agosto: una prensa para recargar munición, pólvora y 83 vainas de munición percutida y preparadas para ser recargadas. Es lo que suelen usar los tiradores olímpicos para ahorrar, para poder ensayar sin freno. Y eso que un deportista federado puede comprar donde quiera, con su carné y su licencia. ETA, no, y acaba de perder 13.000 cartuchos. Tiene que ahorrar o volver a robar, porque ni tiene tanto dinero como antes (sus fuentes de financiación no están cortadas, pero ya no fluyen con la facilidad) ni su acceso al mercado negro de armas es tan fácil. "No se fían de ellos y, además, en Europa ya casi nadie quiere aparecer asociado o traficando con terroristas", aseguran fuentes de la lucha antiterrorista.

Ahora, pese a todo, los que luchan contra ETA temen una reacción para demostrar fortaleza. Saben que la banda tomó hace tiempo la decisión estratégica de diseminar los arsenales, y también de duplicar sus estructuras, por si acaso. Y saben que hay al menos dos comandos que están abastecidos. Uno de ellos es el autor del ataque de Burgos del pasado julio, en el que sólo un milagro evitó la muerte de decenas de personas. El otro mató a dos guardias civiles en Mallorca. Pobre o rica, en el norte o en el sur, ETA mata cuando puede y si le interesa.

El taller, el mercurio y el edredón

Los zulos han mostrado un modo de vida un tanto cutre de los etarras. Porque sin duda es cutre que escondan bajo tierra un edredón y su funda como los que fueron hallados en uno de los dos escondites localizados en la zona de Rivieres, donde también guardaban, por ejemplo, un receptor de TDT.

Los servicios antiterroristas suponen que ese material procede de una mudanza, al igual que los componentes del taller que fue localizado en Lacaune Les Bains. En este escondite se localizaron caballetes y tableros de madera, estanterías y un fluorescente. Los investigadores aseguran que se trataba de material para establecer un taller de montaje de bombas. La impedimenta para componer explosivos la tenían guardada en otro zulo, el de Camplong, en el que se localizó un impresionante arsenal electrónico para montar más de un centenar de bombas lapa, dentro de recipientes de plástico tipo tupper de 40 por 30 centímetros.

Esas bombas se activan con iniciadores de mercurio como los requisados en Minerve, un material que ya no es fácil de conseguir. La toxicidad de este material ha llevado a retirar los termómetros de este metal y a imponer en la UE fuertes restricciones para la compra de este componente. ETA se verá así obligada a cambiar de sistema de activación por movimiento de las bombas.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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