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Reportaje:

Dejar las drogas (pero no ahora)

Los expertos aplauden la propuesta del G-20 de mantener los planes de estímulo

Claudi Pérez

Los anabolizantes están terminantemente prohibidos en el deporte, pero la economía mundial no pasaría un solo control antidopaje. Se chuta prácticamente de todo desde hace tiempo. Los planes de estímulo han sido la fórmula mágica keynesiana para evitar una Gran Depresión mediante enormes ayudas a la banca (unos 2,5 billones de euros), el dinero más barato de la historia (tipos rozando el 0%) y un intervencionismo sin precedentes de los Gobiernos para tratar de estabilizar la crisis con montañas de dinero público. Con relativo éxito: el batacazo se ha quedado sólo en Gran Recesión. Ahora que la economía empieza a asomar la cabeza, el nuevo mantra que consagró ayer el G-20 —y que repiten como una letanía los organismos internacionales— es la estrategia de salida, o cómo retirar el ponche antes de que la fiesta se desmadre. O cómo eliminar los esteroides sin que los efectos secundarios sean letales.

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La respuesta —que comparten el G-20, la OCDE, el FMI y los economistas consultados— es ambigua. Casi todo lo es con la incertidumbre actual. Corto y claro: se trata de hacerlo pronto. Cuanto antes. Pero no ahora.

Acertar con el cuándo es fundamental. El riesgo de tardar demasiado es doble: inflación futura y una peligrosa burbuja en ciernes de déficit y deuda pública. Pero el de apresurarse supondría caer en la trampa japonesa: una década de recesión profunda. "Y una recaída sería muy, muy difícil de digerir", asegura el profesor de Berkeley Barry Eichengreen.

"No soy un creyente en los planes de estímulo y me preocupa la acumulación de deuda pública. Así que cuanto antes se retiren, mejor —sin, por supuesto, hacerlo de forma apresurada", afirma desde Nueva York el profesor de la Universidad de Columbia Guillermo Calvo. Santiago Carbó, consultor del banco central de Estados Unidos, tira de una metáfora médica para expresar una idea similar: "Si se retira radicalmente la medicación a un enfermo que está débil —y la economía dista mucho de haber vuelto a la normalidad—, se corre el riesgo de una recaída grave: más desempleo, más problemas para el sector financiero. Algo serio".

Economistas como el Nobel Paul Krugman o el gurú Nouriel Roubini llevan semanas pregonando que no sólo no hay que retirar los estímulos, sino que la economía necesita una nueva dosis. Eso sí, con finezza: "Hay riesgos asociados a las estrategias de salida de las enormes ayudas monetarias y fiscales, y el problema es que las autoridades están de malas, tanto si actúan como si no", escribía Roubini en agosto. Desde entonces se acumulan las buenas noticias, empezando por la sorprendente salida de la recesión de Alemania, Francia y Japón. Pero en el fondo nada ha cambiado: la recuperación es todavía muy frágil.

Tanto que casi nadie le pone fecha a esa retirada: el FMI apuesta por mantener los planes al menos hasta que el empleo mejore. La OCDE, los grandes bancos centrales y el G-20 se limitan a preparar estrategias de salida para cuando la recuperación "se consolide", un horizonte de lo más difuso. Jim O'Neil, de Goldman Sachs, ha sido uno de los pocos en atreverse a ponerle el cascabel al gato: sostiene que sería contraproducente retirar las ayudas "antes de finales de 2010".

La cuestión es que los planes han funcionado bastante bien. Consiguieron detener la espiral en la que se metieron las finanzas globales y la economía tras la caída del banco de inversión Lehman Brothers. Pero las ayudas no pueden durar siempre. La retirada debe ser gradual y organizada: "El pánico coordinó los estímulos monetarios de los bancos centrales y los fiscales de los Gobiernos, y es importante que las autoridades hagan lo mismo cuando vayan a retirar las ayudas si no quieren encontrarse con desórdenes fuertes en las divisas", afirma Calvo. El déficit empieza a ser un problema, pero retrasarse con las estrategias de salida tiene sus ventajas: "Los que tarden más van a beneficiarse de una depreciación de sus monedas y mayor competitividad comercial, pero a la larga, si no hay coordinación, puede haber excesos de liquidez y un aumento innecesario de la inflación", dice este experto.

Algunos países ya han iniciado ese camino. EE UU y Alemania acaban de dar por cerrados los planes de ayudas a la compra de nuevos automóviles. En España, algunos de los estímulos tienen fecha de caducidad y el Ejecutivo prepara el terreno para la eliminación de la deducción de 400 euros en el IRPF. "Las economías están disfrutando de estímulos enormes que han impulsado el crecimiento económico y lo seguirán haciendo en los próximos trimestres. Pero muchas de las ayudas terminarán en 2011, y eso tendrá un efecto negativo", destacaba el viernes el Nobel Joseph Stiglitz.

Jesús Fernández-Villaverde, economista en la Universidad de Pensilvania, asegura que los grandes bancos centrales pueden retirar "sin grandes problemas" las enormes inyecciones de liquidez o la política de dinero barato en cuanto vean asomar la cabeza de la recuperación. "Pero la retirada de las ayudas discrecionales de los Gobiernos es mucho más compleja. Y tiene muchos más riesgos", dice. "No está claro que hayamos salido del túnel y la supresión de los incentivos a la industria automovilística, por ejemplo, puede provocar una nueva caída de ventas, justo cuando empiezan a recuperarse. Y por tanto más destrucción de empleo. Pero es evidente que los déficit públicos empiezan a ser preocupantes: no hay más que ver el caso de España", concluye.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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