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OPINIÓN
Columna
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El hombre secreto

Juan Cruz

Desde que María Dolores de Cospedal se tomó una de espías frente al mar, le he estado dando vueltas a la razón por la que eligió ese escenario. Estaba de vacaciones, esto está claro; lo puso de manifiesto. ¿Estaban de vacaciones sus ideas? No; pronto se vio que la combinación tenía su punto. Decía algo gravísimo: el Estado era delincuente, espiaba. Lo tenía que decir en medio de una playa, porque si lo hubiera dicho de oscuro y con taquígrafos, se le hubiera advertido el rictus que se desprende ahora de su rostro si uno rebobina: "Miren mis labios: no me lo estoy creyendo". Por eso eligió la playa. Es un riesgo ir a otro sitio si vas a decir algo que ni tú mismo te crees. Si lo hubiera dicho en sede judicial, el juez le hubiera preguntado:

-¿Y las pruebas?

Luego le han preguntado por las pruebas en todas partes. Y ella se ha remitido al aire: ah, a mí me lo dijeron. Claro, si en lugar de haberlo dicho ante el mar de Marbella lo hubiera dicho en el Parlamento, los diputados le hubieran preguntado lo mismo: ¿y las pruebas? Y si lo hubiera dicho ante un grupo de periodistas... Bueno, eso ha ocurrido ya: se ha enfrentado a periodistas de carne y hueso, y no sólo ante micrófonos mudos, y entonces ha enroscado el argumento y ha dispuesto a su alrededor un cordón que se parece a lo que dicen los niños en medio de sus rabietas:

-Ellos (los del PSOE) siempre espiaron.

Entre las ideas-fuerza de estos días nos machacan con una: las escuchas se han publicado siempre en un solo periódico. ¿Y qué si se hubieran publicado esas informaciones en un solo periódico? Cuando dicen escuchas obligan a evocar el trabajo de unos delincuentes, que entran en el teléfono sin otro objeto que el de ensuciar el prestigio de políticos reunidos en busca del bien patrio.

Así han tratado de desviar la atención: en primer lugar, han querido tirar piedras contra ese periódico (supongo que es éste) y luego han querido difuminar el origen de las escuchas, las supuestas y las reales. El que ordena las escuchas es el juez, que quiere escuchar a una serie de presuntos delincuentes hablando de asuntos que él presume ilegales.

Pero el PP ha hecho circular la especie de que las escuchas se hacen para acosar a la oposición, y que el medio de siempre las acoge con intenciones aviesas. ¿Están seguros? No pueden estarlo, ellos son gente sensata, aunque cometan el desliz de hacer acusaciones tan graves en los paisajes inadecuados. Alguno habrá leído El hombre secreto, el libro de Woodward sobre las escuchas que acabaron con Nixon. Ahí podrían repasar, a otra escala, qué sucede cuando el periodismo hace lo que está obligado a hacer. -

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