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Crítica:DORMIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ventana a un paisaje kárstico

CORTIJO ALTO DE CARIATIZ, un hotel rural en la Almería más árida

Ocho millones de años atrás, la desecación del Mediterráneo en el sureste peninsular provocó la formación kárstica de Sorbas, antesala del desierto de Almería. Semejante escenario generó otro accidente en la vida de María José Señorans, que oteó un cortijo abandonado en un pináculo del parque natural y lo compró el 11 de agosto de 1999, fecha del último eclipse solar del milenio. Dramática alineación para un proyecto de tanta mudanza vital como fue trocar el periodismo en Madrid por el turismo rural en este inquietante arrecife fósil de coral en medio de la nada. El lugar exigía mucho... Y ofrecía más. Tal vez un cortijo kárstico, una arquitectura lunar, un no hotel de categoría sideral. Pero la propietaria creyó más terrícola el discurso de la sostenibilidad y sucumbió a la materialización atrabiliaria de un alojamiento turístico convencional, idéntico a otros miles que reivindican las vigas de madera, las yeserías a mano, los techos de cañizo y los ventanucos que obligan a los huéspedes a vivir de espaldas al karst.

Cortijo Alto de Cariatiz

PUNTUACIÓN: 6,5

Categoría: sin clasificación oficial. Dirección: Carretera Los Alías-Cariatiz, s/n. Sorbas (Almería). Teléfono: 950 36 91 31. Fax: 950 36 91 34. 'Web': www.cortijoaltodecariatiz.com. Instalaciones: jardín, piscina, salón, biblioteca, comedor, restaurante al aire libre. Habitaciones: 3 dobles, 7 cortijos, 1 suite; habitaciones para no fumadores. Servicios: una habitación adaptada para discapacitados; no admite animales. Precios: temporada alta, 113 euros + 7% IVA; temporada baja, 60 + 7% IVA; desayuno, 6 + 7% IVA; oferta en Internet, alojamiento de 4 noches al precio de 3.

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Cariatiz es un cortijo de toda la vida, como si antaño los cortijos tuvieran aire acondicionado, minibar, televisión, facilidades para discapacitados o un aparcamiento. El viajero agradece los detalles, sin que llegue a echar en falta un botijo en su habitación. Vivaldi, Paganini, Beethoven... La música como elemento culto hace su presencia a todas horas en el salón-biblioteca-comedor-terraza porticada, un reducto de frescor y sinfonías donde se sirven en verano las cenas y los desayunos. Más abajo se mantiene en desuso un chiringuito-terraza que se las prometería agradable si no fuera por el quiosco de Mahoo y las sillas de plástico.

La música identifica también los siete edificios que forman el conglomerado del alojamiento, entre jardines de chumberas y olivos y parterres con 300 especies de plantas aromáticas regadas por goteo, lo que amplifica su olor durante el paseo hasta el porche. Dentro, los espacios son amplios y confortables, aunque hace calor en exceso. Su diseño, al resguardo de la intemperie, no prevé la ventilación natural de las estancias. Mejor se está fuera, pese al buen trabajo de la firma madrileña Becara en su decoración. Bajo el cañizo y más allá, pues el parque natural de Sorbas ofrece un indudable atractivo turístico en trance de descubrimiento y estudio geológico. Y eso sí que invita a un viaje al pasado.

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