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Columna
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La gallina turuleca

Recibí con alborozo en su momento que este país tuviera la opción (no se imponía a nadie la obligatoriedad) de tener una red de galescolas a semejanza de las ikastolas. La casita con la bandera la han cambiado esta semana por la gallina con lapicero, y el regalo no es igual para los infantes. Ni los huevos tampoco. Precisamente del ejemplo vasco huye este Gobierno como de la mismísima peste. Eso sí, no es la gallina Turuleca sino (un respeto, faltaría más) a galiña azul de Carlos Casares. La literatura otra vez sirve a los gobernantes de bombero torero. Recibí con cierta rabia retrospectiva la posibilidad de truncar por una vez aquel complejo de inferioridad que traumatizó y ridiculizó tanto al mundo rural gallego en la dureza de los años 70 y 80 (yo mismo me fui a estudiar a Madrid en el 79 sin soñar que algún día se alfabetizara en galego) y, como emigrante o desertor del arado que soy, perdí el compás de unas cuantas revoluciones pedagógicas: algunas que me pasaron por encima, otras, las más, que han caído en desuso. Pese a todo, la lengua me parece una cuestión fundamental y aunque aquí escriba en castellano en este espacio de libertad (el gallego va para las Luces del viernes) este artículo va con pólvora y magnolias para el que quiera leerlo. Veo la película muy clara: cuatro años para tratar de desandar el camino que la experiencia del bipartito, aunque tímidamente, logró plasmar con cierta mojigatería y algún error lamentable sobre el imaginario de esta Galicia en la que el nacionalismo sirve otra vez más de chivo expiatorio de todos los males: la lengua, el viento, el mar, el fuego, la intolerancia y todo lo que se mueve... Una injusticia retórica.

El nacionalismo sirve de chivo expiatorio de todos los males: la lengua, el viento, el mar, el fuego ...

Ahora resulta que Gaiás es el Calvario; el trazado de Cascos, la afrenta de Pepiño; la energía eólica, el Monte de Piedad y que incluso la TVG fue una cueva de ladrones. Que en todo había un "desfase contable" -aman esta fórmula, "desfase contable"- y que estos buenos señores han llenado de buenas prácticas el rearme moral de la sociedad: se quedan sin vacaciones, incluso hacen encuestas para ver qué menú lingüístico prefieren a la hora de educar a sus hijos y de volver a los tiempos de la caverna. Antes que cantar el himno, que queda como de escolares cubanos, prefieren poner a los niños y a las niñas con plato y subvención aparte. Crudo despertar que nuestros dirigentes se afanan en explicar con tiza en el encerado del aula: fueron las urnas del 1 de marzo, así que calladito todo el mundo. Supongo que será lo mismo cuando la alternancia les lleve al poder en el Gobierno del Estado: pobre ley del aborto, pobre Estatuto catalán, pobres matrimonios gays, así que borrón y cuenta nueva, que dimitan Bermejo y Garzón, que se vayan al infierno Quintana, Carod e Ibarretxe, que nosotros tenemos a Trillo y a Camps, que nos pinchaban el teléfono, pero no sabíamos si eran de los nuestros, mejor callar, mejor que Aguirre se guarde su cólera, que Albertito no se salga por la tangente, mejor hablar de la insostenible levedad de Zapatero...

Hay dos cosas que la derecha ha demonizado y funcionan a la perfección: el nacionalismo y el cine español. Al primero le atribuyen todas las fracturas habidas y por haber, al segundo le tachan de servil y limosnero. También hay investigaciones que siguen su curso caiga quien caiga: el titadyne y ahora el Tamiflu, la píldora del día después y, caliente, caliente, las centrales nucleares, mira que somos atrasados, mira que somos membrillos, con los bien que podíamos estar de calentitos y sin la dependencia de Chávez ni de los árabes... Pues bien, la cosa funciona, los males de España no tienen remedio y hay que empezar a hacer limpieza en las comunidades: primero la educación, nada de galescolas marxistas, abolición de la Educación de la Ciudadanía y restablecimiento inmediato del decoro y ese liberalismo generoso y cosmopolita como manda Sarkozy: a la escuela con un iPhone y en un Audi, sin velo, nada de ñoñerías de aldea, eso para las fiestas patronales del pemento y para los hippies de bandana que el gallego, ya se sabe, sirve de poco a la ciencia... Y la pereza vuelve a tomar asiento en el lugar que ocupó la resistencia, y la revolución parece una moda pasajera de cuando unos cuantos barbudos nos hicieron pensar que podíamos ir por el mundo con flores en el pelo hablando lenguas romances de trovadores cuando todo se trataba de una falacia: nadie habla mejor que la gallina de sus polluelos. Vayan contando los huevos.

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