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Reportaje:literatura

Un hombre y un camino

Rory Stewart recorrió a pie el norte de Afganistán y gobernó una provincia iraquí - 'La huella de Babur' presenta a este viajero único al lector en español

Guillermo Altares

No se puede decir que, a sus 37 años, Rory Stewart haya tenido una existencia aburrida. Un afgano, bastante agorero, le dejó muy claro lo que le esperaba cuando preparaba el viaje de su vida: "Hay tres metros de nieve en los pasos de montaña. Y hay lobos; y una guerra. Te van a matar, seguro". Pero sobrevivió y lo contó en el libro La huella de Babur. A pie por Afganistán (Editorial Alcalá), por el que acaba de recibir en Segorbe el Premio de Literatura de Viajes Camino del Cid. Ex militar, ex diplomático, en 2002 decidió emprender su larga marcha, que hubiese puesto los pelos de punta a Daniel Pravot y Peachy Carnehan, los protagonistas de El hombre que pudo reinar: recorrer el norte de Afganistán a pie.

"El colonialismo hoy es de 'amateurs' y diletantes, no son serios"

No contento, al volver al Reino Unido decidió meterse en un lío todavía mayor: ser vicegobernador de una provincia iraquí durante la inmediata posguerra, y no de cualquier departamento: tuvo que bregar con los árabes de las marismas, la misteriosa tribu que Wilfred Thesiger retrató en su gran clásico de la literatura de viajes. Ahora vive a medio camino entre Harvard -donde enseña como profesor de derechos humanos- y Kabul, donde dirige la Turquoise Mountain Foundation, que se dedica a regenerar el centro histórico de Kabula través de la reconstrucción y la recuperación de oficios olvidados tras años de guerras y destrucción.

"Me pasé 18 meses caminando", explica Stewart en una conversación telefónica desde su casa en Londres. Pero, como dice él mismo al principio de su libro, no sabe explicar "muy bien por qué". Primero se pasó 16 meses caminando entre 30 y 40 kilómetros al día en Irán, Pakistán, India y Nepal. Y justo cuando creía que la siguiente etapa iba a ser imposible, cayeron los talibanes y se lanzó a la gran aventura afgana, un país con el que sigue manteniendo un estrecho contacto.

Pese a su condición de antiguo diplomático, tanto en su libro como en artículos en The New York Times, o este mismo mes en la London Review of Books, Stewart se muestra muy crítico con la política de la comunidad internacional hacia Afganistán, no sólo en el terreno militar -"La nueva ofensiva sólo va a servir para perder dinero y, lo que es realmente importante, vidas de afganos", asegura-, sino también en el campo de la cooperación. Su defensa de los viejos colonialistas puede resultar provocadora pero no deja de ser interesante. "Eran funcionarios del Gobierno británico, que estaban preparando una posible invasión militar y que, por tanto, conocían muy bien el terreno que pisaban. No hay que engañarse: el viejo colonialismo era explotador y racista, pero era profesional, se tomaban muy en serio su trabajo de entender a la gente que gobernaban. El nuevo colonialismo consiste en personas que están un año o dos en un país que nunca llegan a entender y con el que nunca llegan a entrar en contacto de verdad. Amateurs, diletantes, no son serios", afirma.

En 2003, Stewart tuvo una experiencia directamente colonial cuando el Gobierno británico le nombró vicegobernador de la provincia de Amara, una aventura política que relató en el libro The Prince of the Marshes (El príncipe de las marismas, todavía no editado en castellano), en el que mantiene que gran parte del fracaso se debió a que se trataba de funcionarios que pasaban muy poco tiempo en los sitios, frente a los veteranos de la época de Kipling, que vivían décadas en lugares remotos y hablaban perfectamente el idioma. "La ocupación es un arte que se aprende con la experiencia", escribe en su libro.

Sin embargo, su trabajo actual demuestra que cree que las cosas pueden cambiarse con ayuda. National Geographic tituló recientemente un reportaje sobre su labor en Kabul: "¿Puede Rory Stewart arreglar Afganistán?". El objetivo de la Turquoise Foundation (www.turquoisemountain.org) de Stewart es tratar de revitalizar lo que fue uno de los centros históricos más importantes de Asia. Pero no se trata sólo de reconstrucción, sino de recuperar los viejos oficios que alguna vez dieron sentido al bazar.

"Lo importante no es rescatar los edificios de la vieja ciudad, sino su espíritu", explica Stewart sobre un pueblo que siempre ha sido un cruce entre civilizaciones. De nuevo lo esencial es conocer, dejar de ser un extraño. Quizás por eso, a pesar de las guerras, la nieve y los lobos, elija siempre el camino.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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