_
_
_
_
_

95.000 euros por la muerte de un joven tras sacarle dos muelas

La intervención se realizó en el hospital militar Gómez Ulla

Elena G. Sevillano

La sentencia califica lo que sucedió en el quirófano ese 6 de abril de 2005 de "daño desproporcionado". Lo que tenía que ser una operación rutinaria para un cirujano maxilofacial -la extracción de las muelas del juicio- se complicó hasta acabar con el paciente, un chico de 26 años, en parada cardiaca. A. M. D. murió en el hospital militar Gómez Ulla 12 días después. La Audiencia Nacional acaba de condenar al Ministerio de Defensa -propietario del hospital, donde son atendidos militares y sus familias- a indemnizar con 95.000 euros a los padres y hermanas del joven. La sentencia señala que "el fallecimiento de A. M. D. se articula como un resultado anormal e inusualmente grave y desproporcionado en relación con los riesgos que comportaba la intervención".

Los médicos advirtieron tarde que no le llegaba oxígeno

La sentencia destaca que el joven, hijo de un militar de alta graduación, "presentaba un estado general de salud bueno y era deportista". Las muelas del juicio le estaban provocando infecciones, así que los médicos deciden sacárselas. Le operan con anestesia local y sedación. A media intervención, "el paciente levanta y agita las manos", lo que los cirujanos interpretan como "dolor intraoperatorio", y le doblan la anestesia. Entonces advierten una "pequeña bradicardia de 50 latidos". El corazón le iba un poco más lento de lo normal.

"Desconocemos la actuación subsiguiente del anestesista", señala en ese punto del relato la sentencia. Son los cirujanos, y no el anestesista, los que se dan cuenta de la "coloración oscura en mucosa labial, palidez cutánea y sangre en campo quirúrgico más oscura". No le estaba llegando oxígeno. "No consta", sigue el fallo, que esa falta de oxígeno "fuera detectada a través de los aparatos médicos o por quien en el ámbito del acto quirúrgico está llamado a velar por el estado en cada momento del paciente".

"Entró en parada y nadie se dio cuenta", afirma Carlos Sardinero, abogado de la Asociación El Defensor del Paciente. Según los peritos de la acusación, la causa de la bradicardia pudo ser la anestesia, por lo que la decisión de administrarle más pudo ser fatal. La familia siempre ha creído que el anestesista no estaba en el quirófano.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_