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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Frank McCourt, el autor de 'Las cenizas de Ángela'

El éxito le llegó a los 66, y el Pulitzer, un año más tarde

Frank McCourt nació y murió, la noche del domingo, en Nueva York, pero su nombre estará para siempre ligado a la ciudad irlandesa de Limerick, donde se crió, y lo contó en la novela Las cenizas de Ángela, que publicó en 1996, cuando ya tenía 66 años. McCourt, al que no le hubiera importado ser para siempre el maestro de literatura inglesa que en realidad fue casi toda su vida, vivió un éxito inmediato y deslumbrante con aquel libro, en el que describió las penurias de su familia en un mundo marcado por la más absoluta miseria. Un año después de su publicación recibió el Premio Pulitzer. Tres años después, la novela fue llevada al cine.

Quizá porque ya no lo esperaba, el éxito nunca se le subió a la cabeza. Aunque apreciaba las ventajas de viajar y vivir en una confortable mansión, su vida no estuvo jamás enfocada hacia los bienes materiales. Estaba orgulloso de ser un modesto profesor y nada había más importante para él que enseñar literatura a los niños.

McCourt estuvo marcado por el estigma desde su nacimiento: vino al mundo antes de los nueve meses reglamentarios porque su madre y su padre se vieron obligados a casarse porque ella estaba embarazada. Su padre, Malachy McCourt, era un alcohólico que tenía el don de contar historias. Su madre, Angela Sheehan, era una mujer "beata y derrotada" que tuvo siete hijos en menos de seis años. Tres de ellos murieron siendo aún niños por enfermedades ligadas a la pobreza.

Frank nació en Brooklin, pero la Gran Depresión y la muerte de su hermana decidieron a sus padres a retornar a Limerick. La vida allí era aún más pobre. "Cuando miro atrás hacia mi infancia me pregunto cómo pude sobrevivir a todo aquello. Fue, por supuesto, una infancia miserable", escribe McCourt al principio de Las cenizas de Ángela. "Peor que la infancia miserable corriente es la infancia miserable irlandesa, y peor aún es la infancia miserable de un irlandés católico", añade.

Profesor de literatura

Cuando Frank tenía seis años, la familia volvió a Limerick. El padre se fue de casa y de vez en cuando enviaba algo de dinero. A los 19 años, Frank decidió regresar a Nueva York. Trabajó en lo que pudo hasta que fue movilizado por el Ejército. Fue allí donde empezó a estudiar y a engancharse a la literatura. Acabaría dedicando casi treinta años de su vida a la enseñanza. "Aunque todo el mundo llora hoy la muerte de Frank McCourt el escritor, él siempre se vio a sí mismo como profesor", escribía ayer Kevin Cullen, columnista del Globe de Boston y amigo de McCourt desde hace 20 años.

Cullen explica cómo una noche, ya tarde, incapaz de dormir, el escritor estaba viendo la televisión en su modesto apartamento de Nueva York cuando vio un anuncio de la organización Feed the Children y se puso a llorar de forma incontrolable. "Lloraba", le confesó el autor al amigo periodista, "porque yo sabía lo que es tener retortijones por el hambre".

Incluso después del éxito, Frank McCourt tenía una melancolía que no le abandonó jamás. Estaba en su voz, en sus ojos, esa tristeza, esos ojos torturados que vieron tantas cosas siendo un niño. Le costó 30 años revisar su primera versión de Las cenizas de Ángela. Le costó tres matrimonios encontrar una versión que funcionara.

Aunque Las cenizas de Ángela retrata la pobreza de la Irlanda de los años treinta y cuarenta del siglo XX, a Frank McCourt no le gustaba que fuera considerada una obra sobre Irlanda. "No es exclusivamente una historia irlandesa. Es sobre el hecho de ser pobre, sobre el hecho de ser humillado y golpeado por una sociedad que dice que todos los hombres son iguales en la otra vida, pero que te fuerza a conformarte con lo que Dios y la patria te dan en ésta", solía explicar el autor.

McCourt escribiría otros dos libros: Tis, que arranca allí donde acaba Las cenizas de Ángela y pone el acento en su experiencia como inmigrante al regresar a EE UU, y Teacher man, donde explica los retos que tuvo que afrontar como joven profesor.

Frank McCourt, en su vivienda de Nueva York, en octubre de 2005.
Frank McCourt, en su vivienda de Nueva York, en octubre de 2005.AP

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