_
_
_
_
_
Reportaje:LOS CRÍMENES QUE CAMBIARON MADRID

Turismo negro tras una raqueta

El Patronato estrena una Ruta Tenebrosa sobre asesinatos históricos

Patricia Gosálvez

Noche de estreno en la plaza Mayor. No hay acomodador, butacas ni telón. Los focos son las farolas y la luna casi llena. El aforo está completo: 180 personas se apuntaron este sábado a la nueva visita teatralizada Madrid Tenebroso, una ruta turística por los crímenes de la Villa. La "entrada" cuesta 7,65 euros, por dos horas de función, que arranca a las diez de la noche (para las próximas representaciones, hasta septiembre, hay que preinscribirse en la oficina de turismo de la plaza). El día del estreno hay llenazo. "No debemos olvidar que los programas del corazón siguen batiendo récords de audiencia, triunfa el amarillismo y el interés por lo macabro, aun cuando haga unos cuantos siglos que han ocurrido los hechos", dice Óscar Rivilla, encargado de guionista y director de la "obra".

"Esto no es una competencia del túnel del terror", dice un responsable
Los diálogos mezclan palabras como "truhán" con otras como "pasada"
Han tenido mendigos de verdad enfadándose con los de mentira
"El enemigo son los coches, rompen la magia", afirma el director de la obra

La guía explica el modus operandi: seis grupos de 30 personas, diferenciados por pegatinas siguen a la señora que porta su color en una raqueta de playa. Para las escenas teatralizadas, que duran unos seis minutos, se juntarán dos grupos. Se nota que es el primer día, las guías se miran de reojo para llegar al mismo tiempo a la esquina de la que surge el primer susto. No ocurre. Se oye un grito. El grupo naranja se ha adelantado, y los azules nos hemos quedado sin sobresalto. Tampoco es grave, el objetivo de este tour no es asustar. "Esto no es la competencia del túnel del terror", dice Rivilla. "Ni queríamos amedrentar ni es fácil conseguirlo, ¿a quién le da miedo pasear de noche con otros 60?".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

El tamaño del grupo también condiciona los lugares donde se detiene la visita. Ninguno coincide con el lugar de los hechos. Importa más el ancho de la acera, que no huela a pis y que haya algo de luz. En el peatonal callejón de Puñoenrostro muere entre alaridos el actor que hace del marqués de Villamediana (asesinado en la calle Mayor) y en un amplio recoveco de la calle del Rollo, una siniestra anciana narra bajo un farolillo el triple crimen de la Casa de la Cueva, sita en la calle del Marqués de Leganés (por San Bernardo). Así, un mendigo del XVII explica en la calle de la Traviesa la sangrienta historia de la calle de la Cabeza, que no está a más de diez minutos andando, pero que tiene aceras de 30 centímetros. Los diálogos mezclan palabras como "truhan" o "mancebo" con otras como "pasada" o "curro", y prima el humor más o menos negro. "¡Denme una limosna!", increpa el falso mendigo a los turistas. "¡Ponte a trabajar!", le dice la guía. "¡Uy, no, eso sí que da miedo!". Etcétera.

Los actores lo hacen bien y la gente se troncha. También es gracioso el escenario. "El teatro de calle siempre ha sido el hermano pobre, pero requiere unas cualidades muy específicas de voz, histrionismo e improvisación", dice Rivilla, "en la calle pasan muchas cosas". Han tenido mendigos de verdad enfadándose con los de mentira porque les han quitado el sitio, pizzeros que preguntan a los actores por una calle o persecuciones policiales de top mantas. Lo más común: turistas japoneses irrumpiendo en escena para hacerse una foto. "Nuestro gran enemigo, sin embargo, son los coches; rompen toda la magia", dice Rivilla. En plena explicación del misterioso asesinato del palacio de Cañete, un camión de la basura para junto al grupo azul. El auditorio escucha el resto de la historia con las narices tapadas.

En casi todas las ciudades del mundo existe un tour parecido. En Londres das una patada y sale un paseo temático sobre Jack el Destripador, en Los Ángeles hay varios sobre la Dalia Negra. Del tour mafioso por Sicilia al paseo Chicago Sangriento, el turista global puede descubrir la crónica negra de su destino. Incluso lugares tan aparentemente apacibles como Gales o Melbourne tienen, desde hace años, visitas guiadas por sus rincones truculentos. Recorrer crímenes forma parte del llamado "tanatoturismo", el deseo de visitar los lugares de muerte; sean éstos el parisino cementerio de Pere Lachaise o la Zona Cero, Auschwitz o la fantasmal Chernóbil.

En este tour madrileño priman la chanza y las libertades históricas más que la veracidad o la truculencia. La estrella de la noche es Luis Candelas, el delincuente más famoso de la ciudad y también uno de los más amables. Robaba a los ricos para dárselo a los pobres, o eso decía, y presumía de no haberse manchado nunca de sangre las manos. Su ajusticiamiento es el colofón de la visita y está narrado como si fuese un reportaje de Madrid directo. "¡Luis Can!, ¡Luis Can!", vocifera la gente para que no le ejecuten. La versión callejera de su historia tiene happy ending, y el grupo, tras la ovación final, se pierde por las calles con una sonrisa. El mayor peligro del tour ha sido que con tanta gente, y buscando la raqueta azul entre las cabezas, muchos no han visto los criminales bolardos que siembran las aceras madrileñas. Más de una espinilla magullada lo atestigua.

Una de las escenificaciones turísticas de los crímenes históricos de Madrid.
Una de las escenificaciones turísticas de los crímenes históricos de Madrid.SANTI BURGOS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_