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Reportaje:La oposición se reinventa

Un partido sin pasión familiar

Las facciones de la formación están más apaciguadas

Jesús Sérvulo González

Las familias han emigrado y la gresca se ha esfumado. Pero la motivación de los militantes socialistas se ha desvanecido. Es la situación del Partido Socialista de Madrid (PSM) que durante años ha sido un ring en el que las familias que representaban diferentes matices ideológicos se lanzaban duros ganchos de izquierda para ganar un centímetro de poder sobre la lona política. Esta batalla mantenía en alerta a los militantes pendientes del baile del cabecilla que representaba la corriente que defendían: renovadores, acostistas o guerristas, balbasistas y simanquistas.

El líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, acuñó un nuevo término en 2007, cuando tomó el mando del PSM: Nuevo Socialismo, una corriente que lo ha impregnado todo y que ha acabado con la tradicional lucha fratricida. Apenas queda rastro de alguna familia. Unos cuantos guerristas al frente de los cuales se encuentra José Cepeda, quien defiende la estabilidad del partido y ha envainado las espadas en busca del diálogo. También hay otros pocos críticos. Una coalición de cargos de otras épocas. La mayoría tenían puestos en la ejecutiva socialista que lideró Rafael Simancas durante siete años (2000-2007) y que ahora se sienten desplazados y desheredados. "Hay más división de la que se trasluce", dice un miembro del comité ejecutivo. "Hay muchos que se han acercado a Gómez a la espera de su caída", cuenta.

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En lo que hay más unanimidad es en que la ilusión que se generó tras la designación de Gómez en 2007 se ha esfumado. Llegó a la cúspide del PSM siendo el alcalde más votado de España y aura de victoria. "Dos años después ese sentimiento se ha disipado", dice un diputado regional.

Durante el primer año el secretario general de los socialistas madrileños invirtió su tiempo en recomponer la organización. En las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2007 los socialistas se pegaron un batacazo y el partido saltó en mil pedazos. Rafael Simancas que había dirigido la formación presentó la dimisión presionado por los malos resultados. Las familias afilaron las uñas para disputarse el poder. "Había que construir las bases de un nuevo proyecto político, de nuevos aliados sociales. Fue una etapa inicial de transición. Fue un año duro", reconoce el propio Gómez. Un año en el que laminó las familias. Y en el que mantuvo el perfil bajo a la espera de las elecciones generales. Era momento de pacificar y no de protagonismos. Pero el resultado de los comicios generales de 2008 tampoco fue bueno para los socialistas en Madrid. Gómez no asumió la responsabilidad y comenzaron a escucharse las primeras voces críticas. Una grieta en la sólida estructura socialista.

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El siguiente paso de la ejecutiva regional era revalidar el proyecto y construir un equipo cohesionado. Nada de herencias del pasado. Ese fue el objetivo del congreso regional del pasado verano. Una cita donde se cerraron filas en torno al líder, recibió un 85% de apoyos. Y donde se dio el portazo definitivo a las familias. "Fue el inicio del proyecto. Hemos construido un equipo cohesionado, con ministros en la ejecutiva como Corredor, Jiménez, con alcaldes...", recuerda Gómez que goza de la confianza de José Luis Rodríguez Zapatero. De hecho, es casi una apuesta personal del presidente del Gobierno, quien le respaldó en el segundo congreso que encumbró definitivamente a Gómez. Este apoyo casi certifica la candidatura para las elecciones de 2011. Por eso, los grupos disidentes temen levantar la voz. Y la falta de crítica y de participación ha provocado somnolencia en la militancia.

Con el liderazgo bien definido, el PSM se enfrenta a una pérdida de peso en la sociedad madrileña. Desde el traumático episodio de 2003, cuando dos diputados socialistas, Tamayo y Saez, impidieron la investidura de Simancas y cedieron la Comunidad de Madrid a Aguirre, el prestigio del PSM se ha visto resentido. Se perdió contacto con las agrupaciones y asociaciones sociales. "Tenemos problemas para transmitir nuestro mensaje", reconoce Gómez, quien achaca el problema a la instrumentalización de Telemadrid por parte de Aguirre. Además, señala otro factor: "Madrid tiene mucha influencia en la política nacional donde se entremezcla lo nacional con lo regional. Aquí la política nacional lo impregna todo, aquí convive el gobierno de España, el autonómico y el de la capital", explica el líder socialista. Y concluye: "Nos hemos empeñado en que se conociese quienes éramos y ahora para que se conozcan los que opinamos y lo que queremos para Madrid. Vamos a conseguir transmitir nuestras propuestas y emerger como alternativa".

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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