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Sáhara Occidental: elecciones, embargo y olvido

El 20 de junio, el Instituto Cervantes ha celebrado el Día del Español en el mundo, y los grupos de apoyo a los saharauis refugiados en Tinduf han hecho campaña para festejarlo con la palabra Olvido. Olvido de la comunidad internacional y del Estado español a este pueblo y su conflicto. Además, se da la circunstancia de que las dos terceras partes de este pueblo se encuentran en el territorio del que todos son oriundos y que Marruecos controla desde 1976 y 1979, el Sáhara Occidental, donde el olvido está acompañado de otra palabra sonora que es Embargo.

Los Gobiernos de España, siguiendo la doctrina del derecho internacional de no reconocer la soberanía marroquí sobre el territorio en tanto no se resuelva la autodeterminación de los saharauis, terminan por practicar un verdadero "embargo cultural" a esta población, que fue jurídicamente parte de España hasta 1975 y que hoy está conscientemente desatendida y marginada. Cierto que no deben olvidarse otras discriminaciones derivadas de la voluntad marroquí de asimilación de esta población, que tampoco ha favorecido el contacto de los saharauis bajo su dominio con la ex potencia colonizadora.

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España, a través de la solidaridad de la sociedad civil, del apoyo de la cooperación descentralizada y de la ayuda humanitaria, ha mantenido un estrecho contacto con los saharauis refugiados en los campamentos situados en territorio argelino, lo que ha permitido que la lengua española se conserve en la enseñanza y en la comunicación. La relación continua de ONG e instituciones, los intercambios de niños en los veranos solidarios, han mantenido el castellano en amplios sectores de esa franja de la población saharaui.

Todo lo contrario se ha producido en el territorio del Sáhara Occidental bajo control marroquí. El colegio La Paz de El Aaiún, con sus 10.000 metros cuadrados de instalaciones y su capacidad para 1.000 alumnos, permanece abierto con sólo 50, atendidos por el heroísmo casi clandestino de dos profesores y sus dos aulas unitarias, mientras cada año quedan fuera cientos de alumnos de padres españoles de hecho y derecho, saharauis también en el olvido.

Ni asomo de cooperación española. Ausencia total de actividad cultural en castellano si no es por el tesón de alguna institución privada. Y el resultado de todo ello es la desconexión de la sociedad civil no sólo con España sino con todo el exterior. Esta forma de embargo sólo produce una juventud aislada, una sociedad encerrada en los viejos valores del tribalismo, explotado y reforzado por el repliegue sobre sí producido por el empuje asimilatorio de Marruecos que sobrepone su lengua dialec-tal y sus normas de vivir en la vida cotidiana, el árabe clásico para la enseñanza y el francés como lengua administrativa y de comunicación con el exterior. Un mundo exterior que prácticamente se reduce a Marruecos.

La reciente campaña electoral en Marruecos para las municipales del 12 de junio ha mostrado en el Sáhara Occidental la peor de sus caras. El pulso entre el nuevo partido "del amigo del rey" con los caciques locales -saharauis de servicio engordados por el Majzén para contar con aliados en el territorio- lejos de desbancarles ha provocado la reacción contraria: el reflejo tribal de apoyo masivo e interesado a la lista encabezada por Hamdi Uld Rachid, el hermano de Jalihenna, presidente del Consejo Real Para Asuntos del Sáhara (CORCAS).

Los llamamientos al boicot de los comicios preconizados por el Frente Polisario no han surtido gran efecto en el Sáhara, en medio de tanta fiesta electoral promovida por los caciques y sus contrarios, regada con pasquines, canciones y dírhams a mansalva. Tampoco han hecho gran mella en todo Marruecos las consignas en el mismo sentido de Vía Democrática o Justicia y Espiritualidad (PJD), los movimientos antisistema marxista e islamista. El Estado, el aparato del Majzén, ha conseguido que la participación apenas descienda un 2% respecto de los anteriores comicios municipales de 2003, apenas por encima del umbral fatídico del 50%, creyendo así salvar a un sistema en pleno descrédito.

La operación del nuevo Partido de la Autenticidad y de la Modernidad (PAM), que lleva en su nombre las dos consignas oficiales del reinado de Mohamed VI, ha conseguido tal vez el objetivo de aventajar por escaso número de concejales a los demás partidos, pero lo ha hecho, y gracias a las dobleces de la ley electoral, sólo en el campo, donde ha acaparado más del 80% de sus concejales. Hoy, como hace 30 años, se repite la máxima que dio título a uno de los libros clásicos sobre el Marruecos político: El fellah [campesino] defensor del trono, de Rémy Leveau. El PAM, pese a su campaña agresiva (la más tierna de las imágenes usadas en sus mítines, comparaba a los caciques locales con "muelas a arrancar", mientras se apoyaba en otros viejos o nuevos caciques para desbancarlos) y a la técnica cuasi berlusconiana de exhibir candidatas-vedettes en feudos del islamismo como Salé, ha quedado en las ciudades de más de 35.000 habitantes el tercero, muy por debajo del islamista PJD y del Istiqlal.

La historia vuelve a repetirse. En 1983, el anterior rey también creó un partido a partir de la nada, o mejor dicho, de tránsfugas y arribistas. Pero si la experiencia histórica marroquí cuenta, el nuevo partido del "amigo del rey" no pasará de ser uno como los otros, incapaz de insuflar el más mínimo cambio en un panorama degradado. En todo caso, tal vez cumpla transitoriamente su función de servir para la vertebración de una nueva mayoría parlamentaria negociada con aquellos otros partidos dispuestos a pactar con esta nueva fuerza emergente. Tal vez su líder, Fuad Alí el Himma, asalte el Gobierno tras las elecciones al tercio de la segunda Cámara en octubre, para las que estas municipales son la llave. La precariedad del Gobierno de Abbas el Fassi lo facilitará. Aunque es posible que aplace llegar a la primatura hasta las elecciones de 2012. Lo que no hará será despejar el panorama político. Porque lo que le ha catapultado a la antesala del Gobierno ha sido ese mundo arcaico hecho de irracionalidad y fanatismo, de explotación de sentimientos xenófobos, de exacerbación de elementos tribales, de utilización abusiva del dinero, sin sustentarse en proyecto de cambio alguno.

Hay quien dice que Marruecos ha entrado en la repetición de la experiencia del chambelán Ba Ahmed, el valido que convirtió al soberano Abdelaziz en un mero rehén a finales del siglo XIX. Si así fuera, sólo cabría esperar que las fuerzas internas reaccionaran promoviendo una auténtica alternativa, más audaz que la que se fraguó en 1992 con la Kutla democrática y que degeneró en una "alternancia consensuada" incapaz de salir de esa "transición homeopática" que sigue sin conducir a Marruecos a ninguna parte.

Bernabé López García es catedrático de Historia Contemporánea del Islam en la UAM y miembro del Comité Averroes.

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