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Columna
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¿Engaño? Engaño, sí

Lo que oímos y leemos estos días sobre el AVE es el diálogo de un esperpento. El ministro dice que no va a contar mentiras, era sabido que el tren rápido no estará en la fecha anunciada, y el ex presidente de la Xunta dice que a él le dijeron que sí. ¿Miente el ministro, miente el ex presidente? ¿Ambos? ¿Ninguno?

Si es cierto lo que el ministro Blanco dice ahora, que ya todos sabían que el plazo anunciado para concluir la obra no era cierto, entonces es que nos mintieron. Touriño dice que él no fue, pues creyó que los plazos eran reales, y sabiendo que tenía conselleira, técnicos y asesores y que además él mismo fue Director General en un ministerio de transportes, parece lógico creer que cumplir esa fecha es posible. Blanco dice que no es posible y que era trola.

Que se nos diga con toda naturalidad que nos están engañando con el AVE es nuevo

En toda buena historia, y aunque sea mala, hay que buscar al malo de la película, en este caso parece que será mala, le caerá ese papel a la ex ministra Magdalena Álvarez. Ella cargará con las mentiras, pero no es completamente justo.

Magdalena Álvarez da bien el papel de antipática, demasiado bien, y por eso será chivo expiatorio de los pecados de todos. Además, cometió un pecado original en Galicia, se atrevió a meterle mano al gran chanchullo que habían dejado preparado en A Coruña, un pelotazo que se pactó un día de invierno cuando fue tomada la Plaza de María Pita por la policía y se cerró a los ciudadanos para que Aznar y Álvarez Cascos colgasen una medalla a Francisco Vázquez con manos limpias de chapapote y decidiesen la construcción de un superpuerto que dejaría libre terreno en la ciudad para una gran promoción inmobiliaria. Perdió las elecciones el PP y llegó Magdalena, tuvo el atrevimiento de obligar a reformar el plan inmobiliario y dar cabida significativa a viviendas sociales, esa osadía fue el origen de sus problemas entre nosotros. La causa no fue el famoso Plan Galicia, que no tenía financiación, no fue el AVE que seguía sin plazos concretos, fue el pelotazo. En realidad, en relación con el AVE, la ministra sólo continuó mareando la perdiz igual que había hecho antes Álvarez Cascos y los anteriores ministros. Decir que con el tren se trató a Galicia igual que con las autovías, con un desprecio absoluto, no es hacer victimismo, es no ser tontos.

Pero sobre burros, apaleados. Que Galicia sea tratada así ya lo tenemos interiorizado. Demasiado interiorizado y aceptado. Sin embargo, que se nos diga con toda naturalidad que nos han estado engañando, eso es nuevo. Casi preferiríamos que no tuviesen tanta franqueza, pero es verdad, nos han engañado todos. Los gobiernos anteriores dando plazos sucesivos y ninguno real, que planearon trazados de AVE de media vía, sin mercancías; los que enredaron con el AVE y sus plazos para presionar al ministerio por su pelotazo urbanístico; este Gobierno que debió cesar antes a una ministra que, o era incapaz de gestionar los presupuestos, o de concretar plazos; una Xunta que o no se enteró o fue cómplice del engaño. Desesperante, no hay a donde agarrarse.

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De la maraña de enredos que forma el gran engaño del AVE a Galicia destaca el conflicto entre Touriño y Blanco, dos formas de entender lo que es un partido y dos estilos de política que chocaron como trenes en la misma vía. Desde el punto de vista del partido la cosa tiene su miga, pero a Galicia lo que le interesa es comprender por qué ese partido no fue capaz de defender nuestros intereses. Creo que la respuesta es clara y es la de siempre, porque no existe un PSdeG.

El Gobierno tiene un frente político abierto en Cataluña, choca con Montilla y el PSC por la financiación y cosas varias que se resumen en buscar un encaje de Cataluña en España. El PSC es, pues, una fuente de preocupaciones y problemas para el Gobierno, pero ello es necesario porque así el Gobierno se ve obligado a reconocer una parte de la realidad llamada Cataluña con sus intereses y necesidades que no puede ignorar. En Galicia nunca hubo ese problema, el PP gallego cuando estaba en la Xunta y Aznar en el Gobierno fue sumiso y entreguista, y el PSdeG hizo luego lo mismo. Los socialistas gallegos no son el PSC ni tienen montillas. Fueron incapaces de presionar al Gobierno para que la ministra concretase y cumpliese o dimitiese, y achantaron. ¿Qué papel jugó el BNG en ello? Ése es otro tema.

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