¿De qué sirven las pruebas de esfuerzo?
¡Uf! Por fin las pruebas de resistencia efectuadas por el Gobierno estadounidense a los 19 bancos más grandes del país están hechas y rematadas. Ciertamente, 10 de ellos necesitan en total una inyección de capital social de 75.000 millones de dólares. Pero tanto el Gobierno como los accionistas, teniendo en cuenta la reciente subida, parecen muy optimistas al respecto.
Eso significa que ahora estos bancos aumentarán el crédito, ¿no?
No cuenten con ello. Para empezar, bancos y prestatarios están aún recuperándose de las heridas económicas y psicológicas provocadas por la crisis crediticia. Eso, junto con la recesión, que al parecer se prolongará varios trimestres más, mantendrá la oferta y la demanda de nuevos créditos paralizada, al margen de unos cuantos puntos luminosos como, por ejemplo, las hipotecas preferenciales, un negocio que experimentaba un gran aumento en el primer trimestre, cuando muchísimos propietarios de vivienda solventes refinanciaron sus hipotecas.
Es más, una de las fuentes principales para financiar el préstamo bancario en los últimos años, la titulización, sigue moribunda: las instituciones financieras acudieron a ese mercado para financiar hasta la mitad del crédito que originaron entre 2005 y 2007, según un estudio efectuado el pasado diciembre por McKinsey en nombre del Foro Estadounidense de Titulización.
El letárgico estado de la titulización ciertamente da a los bancos estadounidenses la oportunidad de recuperar una actividad que en otro tiempo parecía absorbida por el sistema bancario fantasma. Pero entre ellos no tienen suficiente dinero para reemplazarlo por completo.
Lo que las pruebas de resistencia deberían conseguir es quitar de la mesa el riesgo de que un gran banco se declare insolvente, suponiendo que la economía mundial no empeore más de lo que contempla la hipótesis sobre el peor de los casos. Pero eso simplemente supone que hay menos razón para que los bancos tengan que restringir el crédito mucho más de lo que ya lo han hecho. -
