Lope, sin ironía
Laurence Boswell, director asociado de la Royal Shakespeare Company, irrumpió hace cuatro años en Madrid con un ciclo de teatro áureo donde destacaba su montaje de El perro del hortelano, que rehízo con elenco español: un espectáculo sencillo y bien interpretado. Esta producción de Fuenteovejuna, con 36 actores, es mucho más ambiciosa. En su día, la obra de Lope fue un ejemplo ex contrario para educación de príncipes: basta cortar la escena final, como hizo Lorca, para convertirla en apología revolucionaria. Recientemente vimos una relectura apasionante, dirigida por José Carlos Plaza, con insertos de la crónica histórica original. Buscando la objetividad, Boswell ha preferido no dar su punto de vista: lo echamos de menos.
FUENTEOVEJUNA
De Lope de Vega. Dirección: Laurence Boswell. Madrid. Teatros del Canal. Hasta el 7 de junio
Su montaje gira en torno a una ingeniosa construcción de madera que, cerrada, es fortaleza asaeteada y colmena donde zumbará el enjambre popular, y abierta, estancia villana o palaciega. Es un espectáculo coral, donde sobresalen la Laurencia de Lidia Otón, cuyo monólogo es un allegro furioso, siempre in crescendo, y el Flores de Luis Moreno, eficaz relator de sucesos cruciales. Alberto Jiménez, gran actor, hace un Comendador con doblez, a lo Ricardo III, cuando debería ser un archimalvado al que se ve venir de lejos.
El equilibrio, en teatro, tiende a ser inversamente proporcional al tamaño de la producción: en ésta, tan grande, hay un vestuario de postal en las escenas rurales (ganará con el desgaste) y sobrado de purpurina en las palaciegas, y una música que funciona mejor en los momentos a capella. Visualmente es agradecida, pero le falta todavía empaste y solera.