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Chéjov y Shakespeare bajo la mirada de Sam Mendes

Miguel Ángel Villena

Sam Mendes (Reading, Reino Unido, 1965) ha demostrado que se puede triunfar, a la vez, en el teatro y en el cine, a pesar de las diferencias entre estas dos manifestaciones artísticas. Ahora bien, para lograr esos éxitos hace falta ser un niño prodigio como este nieto de un escritor de Trinidad e hijo de un padre de origen portugués y de una madre judía e inglesa. Cuando a los 25 años comenzó a dirigir montajes para la afamadísima Royal Shakespeare Company estaba claro que la carrera de Mendes prometía llegar lejos. Quizá pocos imaginaron que obtendría cinco oscars por su película American beauty (1999), una ácida y devastadora crónica de la sociedad estadounidense, pero su talento estaba fuera de toda duda desde joven. De cualquier modo, Sam Mendes representa ese fructífero mestizaje entre la tradición británica del teatro y la espectacularidad cinematográfica de Hollywood, y el director ha sabido compaginar ambas facetas, incluso en su vida privada: comparte su vida con la actriz Kate Winslet, entre Nueva York e Inglaterra.

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Este Sam Mendes, que ha repetido sus éxitos cinematográficos en películas como Jarhead (2005) o Revolutionary road (2008), centrará la cartelera teatral madrileña a partir de hoy con la dirección de dos montajes clásicos en el Teatro Español: El jardín de los cerezos, de Antón Chéjov (del 18 al 22 de abril), y Cuento de invierno, de William Shakespeare (del 25 al 29 de abril), en un estreno europeo. Estos espectáculos se enmarcan en el llamado bridge project (proyecto puente) que Mendes patrocina junto con el actor Kevin Spacey, uno de sus amigos más cercanos. Hasta tal punto la iniciativa tiene un carácter transatlántico que reúne a intérpretes de primera división de las dos orillas, como Ethan Hawke, Simon Russell, Rebecca Hall y Sinéad Cusack, entre otros. Las coproducciones que se podrán ver en Madrid y que se convertirán en el caramelo del final de la temporada teatral responden a la colaboración entre la norteamericana Brooklyn Music Academy y el londinense Old Vic Theatre.

Teatro de siempre visto por ojos de hoy, autores clásicos en puestas en escena contemporáneas, el desafío de Sam Mendes de representar a Chéjov y Shakespeare arranca de su pasión por la escena desde sus tiempos de estudiante en la elitista Universidad de Cambridge. Si se atrevió un Mendes veinteañero a dirigir El jardín de los cerezos, con mayor motivo debe inspirarle esta obra universal cuando se encuentra en la cumbre de su carrera. No cabe duda, pues, de que el director británico se cuenta entre aquellos que vuelven, una y otra vez, al teatro en busca de la inspiración que les permita crear. Al hilo de esa actitud, su inteligencia radica en no acomodarse en las bambalinas de la fama y arriesgar en un escenario, a escasos metros del público.

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