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Reportaje:

La "caza del moro" nocturna

Dos víctimas relatan el ataque racista a su vivienda en Sant Vicenç de Castellet

"No pensábamos que eso iba a pasar en nuestra casa", explicó ayer al tribunal Said Kadri. "Eso" es el ataque racista que sufrió su familia la madrugada del 15 de junio de 2002 en Sant Vicenç de Castellet (Bages), cuando 15 jóvenes, con bates de béisbol y la cara cubierta, intentaron asaltar la vivienda. Eso es "la caza del moro", la expresión que oyó decir un testigo a un joven antes de la agresión.

"Mi padre, mi madre y Mustafá sujetaron la puerta y al final [los asaltantes] se fueron", explicó Said. Entonces tenía 19 años y era el mayor de cuatro hermanos. Dormían aquella noche cuando, según el relato del fiscal, los agresores aporrearon la puerta, les amenazaron de muerte y arrojaron un artefacto incendiario contra la fachada.

Los vecinos se desdijeron ayer de sus declaraciones contra los acusados

Fue Said quien llamó a la policía. Días después, la familia se marchó del pueblo. "¿Dónde están ahora están sus padres?", preguntó la magistrada Elena Guinduláin al comprobar que no les habían citado a declarar. "Él en Marruecos y ella en Manresa". "¿Pero dónde?", inquirió la juez, sin que, por fortuna, el joven desvelara el domicilio. "Mañana traigo a mi madre", respondió para zanjar el tema.

Minutos antes, Mustafá Essaloui, relató que salió a la calle aquella madrugada porque pensó que los agresores ya se habían ido, aunque se acabó encarando con ellos. Fue pateado y golpeado con palos y los cascos que empleaban para ocultar sus caras. A uno de ellos, José Antonio Milla, lo reconoció ayer. Estuvo 16 meses de baja y sólo la rápida intervención de la ambulancia, que llegó antes que la policía, le salvó la vida.

"Puede quedarse en la sala o abandonarla", es la frase que suele decir el presidente del tribunal al testigo después de declarar y eso es lo que oyó ayer Mustafá. "Pero yo le recomiendo que se vaya", añadió ayer la juez. Y es que los familiares de los acusados no pararon de musitar, hasta el punto de que fueron advertidos de que si no callaban y no dejaban de hacer aspavientos serían expulsados.

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La sesión de ayer del juicio sirvió, además, para corroborar cuán frágil es la memoria cuando uno se lo propone. Sólo una mujer testificó que presenció la agresión de la forma que sostienen el fiscal y Mustafá. Fue la única, pues el resto de vecinos no testificaron una frase perjudicial para los acusados. Un joven que entonces declaró a los Mossos d'Esquadra que tres acusados le habían confesado la agresión a los magrebíes, declaró ayer que fue forzado a firmar aquella declaración y que ni siquiera la leyó. Días después ya se desdijo en el juzgado.

El propietario de un bar cercano que también declaró inicialmente que sus clientes dijeron que iban a ir a "la caza del moro", tampoco logró recordar quiénes fueron. Otra vecina del mismo edificio donde ocurrieron los hechos se disculpó con un certificado médico en el que se decía que sufría Alzheimer. Un cuarto vecino negó que se profirieran frases racistas aquella noche, pero sí gritos. "¿En marroquí, en catalán, en árabe, en español. ¿De todo un poco?", preguntó textualmente un abogado. La respuesta fue sí.

Hasta cuando no le preguntaron por ello, una testigo no se fue sin exculpar a un acusado. "¿Puedo decir algo?", requirió la mujer. Y cuando se le dijo que sí declaró: "Aitor no estaba allí".

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