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Tras las elecciones

El tripartito de Ibarretxe se autoliquida

Las urnas ponen fin al principal sostén del 'lehendakari' en sus planes soberanistas y ante su propio partido

La alianza tripartita en la que se aupó el lehendakari a partir de su éxito electoral en 2001 ha quedado definitivamente arrumbada. Los dos escaños, tres en el mejor de los casos, que aportarían a Juan José Ibarretxe sus socios de EA y EB, son absolutamente estériles desde el punto de vista de la gobernabilidad. Las elecciones sancionaron el fin de esa coalición, que ya venía haciendo aguas antes del veredicto de las urnas, pero que Ibarretxe ha defendido hasta el final. Lo ha hecho incluso por encima de los desmarques de sus principales dirigentes, Unai Ziarreta y Javier Madrazo, a los que reconvino en el debate en ETB-2. "Parece que no hayáis estado en el Gobierno", les amonestó.

El tripartito siempre ha estado en minoría en el Parlamento
Las elecciones municipales de 2007 demostraron ya su inutilidad
Sus señas de identidad han sido el 'plan Ibarretxe' y la consulta
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Sin lamentos en el PNV

El tripartito ha tenido un recorrido de ocho años, dos mandatos completos marcados por el plan Ibarretxe en el primero y la hoja de ruta para la consulta en el segundo. Ni siquiera la suma de las tres formaciones ha dado nunca mayoría absoluta al Gobierno, obligado a trampear, a juicio de la oposición, con el Reglamento del Parlamento para sacar adelante sus cuentas anuales en toda la primera legislatura. Desde 2005 ha necesitado el apoyo básico del primer partido de la oposición, el PSE-EE, para aprobar sus principales leyes.

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La alianza había demostrado ya su inutilidad, salvo para sostener a Ibarretxe y garantizar el recorrido a su hoja de ruta y a la consulta, siempre con el apoyo de la izquierda abertzale en la Cámara. La evidenció de modo fehaciente en las elecciones municipales y forales de 2007, las primeras en las que EA rompió la coalición con el PNV. Sus resultados dejaron ver de modo explícito la insuficiencia del pacto tripartito para garantizar la gobernabilidad de diputaciones y ayuntamientos. Las alianzas que siguieron a aquellas elecciones desataron una cascada de desmarques y traiciones, sobre todo por parte de EA, que el PNV no ha perdonado.

Los escaños que ha conseguido ahora el PNV, 30, son exactamente el resultado de sumar a los de su propio grupo anterior (22) los dos que ha perdido Ezker Batua y los seis que previsiblemente habrá dejado en el camino EA el viernes, una vez se contabilice el voto de residentes en el extranjero.

El tripartito había quedado sentenciado en realidad antes. En concreto, el día en que la ejecutiva de EA, presidida por Unai Ziarreta, descartó definitivamente reeditar la coalición con el PNV. Así lo reconocen fuentes de las tres formaciones y del propio Ejecutivo que aún comparten.

Los preparativos para abandonar sus puestos en el Gobierno han sido más o menos evidentes en los últimos tiempos. Sobre todo en los tres departamentos gestionados por EA, y en particular en el que más conflictos ha levantado con sus socios, el de Educación. Pero también en único de Ezker Batua, Vivienda y Asuntos Sociales. Ayer estaban ya en la cuenta atrás definitiva: 60 días como máximo para cerrar asuntos pendientes.

La autovoladura del tripartito, materializada mediando la fagocitación de los dos socios menores por el PNV, es un hecho consumado que deja sin su principal apuesta al propio candidato del PNV, Juan José Ibarretxe.

El lehendakari en funciones ha sido el máximo valedor de la fórmula hasta tiempos muy recientes, incluso cuando personalidades relevantes de su partido, como el diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, la cuestionaron abiertamente. Especialmente, tras la derrota sufrida en las elecciones generales del año pasado a manos del PSE-EE.

Con la desaparición de toda posibilidad de continuidad a esa alianza, Ibarretxe pierde una de sus principales palancas de poder ante su propio partido. En el Consejo Político que formó junto con el consejero de Justicia, Joseba Azkarraga, y el de Vivienda, Javier Madrazo, encontró el lehendakari una plataforma desde la que actuar que no gustaba nada en la dirección del PNV, excluida de ella.

La apuesta de EA por desmarcar su futuro del PNV, en busca del liderazgo del polo soberanista acuñado por Ziarreta, dejó sin armas a Ibarretxe. Hasta tal punto de que en medios del Gobierno se asegura que la coalición no se habría repetido ni siquiera si los números hubieran dado para ello. Por un doble motivo: porque el PNV no habría perdonado la desafección a sus aún socios de EA y porque la mayoría de Ziarreta en esta formación consideraba "incompatible" con la presencia en el Gobierno su aspiración a liderar el espacio del independentismo pacífico, ahora más al alcance de Aralar.

En EA se admite que, de haber sido otros los resultados, sus críticos guipuzcoanos, favorables a la coalición nacionalista y en plena rebeldía por la imposición desde la ejecutiva nacional de una candidatura no deseada, habrían presionado para continuar en el Ejecutivo. "Ahora todo va a dar ya igual", zanja un cuadro medio de la formación.

"Ya no había columna vertebral para ese cauce central de la sociedad vasca defendido por Ibarretxe. EA le dejó sin argumentos para defender la continuidad de la fórmula ante su propio partido. No habría tenido margen de maniobra para convencer en su casa", valora una fuente vinculada a EB.

La razón no sería sólo que los números no hayan dado, sino el hecho de que el PNV esté, en opinión tanto de EA como de EB, "en otro ciclo" en cuanto a las alianzas, en la búsqueda ahora de una etapa de gobiernos "mayoritarios y estables".

La desolación en ambas formaciones, ahora privadas de grupo parlamentario y que tendrán que compartir el mixto con el representante de UPyD, era ayer patente y nadie intentaba siquiera maquillarla. Ni en EB ni en EA se esperaba un batacazo electoral tan inapelable, que resulta claramente comprometedor para la supervivencia misma de las dos formaciones en el futuro espectro político vasco. Para ambas se avecinan "momentos dramáticos", en palabras de un dirigente de EA, que reunió ayer a su ejecutiva con la dimisión de su presidente, Unai Ziarreta, sobre la mesa y un congreso extraordinario en puertas.

Las expectativas no pueden ser más sombrías, sobre todo si no conserva el escaño arrebatado por ocho votos al PSE, una vez se contabilice el voto del extranjero.

El establishment, sobre todo vizcaíno, del PNV, vive con alivio total, no exento de cierto regocijo -principalmente por el batacazo de EA, pero también por el de EB- la prescindibilidad de ambos partidos.

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