El mayor logro de estos 50 años
La celebración de medio siglo de revolución instaurada ha abundado en estadísticas. En tanto, los detractores del régimen cubano recurren a indicadores que hablan de una modernidad vertiginosa anterior a 1959; quienes defienden el castrismo echan mano a cifras de subdesarrollo superadas gracias a la gestión revolucionaria. Los primeros muestran perplejidad ante la paradoja de que, aun con tan buenos índices, aquel mundo fuese clausurado. Los segundos desearían otorgar garantías de ciencia exacta a la pervivencia de la dictadura.
Necesitados de argumentos a los cuales aferrarse, estos últimos acuden a un par de renglones salvíficos. La enseñanza y la sanidad públicas son traídas a cuento a la hora de cerrar las discusiones sobre Cuba; constituyen verdaderos renglones de exportación. No sólo por lo que hoy significan en el intercambio de maestros y médicos por petróleo venezolano, sino por su rentabilidad a la hora de cimentar la fama de humanista de una dictadura.
El favoritismo que ha beneficiado a ese par de renglones permite avizorar, sin embargo, la inopia general. Pues si bien ha sido grande el desvelo por formar personal médico y construir centros asistenciales dotados de instrumental y fármacos, ese desvelo ha estado acompañado siempre por una pésima gestión alimentaria. Vale entonces la pena preguntar cómo puede aspirarse a un proyecto médico de primer orden cuando no se presta atención a la producción de alimentos en tanto medicina preventiva.
De igual modo, es preciso contextualizar las hazañas pedagógicas recordadas por los simpatizantes de la revolución cubana. No sólo a propósito de la enseñanza doctrinaria y de ciertas restricciones para ingresar a ella, sino debido al ulterior destino de unos recién graduados que, a la vista del mercado laboral, terminan deseando salir del país para alcanzar una vida profesional más o menos digna.
Así, los dos renglones más socorridos de la gestión revolucionaria se muestran objetables apenas se les examina. La sanidad atiende a gente mal alimentada por una catastrófica agricultura. Las aulas preparan jóvenes para la frustración o el exilio.
Aquellas autoridades que hace cinco décadas decidieron hacerse cargo de la economía han fallado a la hora de entender como un todo la administración del país. Y es una lástima que quienes simpatizan desde lejos con la revolución cubana y aquellos que colectan cifras para justificarla no puedan alardear de tan espléndido aparato represivo. Porque es éste el mayor logro de estos 50 años.
Antonio José Ponte es escritor cubano y codirector de la revista Encuentro.