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Columna
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Aeropuertos discretos

El gobierno de Aznar recomendaba en enero de 2002 "aeropuertos discretos" para los aviones de EE UU que llevaban prisioneros a Guantánamo desde Afganistán: Morón y Rota. Guantánamo apareció inmediatamente como una barbaridad jurídica de detenciones ilegales e indefinidas, sin ninguna clase de garantías. Y los americanos recurrieron a los aeropuertos de sus aliados, aunque, a pesar de la inquietud del Parlamento Europeo y su diputado Claudio Fava sobre los vuelos con presos, los gobiernos de Europa dicen no saber nada del asunto. No hay pruebas ni indicios, afirma el gobierno de Zapatero, que no tiene constancia de que se haya cometido ningún acto ilícito. La Audiencia Nacional, sin embargo, investiga las escalas en España de aviones a Guantánamo, por denuncias de ciudadanos mallorquines ante posibles delitos de detención ilegal, secuestro y torturas. Los aviones con presos también pasaban por el aeropuerto de Mallorca.

Aquí nos tomamos las cosas con más tranquilidad. Morón y Rota no son competencias de la política regional, y me figuro que para los diputados de las provincias andaluzas en el Congreso ocuparse de Rota y Morón sería caer en el provincialismo, en el localismo. Franco, en su mensaje a las Cortes en otoño de 1953 para anunciar triunfalmente los convenios con EE UU, aliado necesario e inevitable hasta hoy, ya proclamaba en 1953 "nuevas formas de vida supranacional", a las que "ha de ajustarse la política exterior de las naciones y desterrar los conceptos viejos y los nacionalismos aldeanos". Aquí hemos cumplido la orden, y Morón y Rota pertenecen al paisaje sentimental andaluz como una costumbre, como una seña de identidad.

Veo en YouTube el vídeo de Peña Wagneriana, desaparecido grupo músico-vocal de Rogelio y Antonio López Cuenca, Alain Piñero y Antonio Urbano, con producción de Paco Urizal, una canción de 1987, Himno de Andalucía: Hirnos de Andalucía, invención en España del hip-hop, esa confusión de artes plásticas, música y mensaje, a base de saqueo y remezcla de imágenes y fragmentos rítmicos pregrabados y repetidos, fiesta y choque. Andaluces, levantaos, pide el cantante, y grita, como consignas, una enumeración de monumentos andaluces, de Puerto Banús al Rocío y los roscos de Loja, de Despeñaperros a Machado, cortada por el estribillo "Ojú qué caló" cada vez que nombra a un ídolo. Nombra algunas cosas que hoy no existen y quizá nadie recuerde, pero, de 1987 a 2008, resisten iconos como la duquesa de Alba, la viuda de Paquirri, o las bases de Rota y Morón.

Rota y Morón son lugares míticos, incluso para la música, porque de allí venía legendariamente el primer rock de Sevilla y Cádiz. Las bases americanas eran un surtidor de discos fabulosos, y de EE UU llegaba el único cine que a todos gusta, y el tabaco rubio, y Santa Claus, y hasta el hip-hop de la Nueva York pobre y negra de los años ochenta. Los Estados Unidos de América son estupendos, tan actuales siempre, y últimamente han descubierto los "interrogatorios extremos" (eso a lo que antes se llamaba tortura) y los detenidos al margen de la ley, sin ningún derecho humano o animal. La guerra contra el terror se ha convertido en guerra contra los ideales americanos de libertad y justicia, o eso dice el título de un libro de Jane Mayer, aunque ya había crónicas de intervenciones de EE UU en Centroamérica y Suramérica y Asia, a lo largo de medio siglo, desde los años cincuenta, con cárceles secretas, torturas y desapariciones. La diferencia es que en estos tiempos el delirio de omnipotencia ha llevado a los gobernantes de EE UU a proclamar en alta voz sus hazañas.

Aquí todo esto nos afecta poco. Las bases de Rota y Morón pertenecen al mundo sobrehumano, divino y necesario, muy por encima de nuestras posibilidades, santuarios de un gran poder inalcanzable.

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