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Reportaje:Yo viajero | EL VIAJERO HABITUAL

Una Cuba huracanada

Todavía estaban abiertas las heridas dejadas por el huracán Gustav cuando aterrizamos en Santiago de Cuba. La ciudad, coronada por el cuartel Moncada, emblema del movimiento revolucionario, y la Casa de la Trova, con ventanas y puertas abiertas a la calle donde los artistas interpretan música tradicional, mostraba una mezcla de animación y alerta. La playa de Santa Lucía, un paraíso de postal, sufriría en menos de 24 horas el embate de un mar enfurecido que predecía al siguiente en la lista: el huracán Ike. Aquel entorno poco después quedaría literalmente barrido y anegado. Al igual que el siguiente punto del recorrido, Camagüey. Su casco histórico de callejones angostos y tortuosos y edificios de vivos colores se vería uniformado por el marrón viscoso del fango.

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El encuentro fatal con Ike sucedió en Trinidad, maravillosa villa colonial que permanecía muda y expectante con sus postigos y zaguanes del siglo XIX cerrados a cal y canto. Y con el crepúsculo llegó el embate. Vientos de más de 120 kilómetros por hora precedieron a una tempestad que oscureció de repente el parque Céspedes, descargando trombas de agua que chocaban contra los muros del hotel, doblando las palmeras como si fueran de goma y dejando sus troncos desmochados.

Cuando se abrió la carretera a Cienfuegos, en otro momento una ruta paradisiaca que discurre paralela al mar, aún quedaban esparcidas piedras y trozos de asfalto reventados. Al oeste de La Habana, la provincia de Pinar del Río, otrora un vergel de frondosa vegetación tropical, presentaba unos montes pelados como si hubieran sufrido un incendio, con los árboles tronchados y quemados por el salitre. Y por fin llegamos a La Habana. Habíamos alcanzado nuestro destino sanos y salvos, entre dos ciclones, y al despedirnos de esta sorprendente isla percibimos el optimismo y vitalidad desbordante de sus gentes. Pese a todo, la vida continua.

José Andrés García Redondo. Madrid

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La ciudad cubana de Trinidad, azotada por el huracán Ike.
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