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Reportaje:literatura

El pijama que marcó a un escritor

John Boyne presenta nuevo libro y adapta al cine su 'best seller' sobre el Holocausto

Bruno y el joven Turnstile tienen edades dispares y un padre común. Se llama John Boyne (1971), ha sido librero y vive en su Dublín natal. Sin embargo, el primero de sus vástagos nació en el Berlín nazi, conoció al furias Adolf Hitler y pasó parte de su infancia como vecino de un lugar extraño que fue a engullirle en sus tripas. El otro vino al mundo en el siglo XVIII, justo cuando la Armada de su majestad surcaba la fisonomía de todos los nuevos mundos y fue a parar a un buque mítico: la nave conocida como la Bounty.

Pero ambos han nacido en un mismo seno. En la imaginación de un escritor que distingue entre épocas y espacios sólo como puro elemento de ficción pero que ante todo concibe el universo desde la mirada limpia de los niños. Son los libros de John Boyne, el autor irlandés que trastoca las vidas atrapadas en la historia desde el punto de vista de la inocencia y triunfa en todo el mundo.

"Trabajando en una librería aprendí más literatura que cuando estudié en Trinity College"
"Escribo sobre la amistad y la lealtad, sobre gente que aprende cosas de otros"
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Ya había escrito otros libros antes. Pero fue El niño con el pijama de rayas (Salamandra) el que le ha convertido en un fenómeno internacional con más de tres millones de ejemplares vendidos. Esa cuenta suculenta le ha permitido mudarse a una vivienda con jardín en Rathfarnham, un barrio exclusivo de la ciudad donde ha vivido siempre y de la que no piensa desertar. Es una casa sencilla con espacio suficiente para colocar estanterías en las que predomina el azul claro de las distintas ediciones de su magnífico y aterrador libro sobre el Holocausto, traducido a 35 idiomas.

En Dublín estudió y trabajó Boyne de librero en el centro, algo que le ayudó a examinar la extraña y fascinante psicología del lector medio. "Trabajando en una librería aprendí más literatura que cuando estudié en Trinity College", asegura el escritor. Entre estantes y mesas de novedades pasó siete años de su vida, de los 24 a los 31, antes de que el éxito le permitiera vivir exclusivamente de la ficción.

El caso de El niño con el pijama de rayas llegó por casualidad. Es una de esas excepciones que tuercen el destino de todos sus elementos. El del libro en sí y el del autor. "Nunca había planeado escribir un libro sobre el Holocausto ni sobre un niño", asegura Boyne. Fue una de esas historias que se cruzan de golpe y que un autor persigue sin saber muy bien hacia dónde va a llevarle. En principio, era un cuento para niños. "En el caso de Bruno, inocente y curioso, sin que eso signifique que sea del todo bueno", aclara el escritor. Después se ha convertido en un fenómeno para todos los públicos que ha acabado adaptándose al cine. La película la ha dirigido Mark Herman y producido David Heyman, el encargado de llevar Harry Potter al cine. Se presenta en el próximo Festival de San Sebastián en sección oficial, aunque fuera de concurso, y Boyne acudirá al estreno. Bastante ilusionado, por cierto. No sólo porque está encantado con el resultado de la versión adaptada. También porque si hay algo con lo que disfruta desaforadamente es el cine.

Además, estos días se traerá debajo del brazo su nueva novela, El motín de la Bounty (Salamandra). Otra vuelta de tuerca sobre una leyenda que ha tenido críticas espectaculares en la prensa anglosajona. Si en la anterior obra, Boyne apretaba los tornillos al Holocausto sorprendiendo al lector con un punto de vista original y arriesgado, ahora el escritor viene a repartir justicia histórica sobre ciertos personajes desprestigiados por capricho de algunos guionistas.

En esta nueva versión del mito de la Bounty, los malos no son los de siempre, ni los buenos tampoco. Que Hollywood haya convertido de la mano de Charles Laughton, Trevor Howard o Anthony Hopkins en un villano sin posibilidad de recurso al capitán Bligh no quiere decir que sea cierto. "Son películas divertidísimas las que se han hecho sobre este tema, pero nada reales", afirma Boyne.

El escritor nos embarca hacia los mares del sur con la intención de cambiar el horizonte. Lo hace desde un punto de vista que ya le ha funcionado de forma parecida antes. Aunque en este caso, el joven John Jacob Turnstile no sea un niño, sino un adolescente de 14 años, sin familia, con el único referente paternal del capitán Bligh, al que admira como hombre cabal y justo. ¿Cómo es posible que pasara el marinero a la historia de esa forma? "No me lo explico. Hollywood ha contribuido a ello, pero el hecho es que fue un hombre que rompió las reglas para no castigar como los códigos indicaban a los amotinados".

Este Bligh es diferente a todos los blighs que en la ficción han sido. Un hombre recto pero preocupado por saber cómo le recordará la historia. Orgulloso de haber vencido parte de su travesía sin propinar latigazos ni castigos físicos a sus hombres. Todo lo contrario al ser mezquino, orgulloso y sádico que ha merecido el desprecio del planeta por culpa del celuloide.

Los elementos con los que Boyne ha urdido su nueva historia son dispares. Las tripas del pijama a rayas se alimentaban de referentes que ahondaban en su originalidad. Boyne añadió a toda la inmensa literatura del Holocausto elementos devotos de Alicia en el país de las maravillas, El mago de Oz o Las crónicas de Narnia. "Historias que hablan de traspasar una frontera que nos conduce a otro mundo, un armario, un tornado, en este caso una valla que separa a los dos protagonistas y que deben traspasar para aclarar el misterio".

En el caso de la Bounty, el escritor ha recurrido a los grandes clásicos del mar, aparte de toda la amplísima literatura que existe sobre el asunto. En el libro, aunque el autor se considera devoto de Dickens más que de ningún otro clásico y de John Irvin entre los escritores vivos, conviven rastros de Conrad con Melville, Defoe, Stevenson y Jonathan Swift. Lobos de mar literarios. Prestidigitadores de grandes aventuras en los que Boyne se ampara al servicio de una historia de amistad, madurez, principios y traiciones.

Restos de los fascinantes temporales creativos de Moby Dick, La isla del tesoro y Robinson Crusoe comparten inspiración entre sus páginas junto a otros mitos como el capitán Cook. La sombra del inmenso marino planea sobre el relato a menudo. "La figura de Cook viene a ser la misma que Bligh representa para el muchacho. Fue una figura paterna en su caso, junto a quien el capitán, cuando era joven, aprendió todo".

¿Y Fletcher Christian? ¿Qué juego desarrolla en este nuevo libro el extravagante oficial a quien dieron vida Clark Gable, Marlon Brando o Mel Gibson? Si para Bligh ha llegado la hora de la luz, sobre el héroe planean las sombras. Unas sombras que le tuercen el destino. "Sufre por sus actos. Cuando quedan en la isla, encuentra muy difícil establecer una autoridad con los amotinados", comenta Boyne.

En ambas obras, el autor cree que ha escrito sobre lo mismo. "Son los temas que me obsesionan. Más que la inocencia o una curiosidad innata que nos lleva al límite, escribo sobre la amistad y la lealtad, sobre gente que aprende cosas de otros y que tratan de ser fieles a quienes se las enseñan y a ellos mismos".

De frente, Bruno, el chaval protagonista del filme <i>El niño con el pijama de rayas. </i>
De frente, Bruno, el chaval protagonista del filme El niño con el pijama de rayas.
Fotograma de <i>El niño con el pijama de rayas,</i> con los dos protagonistas, Bruno, el hijo de un comandante de un campo de concentración nazi, y, al otro lado de la valla, el niño judío prisionero.
Fotograma de El niño con el pijama de rayas, con los dos protagonistas, Bruno, el hijo de un comandante de un campo de concentración nazi, y, al otro lado de la valla, el niño judío prisionero.

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