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Detenido el jefe de la policía local de El Molar por tráfico de drogas

Arrestadas al menos 16 personas más, incluidos dos guardias civiles

A Tomás Felipe, el jefe de la policía local de El Molar, le conocen en el pueblo, de 6.000 habitantes, como El Calabaza. Un apodo que al cabo, que dirige a otros siete agentes locales, le viene de familia, según cuentan. "Y no le gusta nada", relataba un hombre ayer acodado en la barra de un bar. El viernes, Felipe fue detenido por su relación con una red de narcotráfico. La Guardia Civil arrestó al menos a otras 16 personas, según informó ayer la Plataforma por la Seguridad en la Zona Norte (una asociación de comerciantes y vecinos de 14 localidades), entre ellos, dos miembros del instituto armado, según fuentes de la investigación. Uno de ellos, Francisco Yepes, tenía incluso condecoraciones. Entre los civiles detenidos, hay personas de nacionalidad dominicana, rumana, marroquí y española, y son de El Molar y del pueblo vecino, San Agustín de Guadalix (10.000 habitantes).

Se mueve mucha droga, según los vecinos. "Siempre se ha sabido"
En el cuartel hay una noticia subrayada sobre una operación antidroga
"No se puede ser funcionario y gastarse 200 euros en tragaperras"
"¿El Tomás? Esto no hay quien lo pare", decía el dueño de un bar
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Se les acusa, según la plataforma, de distribuir droga a alto nivel y de menudeo. Los detalles de la operación no han trascendido.

La juez de Alcobendas ha decretado el secreto de sumario. El jefe policial detenido, Tomás Felipe, lleva 12 años como responsable de la policía local de El Molar. Aunque es del pueblo de toda la vida. Se sabe poco de él porque, según los vecinos, es muy reservado. "Por el bar no se dejaba ver mucho, cuando su obligación, como policía que es, era pasarse por aquí", se quejaba el dueño de un pequeño local. Supuestamente, Felipe prefería un club de carretera, que está a pocos kilómetros, en Pedrezuela. Allí, según fuentes de la Plataforma por la Seguridad de la Zona Norte, hacían negocios los detenidos.

Justo en la entrada del pueblo, unas lucecitas azules colgadas de la azotea del edificio, enorme, anunciaban el burdel. En El Mirador, como se llama el prostíbulo, parecía que no tenían noticia de las detenciones, a decir de la actitud de las dos personas que controlaban la entrada. Pero enseguida se mostraron interesados por los detalles de los arrestos. Preguntaron el número y el nombre de los detenidos. Y enseguida se apresuraron a decir: "No, aquí no viene esa gente. Si supiéramos algo lo contaríamos", juraban y perjuraban. Mientras, el aparcamiento se iba llenando de coches de alta gama.

En el edificio del Ayuntamiento de El Molar, gobernado por el PP, ayer se celebraba una boda civil detrás de otra. En la oficina de la Policía Local, que está en el mismo inmueble, no había nadie. Pegada a la puerta se podía leer la noticia de una operación antidroga en Tenerife, subrayado en amarillo que se había realizado "gracias a la cooperación de la Policía de El Molar". Los agentes que estaban de guardia, circulaban por el pueblo en un coche que tiene sobreimpreso el móvil al que hay que llamar en caso de urgencia. "Aún estamos pendientes" de más detenciones, dio por toda respuesta el agente a preguntas de EL PAÍS, negándose a dar más detalles sobre la operación y sobre las personas que están implicadas.

Igual pasó con los miembros del Partido Popular que mandan en la localidad. Este periódico trató en repetidas ocasiones hablar con el concejal de Seguridad del pueblo, Juan Carlos Mingo, sin éxito, y con el alcalde, Emilio de Frutos Sebastián. Por su parte, Cristina Cifuentes, responsable de organización territorial del PP en Madrid, aseguró que "prestarán toda su colaboración" en la operación.

Fuentes municipales del PSOE, partido que gobernaba hace 12 años cuando entró el policía Tomás Felipe al cargo, se mostraron sorprendidos y acusaron al alcalde de no mantenerles informados.

En la plaza del pueblo, justo delante del Ayuntamiento, había rumores. La gente, en corrillos, comentaba "algo de drogas", aunque no atinaban a saber qué ocurría exactamente. "¡¿El Tomás?! Esto no hay quien lo pare", se quejaba el dueño de un bar, mientras atendía la clientela. Otro hombre, que podía recitar de memoria el árbol genealógico del detenido, mencionaba también el arresto de un chaval del pueblo de toda la vida. Se trataba de Sergio Papelillos, al que, según el dueño del bar de debajo de su casa, habían detenido a la una y media del mediodía. "Y la policía ha sacado una maleta entera llena de a saber qué". Su padre, que se encontraba en la vivienda, se negó a hacer declaraciones.

En el cuartelillo de la Guardia Civil, donde están destinados 23 agentes con sus familias, todo eran caras largas ayer. "No podemos contar nada", repetían. En toda la tarde, el movimiento de coches no cejó en el lugar. Una vecina de la misma calle, aseguraba que en la mañana de ayer "todo eran idas y venidas" en el cuartelillo. Reconoció que no sabía a que se debía, pero sí manifestó que en el pueblo se mueve mucha droga. "Es algo que siempre se ha sabido y se ha dicho", explicó.

"Se veía venir. Uno no puede tener el sueldo de un funcionario y gastarse en una tarde 200 euros en la tragaperras", se quejaba ayer el dueño de un bar. Según éste, los agentes de la policía local no se dejan ver demasiado por el pueblo, pero cuando Tomás lo hacía, gastaba mucho dinero. "Los números no cuadran, nunca han cuadrado", decía el hombre, que a su vez daba instrucciones a las camareras para que atendieran las mesas con diligencia. Sobre las drogas, coincidía con su paisana: "Mucho, mucho. Siempre se ha sabido", y empezaba una narración sin fin de peleas en el lugar por culpa de la droga.

A pesar de las detenciones, que se han llevado por delante al máximo responsable de la policía local y a dos guardias civiles, uno de ellos condecorado, el ambiente en el pueblo era de sábado, con las terrazas a rebosar. La periodista caminaba por el municipio, podía percibir las miradas de los molareños identificando a un extranjero. Incluso un desconocido se acercó, para informar sobre las detenciones, y salió después a paso ligero.

Mientras, en el pueblo vecino de San Agustín de Guadalix, un coche de la policía estaba haciendo registros. La operación sigue.

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