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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mala conciencia occidental

Miguel Ángel Villena

Dos occidentales maduros, un hombre de negocios y una intérprete dialogan sobre África y sobre sus vidas a lo largo de hora y media en una habitación de un hotel de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo. "Me he quedado a vivir por el sol", explica ella al comienzo de la representación. "Dos semanas aquí y se me encoge el alma", afirma él a modo de declaración de principios. Durante hora y media, estos dos únicos personajes, tres si contamos al padre africano en el que se desdobla Vicky Peña, mantendrán un pulso dramático en el que la mala conciencia de los occidentales y los continuos reproches del congoleño marcarán todo el texto.

Teatro de tesis, muy ideológico, enmarcado en una escenografía muy sencilla, con una tenue iluminación y sin ningún apoyo musical, esta obra con título francés que se traduce Después de mí, el diluvio despliega la mala conciencia occidental ante la tragedia de miseria, corrupción, guerras e injusticias de África. Pero se trata de una mala conciencia que gira sobre sí misma, que da vueltas y más vueltas a los mismos argumentos a través del contrapunto del padre africano que intenta salvar a su hijo-símbolo.

Aprés moi, le déluge

De Lluïsa Cunillé. Dirección: Carlota Subirós. Actores: Jordi Dauder y Vicky Peña. Teatro Valle-Inclán. Madrid. Hasta el 6 de julio.

La catalana Lluïsa Cunillé, uno de los nuevos valores de la dramaturgia española, ha escrito una pieza más destinada a ser leída que a ser representada, que no transmite apenas emociones en unos personajes que deberían estar fascinados y, al mismo tiempo, horrorizados por los desastres africanos (reclutamiento de niños soldados, tráfico de armas y de minerales, rapiña de las multinacionales, explotación de recursos naturales por las grandes potencias...). Lo que ocurre es que la crónica de los dramas de aquel continente se asemeja más a un catálogo que a una indagación teatral. Muy al contrario, la pulsión entre dos personajes encerrados en un mismo espacio, obligados a reflexionar sobre sus biografías, deriva en un tono monocorde, en un pimpón dialéctico sin apenas recovecos. Ahora bien, la presencia en escena de dos veteranos actores tan sólidos como Jordi Dauder y Vicky Peña es capaz de salvar cualquier texto por plano que parezca. En dos difíciles registros el papel de ella, y en una progresión hacia la confidencia en el caso de él, ambos sacan a flote esta densa obra acerca de las soledades occidentales en África.

Vicky Peña y Jordi Dauder, durante la representación de <i>Aprés moi, le déluge.</i>
Vicky Peña y Jordi Dauder, durante la representación de Aprés moi, le déluge.CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
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