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La crisis dispara la venta de pollo entero y frena en seco la de leches enriquecidas

El consumidor urbano tiende a reducir sus raciones frente al rural, fiel al granel

Si hay crisis, se deja de comer ternera y, en su lugar, se echa a la sartén una pechuga de pollo o un filete de cerdo. Pero si la crisis es grave y va para largo, se nota porque se dispara la venta de pollos enteros. El fenómeno se repite cada cierto tiempo, y ahora toca, según han apreciado ya los comerciantes. "Es que unas pechugas cuestan seis euros y un pollo entero, cuatro", explica Jesús Fernández, el director de compras de producto fresco del grupo Gadisa. Esta empresa, con 417 establecimientos repartidos por toda Galicia (entre Gadis, Claudio, Haley y Cash Ifa), detectó la crisis en la calle muchos meses antes de que los políticos empezasen siquiera a hablar de ella. Eso sí, el día que Solbes recomendó comer conejo, no se vendieron los pollos. Esa semana, como si todos hubiesen caído en la cuenta de la apretura económica, se agotaron en Galicia los conejos.

Con las vacas flacas, las raciones, en la ciudad, han menguado. Se compran las lonchas justas de embutido y los gramos precisos de carne picada, y además se ha abandonado, de forma radical, la pasión por las carísimas leches enriquecidas con Omega-3, vitaminas varias o calcio, que hace un año causaban furor.

En el campo, en cambio, la crisis se detecta con más dificultad. Allí, la gente siempre compra en grandes cantidades, nunca por gramos, sino por kilos, y el chorizo y el queso se despachan no en lonchas, sino en piezas enteras. No obstante hay un marcador que no falla: la leche de vaca ha subido y las de cabra y oveja han seguido como siempre. Así que el consumidor rural (sobre todo el monfortino y el chairego) ha dejado de comprar tetillas y ha recordado su ancestral afición a los quesos castellanos que, de todas formas, continúa comprando enteros y a pares.

En Galicia se perciben ciertas diferencias en el consumo por zonas, aunque el rural y la ciudad, antes diametralmente opuestos en gustos, se van uniformando con bastante rapidez. La mayoría de los rasgos locales obedecen a razones históricas, y así, el aceite de oliva (y en garrafas de cinco litros) se compra más en los pueblos que en los núcleos grandes, donde se consumió hasta ahora más girasol, un producto que sin embargo empieza a caer al mismo ritmo que sube su precio. La zona sur de Pontevedra es la más aficionada, con muchísima diferencia en las cifras de ventas, a los quesos de importación, y en concreto a los holandeses. La explicación está en el mercado vigués de La Piedra, donde se vendieron el Gouda y el Edam mucho antes que en el resto de la comunidad, siempre procedentes del contrabando y algo húmedos, junto al tabaco de batea. También por motivos históricos, y por proximidad con Asturias, hoy sigue siendo la Mariña lucense la comarca de Galicia que compra más quesos azules.

En realidad, donde más están cambiando los hábitos de consumo es en el interior de Galicia. Negreira era, tradicionalmente, un municipio en el que se vendían muchas barras de chorizo y salchichón, y ahora ya sólo se despacha el embutido en bandejas. La causa, allí y, en mayor medida, en las localidades que pierden población, está en el envejecimiento del paisanaje.

Hoy es el rural, y no la ciudad, el gran consumidor de productos dietéticos, ricos en fibra, bajos en colesterol, azúcar y calorías. Y también de elixires bucales y cremas antiarrugas de supermercado. Hace 10 años, el 90% de la leche era entera. Ahora, el 60% es desnatada o semi. En el campo prosperan el jamón cocido y el pavo y caen estrepitosamente la mortadela y el chopped. Pero nadie, en estas áreas envejecidas, renuncia a las salazones del cocido. Sólo se abstienen, y las ventas bajan en picado, según Gadisa, por la Cuaresma. Y para que la sangre, en los análisis, vuelva a su cauce, en lugares como Becerreá se venden actimeles y danacoles como churros.

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Ferrol bebe Paternina

Baja la venta de whisky y sube la de ron tostado, pero hay cosas que no cambian. En el rural, los huevos "sólo los compran el médico y el maestro", porque los demás los tienen en casa. En la ciudad, los lunes y los martes se venden menos hortalizas, porque el maletero ha venido repleto de la aldea. Este año ha bajado la venta de manzanas, como ocurre siempre que la cosecha casera ha sido generosa. Las fragancias nuevas canibalizan a sus antecesoras pero, si se habla de suavizantes, para triunfar, en Galicia tendrán que ser azules. Y los aceites Ucasol y La Giralda se venden aquí como jamás han logrado hacerlo en el resto de España. Además, aunque en el segmento de las colas el 90% del negocio se lo lleva Coca-Cola, en los refrescos de limón y naranja, desde siempre, gana Kas, que es de Compañía de Bebidas, la competencia.

En cuestión de marcas de agua y de leche, según el director de no perecederos de Gadisa, Carlos Sánchez, "los gallegos somos localistas". Feiraco en Santiago, Río en Lugo, Celta en Ferrol. Pero Ferrol también destaca por su fidelidad al vino Paternina y al aceite Ybarra porque, hace años, visitaba las tiendas de barrio un representante muy eficaz. Por causas parecidas, A Coruña bebió Ponche Español mientras Lugo bebía Real Tesoro; Ourense, Soto; y Pontevedra, Ponche Cuesta.

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