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La carrera hacia la Casa Blanca

La campaña demócrata es ya un duelo

Clinton y Obama luchan por los votos de Edwards tras la retirada del ex senador

Antonio Caño

Los debates de California, los últimos y decisivos antes del supermartes, serán ya un duelo cara a cara entre los dos supervivientes de cada partido. Entre los demócratas, la retirada de John Edwards deja la contienda donde querían verla los buenos aficionados, en un mano a mano entre los dos grandes, Hillary Clinton y Barack Obama. Ninguno de los dos saca una neta ventaja de esta nueva situación. En el campo republicano, aunque Mike Huckabee sigue formalmente en la carrera, ésta tiene ya un claro favorito, John McCain, y un meritorio aspirante, Mitt Romney.

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La justificación para tirar la toalla fue la de la falta de recursos económicos para afrontar la costosísima campaña de anuncios televisivos, viajes y contratos de asesores necesarios para el 5 de febrero, cuando más de una veintena de Estados acuden a las urnas. Sin dejar de ser cierto, hay una razón más poderosa: después de haber ido perdiendo constantemente votos en cada una de las primarias celebradas hasta ahora, Edwards ha preferido evitar la humillación que podría suponer el supermartes.

Clinton y Obama, cada uno a su ritmo y a su forma, van lanzados hacia la victoria, y Edwards se había quedado sin sitio, no porque sus ideas o sus propuestas fuesen peores o muy diferentes, que no lo son, sino porque nada puede frenar las fuerzas de la naturaleza.

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Edwards, que había insistido más que sus rivales en predicar la lucha contra la pobreza, consiguió capturar un voto blanco y de clase media baja que desconfiaba de un negro y creía a Clinton demasiado a la derecha. Esos electores podrían ahora terminar aceptando el liderazgo de la senadora por Nueva York. Pero, sobre todo en Iowa, el ya ex candidato se había beneficiado también del voto puramente anti-Hillary, un grupo considerable de demócratas que odian a la ex primera dama o no quiere una tercera Administración Clinton. Estos votos podrían caer del lado de Obama.

El efecto Edwards puede, incluso, variar en función del Estado. Allí donde lo que más cuenta es el factor racial -hablamos, por ejemplo, del sur del país- Clinton puede verse favorecida ahora de todo el voto blanco. Allí donde es más importante el factor ideológico, Obama puede concentrar todo el voto renovador. En definitiva, no parece que la salida del juego de Edwards pueda tener un impacto decisivo para el 5 de febrero. A menos que él mismo haga públicas sus preferencias.

Otra cosa es lo ocurrido en el bando republicano. El triunfo de John McCain el martes en Florida (36% de los votos) tiene la categoría de paso del Rubicón. El viejo héroe de guerra llegó a Florida renacido, pero cuestionado dentro de su propio partido, y sale de allí convertido en el claro favorito a la victoria final.

Eso se debe en gran parte al mérito de haber sido capaz, en poco más de una semana, de destruir a Rudy Giuliani (15%), el famoso ex alcalde de Nueva York, que había renunciado a todas las anteriores primarias para concentrar todo su esfuerzo en Florida. No menos valiosa resulta su victoria sobre Mitt Romney (31%), que había invertido en ese Estado cinco veces más que el senador por Arizona y contaba con el importante apoyo de la clase empresarial conservadora, que tiene Florida como su lugar de retiro y descanso.

McCain tiene, a partir de ahora, que ganarse a ese grupo de poder y a otros sectores del Partido Republicano que todavía se resisten a darle su apoyo. Sin embargo, pragmática por excelencia, la derecha norteamericana sabe que McCain es su mejor opción de victoria en las presidenciales de noviembre y sería una gran sorpresa que no se confirmase su denominación como candidato dentro de una semana.

Eso influirá también en el voto de los demócratas, que ahora acudirán a las urnas pensando en quién es el mejor para hacer frente a McCain. Parte de la repuesta podría salir del debate que esta noche -los republicanos debatieron anoche en la Biblioteca Ronald Reagan, en Simi Valley- sostendrán Clinton y Obama en el Kodak Theatre, en Hollywood.

Obama llega a California después de varios actos cortejando a los votantes hispanos, más valiosos que nunca. Clinton llega después de haber celebrado su victoria en Florida en unas elecciones intrascendentes -lo que aquí se conoce como un concurso de belleza- puesto que el Partido Demócrata dejó a ese Estado sin delegados para la Convención por haber violado las reglas sobre las fechas de las primarias. Todos los candidatos se comprometieron a no hacer campaña en Florida, pero Clinton acudió finalmente a recoger su triunfo mientras su marido, Bill Clinton, pronunciaba mítines en Illinois y New Jersey.

John Edwards abraza a una seguidora tras anunciar en Nueva Orleans que se retira de la carrera electoral .
John Edwards abraza a una seguidora tras anunciar en Nueva Orleans que se retira de la carrera electoral .AP

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