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Reportaje:

El caso del mayordomo y la sombra de Diana

Al Fayed acusa a la policía de encubrir una conspiración contra la princesa

La investigación por la muerte de Diana de Gales ha vivido su semana más intensa. El que fue mayordomo de la princesa, Paul Burrell, acaparó los titulares mientras era ridiculizado sin piedad por Michael Mansfield, el abogado de Mohamed al Fayed, el millonario egipcio empeñado en demostrar que la muerte de su hijo Dodi y la princesa no fue accidental, sino una conspiración del establishment.

Pero más allá del anecdótico sufrimiento del mayordomo, la enjundia se centró en los ataques a la cúpula de Scotland Yard de la época. Aunque la conspiración contra Diana es difícil de probar -indicio, quizás, de que no existió...-, los tenaces interrogatorios del despiadado Mansfield hicieron planear la sombra de la duda y la de Diana sobre Scotland Yard y revelaron que la policía se sentía más al servicio del establishment que de la ciudadana Diana.

El abogado de Al Fayed dice que no se hizo nada para ayudar a la princesa
Diana denunció que la sometían a escuchas, pero nadie lo investigó
La credibilidad del ex mayordomo ha saltado por los aires
El ex jefe de Scotland Yard perdió los estribos ante el tribunal
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Responsable en aquellos años de las operaciones especiales de Scotland Yard, sir David Veness dejó el cuerpo en 2005 y trabaja ahora en el equipo de seguridad de Naciones Unidas en Nueva York. El martes pasado parecía muy seguro de sí mismo cuando a media mañana llegó al tribunal. Confiado, declinó la invitación a sentarse y optó por declarar de pie. Horas después, acosado a preguntas a las que respondía como un tecnócrata pomposo y a menudo hueco, sir David estaba ya sentado, se quitaba y ponía las gafas nervioso, movía los puños sobre la mesa sin control y parecía muy, muy agobiado.

Mansfield intentó demostrar que Scotland Yard no hizo nada para ayudar a la princesa, quiso boicotear su relación con Dodi al Fayed y, sobre todo, encubrió las sospechas de Diana de que iba a ser asesinada. Y todo eso lo hizo, según el abogado, para ocultar una conspiración del establishment contra la princesa que culminó con su muerte en París.

Veness no pudo explicar con convicción por qué Scotland Yard no investigó cuando en el año 1992 se divulgó la grabación ilegal de una conversación privada de Diana. O cuando ésta denunció, en 1994, que la sometían a escuchas y temía que hubieran instalado un detector en su coche para seguirla. "Si la reina hubiera dicho, 'oiga, mi teléfono está pinchado', seguro que habría hecho algo", le espetó el abogado.

O por qué Scotland Yard advirtió a la reina contra las vacaciones que Diana y sus dos hijos iban a pasar en el verano de 1997 en Saint Tropez invitados por los Al Fayed. O por qué, al morir Diana y Dodi en París el 31 de agosto de aquel verano, Veness designó como hombre fuerte de Scotland Yard en el caso a un oficial que en ese momento investigaba acusaciones de fraude contra Mohamed al Fayed, lo que parecía un conflicto de intereses.

Pero quizá lo más sospechoso es que el entonces jefe de Scotland Yard, Paul Condon -ahora lord-, y David Veness decidieron mantener en secreto que el abogado de Diana, el octogenario lord Mishcon -fallecido en el año 2006- les hizo saber menos de tres semanas después del choque de París que la princesa le había expresado en 1995 su temor de ser asesinada en un accidente de coche. Los policías no le comunicaron ese hecho "potencialmente relevante", según reconoció Veness, ni a los investigadores franceses ni al coroner (juez forense) británico.

Fue al abordar ese tema, interrogando a lord Condon, cuando Mansfield puso el dedo en la llaga: "¿No sería porque usted sabía muy bien que agentes del Estado británico, incontrolados o lo que sea, estaban implicados y usted no quería que se investigara?".

En ese momento, lord Condon perdió los estribos y se refugió en la retórica: "Es una absoluta mentira, falso, una sugerencia asquerosa. Sé por qué lo dice. Le pagan para eso. Pero yo estoy bajo juramento. Toda mi vida se ha consagrado a decir la verdad en este tipo de asuntos y puedo jurar que es una mentira flagrante. No hay ni una pizca de verdad en lo que dice el señor Mansfield".

Antes de atornillar a sir David y lord Condon, Mansfield y varios más de los abogados destrozaron la sonrisa y el prestigio de Paul Burrell en tres días de metódica inquisición. El mayordomo de Diana llegó el lunes al Palacio de Justicia con el vestido claro y la tez morena de quien, como él, vive en la soleada Florida, sin saber lo que le esperaba. En 2002 su vida flirteó con la cárcel hasta que la familia real se dio cuenta de que el mayordomo traidor, el gran confidente de Diana, podía morir matando y contar los secretos de la familia. Sobre todo, los de Carlos.

La reina, que no puede ser juzgada, les salvó a todos al recuperar súbita y sospechosamente la memoria, y de paso dejó hacerse rico al mayordomo con dos libros en los que convertía a Diana en una diosa sin cebarse con los Windsor. La credibilidad de esos libros ha saltado esta semana por los aires.

Burrell, que había volado a la capital británica para una noche, se pasó tres días declarando y pareció que usaba el miércoles pasado la misma camisa que el lunes. Eso sí, el planchado era impecable y la corbata distinta.

Quizá algún día el mayordomo vuelva para traer la famosa última carta que le hizo llegar Diana, que él creía que estaba en su casa de Gales y ahora cree que está en Florida. Puede que hasta sea verdad.

Diana de Gales, en 1997, semanas antes de su muerte.
Diana de Gales, en 1997, semanas antes de su muerte.REUTERS

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