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Nuevas miradas a la barbarie

Ana Frank canta y baila en español

Los herederos permiten por primera vez que el testimonio de la niña se convierta en un musical - ¿Puede ser el Holocausto material para el entretenimiento?

Isabel Ferrer

Resulta difícil imaginar que la luminosidad y el ritmo asociados a los musicales encaje en una historia trágica como la de Ana Frank. "Esa es la licencia del género. Que no desentone el humor, la alegría o contar un chiste, porque los Frank y sus amigos escondidos se los contaban, incluso en ese entorno", afirma Alberto Vázquez, que interpreta a Otto Frank, padre de Ana, en un musical que se estrena en Madrid en febrero. Será la primera vez que los herederos de la niña judía cedan el testimonio de la barbarie nazi para un espectáculo de este tipo.

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Traducido a 60 lenguas y con más de 40 millones de ejemplares vendidos, el Diario de Ana Frank es la voz más reconocible del Holocausto. Después de una obra de teatro y dos películas estrenadas en 1959 y 2001, la historia de la niña que levantó acta en sus diarios del genocidio judío visto desde su escondite no había vuelto a asomarse a un escenario profesional. Pero su regreso promete ser sonado.

Un montaje español (titulado El Diario de Ana Frank, un Canto a la Vida) será el que cuente finalmente con un material dramático universal que muchos han pretendido antes. Una historia que es también la de la mitad de los 30.000 judíos holandeses que se ocultaron de los nazis durante la II Guerra Mundial y fueron delatados y deportados a campos de concentración. Ana Frank, su hermana Margot y su madre Edith engrosaron esa macabra lista. Sólo el padre, Otto, logró sobrevivir a Auschwitz y vio el relato de su hija convertido en un éxito internacional.

Pese a ser el primero en alentar su legado como ejemplo contra la intolerancia, el odio racial y la guerra, siempre le afectaron las adaptaciones de unos escritos que recreaban su tragedia íntima. En 1959, incluso, decidió no ceder más derechos de autor para ello. Desde su muerte, en 1980, tampoco la Fundación que lleva el nombre de la niña había respaldado proyectos similares. Ni siquiera a los requerimientos de Steven Spielberg, que cursó su petición a finales de los ochenta.

"Este montaje respeta el mensaje de tolerancia, dentro de la tragedia, que nos gustaría mantener vivo. Al ser en español, además, puede contribuir a acercar la figura y el mensaje de Ana Frank al mundo latinoamericano. Una comunidad que siente gran interés por todo lo relacionado con ella", decía ayer Jan Eric Dubbelman, jefe del departamento Internacional de la Fundación.

Minutos antes, había escuchado un par de fragmentos de la obra interpretados por los actores y cantantes que ensayan estos días sus papeles con vistas al estreno del próximo 28 de febrero en el teatro Häagen Dazs-Calderón de Madrid. "Para mí ha sido una labor de diez años en los que he ido ganándome la confianza de los holandeses. Ha sido también la culminación de una promesa callada hecha a mi hijo de mantener vivo el icono contra la xenofobia y por los derechos del niño que es Ana Frank", señala Rafael Alvero, director general de la Federación de Cines de España y director ejecutivo de la obra.

Una vez ganado el apoyo de la Fundación, era preciso escribir un libreto digno del desafío impuesto por una guerra, que sólo en Holanda, vio desaparecer a 110.000 judíos camino de la deportación. Según los cálculos oficiales, sobrevivió un 4%. Libreto y música originales son de José Luis Tierno. Adaptado y dramatizado por Jaime Azpilicueta, la parte interpretada ayer en la casa sobre los canales del centro de Ámsterdam, sonó "muy española", según Dubbelman, quien pudo poner cara por fin a la estrella desconocida que encarnará a Ana. Se llama Isabela Castillo. Es cubana, tiene 13 años y huyó con su familia a Belice, y después a Miami, donde residía hasta que la eligieron en una criba multitudinaria de actores (se presentaron 800 candidatos) organizada por Internet.

Isabela Castillo, ayer, junto al monumento de Ana Frank en Ámsterdam.
Isabela Castillo, ayer, junto al monumento de Ana Frank en Ámsterdam.
Ana Frank.
Ana Frank.

Spielberg, no, gracias

Ana Frank sabía que tenía el don de la escritura y retocó su diario mientras estaba escondida con la idea de publicarlo al final de la guerra. Ella no pudo ver su deseo realizado, ni tampoco la versión teatral de su vida, recreada en 1955 por el dramaturgo estadounidense Alfred Hackett. Cuatro años después, sería un compatriota de Hackett, George Stevens, quien utilizaría esa pieza para filmar la película El diario de Ana Frank, que se llevó tres Oscar, uno de ellos para la actriz Shelley Winters en el papel de la señora Van Daan. Ese premio se exhibe hoy en la casa museo de Ámsterdam.

En los años ochenta, un ya famosísimo Steven Spielberg quiso llevar de nuevo al cine la historia de la niña judía. Persiguió los derechos, pero no los obtuvo, ni siquiera esgrimiendo su condición de judío y descendiente de víctimas del Holocausto. Su incursión en la historia de la tragedia de su pueblo vino finalmente a través de otro relato estremecedor, la también multipremiada La lista de Schindler.

En el caso de la adaptación española, su director, Daniel García Chávez, aseguraba ayer que lo que el público busca en los musicales es sentarse "listo para excitarse con la música y las canciones". Esta vez habrá una sorpresa adicional. El diario de tela, al que Ana Frank llamó Kitty, cobra vida. En concreto, la de la actriz Patricia Arizmendi, que se convierte alter ego de la niña en un recurso escénico que al productor ejecutivo Carlos Ituiño le parece "arrojado y feliz" a la vez.

Aunque la verdadera protagonista de la historia es la niña Isabela Castillo, de origen cubano e hija de la cantante Delia Díaz de Villegas. Ambas viven exiliadas en Miami.

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