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Reportaje:

El heredero del Kremlin

Putin elige como sucesor a Medvédev, un liberal del clan de San Petersburgo sin vínculos con el antiguo KGB

Pilar Bonet

La apuesta de Vladímir Putin por Dmitri Medvédev para sucederle ha bastado para que el viceprimer ministro y jefe de la junta directiva de Gazprom (el monopolio del gas), alcanzara el estado de gracia. En unas horas la popularidad de este jurista de 42 años se disparó hasta un 35% (24% en noviembre) en un sondeo del centro Levada, y Medvédev le sacó una ventaja de 14 puntos a quien fue su adversario potencial por los favores de Putin, Serguéi Ivanov, el otro viceprimer ministro, que quedó al frente del pelotón con un 21%.

Se temía la llegada al poder de un nacionalista antioccidental
La posibilidad de que actúe como presidente virtual es desestabilizadora
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Medvédev es ya el centro de la política rusa y sus futuros contrincantes en las elecciones presidenciales del 2 de marzo tienen un papel formal. Los medios de comunicación entrevistan a sus maestros de Leningrado (que recuerdan su capacidad para las ciencias exactas) y descubren a Svetlana, su esposa y compañera de colegio. Esta licenciada en finanzas aficionada a la moda ha sido condecorada por la Iglesia ortodoxa por sus actividades benéficas y tiene un hijo de 12 años con el candidato del Kremlin.

Los rituales han comenzado. El lunes, el delfín recibirá el espaldarazo de Rusia Unida (RU), el partido mayoritario en la Duma, en un congreso para el que se han tomado grandes medidas de seguridad. Mientras tanto, negociantes avispados patentan marcas de licores asociadas al apellido del favorito, que procede de medved (oso). El artista Andréi Budáiev, especializado en fotomontajes, ha acabado un retrato que el jueves atraía a numeroso público en la inauguración de la feria Art-Manezhe en Moscú. Budáiev pintó a Putin y Medvédev, vestidos con togas romanas, frente a una galera, cuya vela luce el nombre de Gazprom. Coronado por una rama de laurel dorado, el favorito parece algo más alto que Putin. En realidad es algo más bajo que el presidente, pero al igual que él, también muy sensible al tema de su estatura, aseguran.

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La gran incógnita del Kremlin se ha disipado, pero quedan otras por desvelar. "¿Quién es el señor Medvédev?" es una pregunta tan válida hoy como lo era referida a Putin hace ocho años, cuando éste se aprestaba a sustituir a Borís Yeltsin. La gran diferencia entre 2000 y ahora es que algunas de las incipientes instituciones democráticas de entonces han sido marginadas o desvirtuadas y se han restablecido arcaicos arquetipos de comportamiento.

El Parlamento ratifica lo que decide el Kremlin, los jueces se pliegan al Ejecutivo, las elecciones a la Duma fueron amañadas para redistribuir los votos a mayor gloria de RU, las cadenas de televisión crean escenarios virtuales y los jefes intermedios, en la Administración o en la policía se ahorran problemas cediendo voluntariamente a los caprichos del Kremlin.

En este contexto, la candidatura de Medvédev ha alegrado a quienes temían la llegada al poder de un candidato nacionalista antioccidental, un duro de los servicios de seguridad sin experiencia política o incluso algo peor. "Por lo menos no ha elegido al labrador", afirmaba una viñeta publicada en el diario Moskovski Komsomoletz, refiriéndose a Cony, el perro del presidente.

Como hijo de catedráticos, Medvédev recibió una buena educación. En 1989, mientras cursaba estudios de posgrado como especialista en derecho civil e impartía simultáneamente clases en la Universidad de Leningrado, ayudó a Anatoli Sobchak, que entonces se perfilaba como futuro alcalde de la ciudad, a preparar su campaña en las primeras elecciones libres al Parlamento soviético. Once años después, dirigió la campaña de Putin a la presidencia de Rusia.

Quienes tratan con Medvédev aprecian buenas cualidades en él. En enero, en el foro de Davos (Suiza), Medvédev "se puso al corriente de los temas con gran facilidad y llegó a sentirse como pez en el agua con los empresarios occidentales", señala una de las personas que le acompañó. Se trata de "un jurista nato, capaz de imaginar astutos esquemas jurídicos y calcular las ventajas e inconvenientes de los esquemas de otros", escribía el diario Védomosti citando a un compañero de curso.

No todo son elogios. Medvédev ha sido responsable de los llamados programas nacionales, como vivienda, sanidad, educación, agricultura y demografía. Aunque los funcionarios aprueban su gestión, medios vinculados con la política social opinan que en torno a esos programas hay mucha propaganda, derroche y falta de sistema. Los modales suaves de Medvédev encubren "gran dureza, enorme vanidad y un burocrático sentido de la jerarquía", opinan quienes trabajaron con él.

En el último año, bajo los auspicios de la agencia Ria-Nóvosti, el delfín se ha reunido varias veces con los corresponsales extranjeros y ante ellos se ha expresado con sentido común y cada vez más distendido, pero jamás se ha apartado de la línea oficial y ha defendido el carácter monopolista de Gazprom.

Medvédev conserva aún el aire de hijo de familia acomodada al que le sonríe la vida, lo que contrasta con las infancias duras de Borís Yeltsin y Vladímir Putin. No se sabe pues lo que puede esperarse de él en caso de crisis. La apariencia de peso pluma, sin embargo, no debe inspirar conclusiones precipitadas considerando los precedentes de relevo en el Kremlin del pasado siglo. Ni Stalin, ni Nikita Jruschov ni Leonid Bréznev ni Mijaíl Gorbachov, cada uno a su manera, se ajustaron a las expectativas de la cúpula comunista que les había elegido.

En Rusia el poder se concentra en el presidente, al que es extremadamente difícil cesar. A no ser que exista un consenso para enmendar la Constitución, lo que de momento no es el caso, ésa es la realidad con la que deberán contar todos los miembros de la corporación que administra el país cuando Medvédev reciba el maletín nuclear y otros atributos de la presidencia. Y esto es válido también para Putin, sea cual fuere la relación que tuviera antes con su sucesor.

La posibilidad de que Medvédev actúe de presidente virtual y que el poder sea ejercido de hecho por el jefe de Gobierno, si éste se llama Vladímir Putin, es anticonstitucional y desestabilizadora. El líder no ha dicho si aceptará el cargo que Medvédev le ha ofrecido y los analistas están divididos. Unos piensan que Putin sólo pretende ayudar a Medvédev a obtener un sólido apoyo dejando que el electorado crea que va a seguir después junto a él como garante de la continuidad. En julio pasado, Medvédev criticó la "muy mala tradición" de la época soviética de prescindir de las "personas capaces" que por una razón u otra habían perdido su puesto. "Es muy importante conservar su experiencia y su capacidad organizativa", afirmó.

Vladímir Putin y Dmitri Medvédev, a su espalda, durante un acto oficial el pasado septiembre.
Vladímir Putin y Dmitri Medvédev, a su espalda, durante un acto oficial el pasado septiembre.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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