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Reportaje:La lucha contra el terrorismo

El asesino se sentó detrás

Uno de los etarras entró en el coche de los guardias y les disparó por la espalda

La camarera que les sirvió el café justo antes de que asesinaran a los guardias, la joven madre que fue secuestrada para robarle el coche, el taxista que los llevó en su alocada huida y que ha contado datos del desconcierto del hombre -"no sabía adónde iba"- y del torpe corte de pelo que lucía la mujer, la etarra Saioa Sánchez, a quien una testigo vio empuñando una pistola junto al vehículo en el que fueron asesinados los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero... Todos los franceses que tuvieron la mala fortuna de cruzarse en el camino de los terroristas de ETA han salido en la televisión o los periódicos contando detalles de la huida. De sus declaraciones y de los datos ofrecidos oficial u oficiosamente por los investigadores -un gota a gota a veces contradictorio- ya se puede ir construyendo un relato aproximado de cómo sucedieron los hechos, si bien el momento más dramático -el asesinato a sangre fría de los jóvenes guardias, sentados en su coche, desarmados, a merced de los criminales- tal vez encierre para siempre una cierta dosis de misterio.

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De lo primero que se habló fue de la casualidad, de la fatal casualidad que el sábado 1 de diciembre a las nueve de la mañana reunió en una misma cafetería de Capbreton y en mesas contiguas a dos policías y a tres terroristas -dos hombres y una mujer-. La primera versión que circuló fue que unos y otros se reconocieron mutuamente. La segunda teoría -que gana fuerza conforme avanzan las horas- sostiene que fueron los terroristas quienes se percataron de la presencia de los guardias y decidieron sobre la marcha seguirlos y asesinarlos. Aunque también hay quien apostilla que quizás no fuera la primera vez que los etarras -preocupados por su seguridad hasta rozar la paranoia- vieran a los agentes rondando por la zona. Lo único cierto -porque así lo atestiguan diversos testimonios- es que quienes primero abandonaron la cafetería fueron los guardias. Un testigo asegura que Saioa Sánchez fue tras ellos, y que incluso llegó a adelantarlos antes de que abandonaran el local. Otro que paseaba cerca del aparcamiento declaró haber visto a la etarra de pie junto al coche de los guardias, apuntando con una pistola al joven que ocupaba el asiento del conductor. Y es en este momento -el más cruel de todo el relato- donde los investigadores ya parecen tener una versión definitiva: los guardias Centeno y Trapero fueron asesinados por la espalda y desde el interior del coche. Uno de los terroristas se metió en el vehículo oficial -un Peugeot 405 con cierre centralizado- por una de las puertas traseras. Durante unos segundos, sin poder moverse, los agentes esperaron encañonados a que el terrorista registrara el coche, constatara que en efecto se trataba de policías españoles y disparara contra ellos a bocajarro.

Otro de los testimonios afirma que Saioa Sánchez condujo el Volkswagen Golf de color gris en el que huyeron los tres etarras hasta que, una hora más tarde, decidieron robar otro coche para continuar la fuga. Se fijaron en un Peugeot 307 ranchera. Lo conducía una mujer joven. "Salí de la peluquería, eran las once menos veinte. Fui a buscar mi coche al aparcamiento. Al dar marcha atrás se me cruzó otro coche. Apenas me dio tiempo a girar la cabeza y un hombre se había sentado en el asiento del copiloto. Me dijo que era policía y me pidió las llaves".

Fanny Tilhet, de 31 años, se convirtió durante una hora en rehén de los terroristas. "Al comienzo estaba muerta de miedo. Cuando oí hablar en español me dije que quizá fueran de ETA y que me iban a matar. Me dirigí a la mujer. Yo iba apretujada entre ella y el asiento de mi bebé. Le dije que tenía un marido y dos hijos de 20 meses y cuatro años, que eran lo que más quería en el mundo. Al principio no me contestó. Y luego me dijo: 'Tranquila, tranquila. Esta noche casa, marido, niños'. En ese momento me cogió la mano".

A Fanny la abandonaron, un poco más adelante, con la boca tapada y atada a un árbol.

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De su coche aún no se sabe nada. Los investigadores consideran que pudo llevárselo el terrorista que huido y de cuya identidad no sueltan prenda. ¿Se trata de Txeroki?, le preguntaron el jueves los periodistas al ministro del Interior. Alfredo Pérez Rubalcaba no dijo ni que sí ni que no, pero de lo que ya nadie duda es de que la operación en la que estaban participando los malogrados Centeno y Trapero pretendía dar caza a la cúpula dirigente de ETA, de la que, efectivamente, Mikel Garikoitz Azpiazu, Txeroki, parece ser su máximo dirigente. "Aunque eso es una obviedad", señala un alto mando español de la lucha contra el terrorismo, "todas las operaciones que desplegamos en Francia buscan precisamente eso: golpear a ETA cuanto más arriba mejor".

De los otros dos terroristas, de los que sí se tiene constancia porque ya han sido detenidos -Saioa Sánchez y Asier Bengoa-, se recupera el rastro el lunes, cuando intentan robar un Golf. El dueño se resiste y los pone en fuga. "Se fueron en un Renault Clio verde. Tenían un fuerte acento español". El cerco se estrecha. Tienen un accidente. Abandonan el Clio. La policía encuentra 142 casquillos de bala en su interior que pertenecen a la pistola semiautomática de la mujer terrorista, al revólver de Asier Bengoa y al arma con la que se mató a los guardias. Ya no hay duda. Fueron ellos. Ellos y el tercero, se trate de Txeroki o de cualquier otro asesino con un apodo igual de ridículo. El miércoles, Asier y Saioa son detenidos. Unos minutos antes, el taxista Thierry Bruel los lleva desde el hotel donde habían pasado la noche -ya vigilados por la policía- hasta la estación de autobuses. "Él llevaba un mapa en la mano. Parecía que no sabía adónde iba...".

Sólo falta el tercero. No es arriesgado aventurar que caerá, como caen todos, antes o después, desde hace 30 años.

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