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Crónica:LA CRÓNICA | OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

El recuento catalán

Soledad Gallego-Díaz

En las elecciones de marzo de 2004, los socialistas catalanes (PSC) sacaron 15 escaños más que el PP (21 contra 6). Fue esa impresionante barrida la que hizo que José Luis Rodríguez Zapatero consiguiera la mayoría necesaria para proclamarse vencedor y formar Gobierno. El PSC lanza a Zapatero a la presidencia, tituló uno de sus análisis EL PAÍS al día siguiente. Sin el PSC, el candidato socialista sólo hubiera tenido un escaño de diferencia sobre el candidato popular.

Es cierto que las elecciones de 2004 fueron atípicas y que en Cataluña es difícil alcanzar diferencias tan enormes (sólo sucedió algo equiparable en 1986, con la segunda, y arrolladora, mayoría absoluta de Felipe González). Aun así, la aportación del PSC a la victoria del PSOE ha sido siempre muy sólida: entre 10 y 8 escaños más de los que aportaba a su cesta común el PP catalán. Incluso cuando José María Aznar consiguió la mayoría absoluta en toda España, en el año 2000, el PSC consiguió levantar la bandera y apuntarse cinco escaños más que los populares. Son datos espectaculares. En Andalucía, el mayor feudo del PSOE, las diferencias socialistas no son superiores (los mismos 15 escaños en 2004, sólo 2 en 2000, 8 en 1996)

Los socialistas analizan la manifestación del sábado como un índice del malestar ciudadano y no del apoyo a CiU-ERC
El 'president' Montilla viene anunciando que el tripartito está bien consolidado y que no piensa cambiar de socios

Es comprensible, pues, la inquietud con la que los expertos electorales y los dirigentes del PSOE analizan la situación política catalana. Para ganar las elecciones, el PSOE necesita esos 10, 12, o más, escaños de diferencia que le debe proporcionar el PSC. Cualquier modificación en ese escenario, bien sea por un aumento de la abstención o por desvío del voto, tiene efectos complicados. Por eso, sin duda, ha sido tan grande la expectación, y la preocupación, ante el desarrollo de la manifestación del sábado, convocada por la Plataforma por el Derecho a Decidir, en protesta por el mal funcionamiento de las infraestructuras catalanas.

La Plataforma ya convocó otra manifestación en febrero de 2006 con bastante éxito, pese a contar sólo con el apoyo de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). En este caso hay que valorar que también había prestado su apoyo Convergència i Unió, lo que ya hacía suponer una participación todavía más numerosa. A la hora de la verdad, la asistencia a esta manifestación no se analiza como un índice del apoyo a los partidos de la oposición, sino como una señal bastante realista del malestar que han producido los sucesivos incidentes que ha padecido la ciudadanía catalana, especialmente en Barcelona y su cinturón, en los últimos meses y años: apagones eléctricos, suspensión de líneas de cercanías ferroviarias, socavones, etcétera. La manifestación del sábado ayuda a valorar en sus justos términos hasta qué punto esos incidentes han cuajado en un clima político de enfado y cansancio electoral. "Todo lo que supere los 125.000 asistentes de la convocatoria de 2006 serán malas noticias. Todo lo que quede por debajo será una inyección de ánimo", reconocía tres días antes un destacado dirigente socialista, en Madrid.

A la vista de los resultados del sábado, unos y otros hacen ya sus cuentas y analizan en qué se deben modificar los planes electorales ya trazados.

La manifestación ha coincidido, casi, con el primer aniversario de la investidura de José Montilla como presidente de la Generalitat, que se celebró el pasado miércoles. Montilla ha aprovechado para mandar algunos mensajes claros: considera que el tripartito está consolidado y no tiene la menor intención de poner en duda sus alianzas ni modificar sus acuerdos con vistas a una segunda legislatura catalana. Pase lo que pase en marzo, viene anunciando Montilla, el PSC no cambiará su posición ni buscará guiños con CiU.

El presidente de la Generalitat ejerce un liderazgo peculiar. Algunos consideran que el hecho de que no esté continuamente presente en la vida cotidiana de los ciudadanos, que no se lance a dar consejos sobre cualquier cosa, o que dé poco juego mediático, es más bien una ventaja que un inconveniente en unos momentos en los que los ciudadanos catalanes parecen estar más bien cansados de sus políticos. "Montilla no cansa" parece casi un buen lema de campaña, bromean algunos de sus seguidores.

En cualquier caso, el presidente de la Generalitat no parece haber cambiado su análisis respecto a 2006: si el presidente del Gobierno gana las elecciones de marzo, pero no tiene mayoría absoluta, debe buscar sus propias alianzas y apoyos, sin esperar que el PSC abra sus brazos a CiU o cambie de socios. A salvo de acontecimientos imprevistos, la estrategia del PSC no contempla ningún cambio radical en el escenario del tripartito.

"No son noticias excelentes", admite un parlamentario socialista, en Madrid, para quien la mejor novedad sería que Esquerra Republicana (ERC) perdiera fuerza, tanto en el Congreso de los Diputados como en Cataluña, y poder volver a contar con CiU como interlocutor preferente. Los ocho escaños que ganó Esquerra en 2004 han sido fuente de todo tipo de incomodidades y problemas para el PSOE en el conjunto de España. "Realmente no sería fácil gobernar teniendo que contar con los escaños de ERC y del PNV", reconoce el diputado del PSOE. "Por eso es tan importante saber interpretar la manifestación del sábado y luchar contra el posible cansancio del electorado catalán".

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