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'Blade Runner', 25 años

Convertida en película de culto, y con motivo de cumplir sus 25 años, se ha presentado la versión final de Blade Runner, que se estrenó en el pasado Festival de Sitges, se puede ver en el cine Verdi de Barcelona y saldrá a la venta en DVD el 11 de diciembre. Como todo mito, su valor radica en que da pistas para entender nuestro mundo y estos años han demostrado cómo ha sido referencia, no sólo para las sucesivas películas de ciencia-ficción, sino también en textos de arquitectos, teóricos del arte, sociólogos, filósofos, antropólogos, economistas, psicólogos o escritores, y en obras de diseño, moda o cómic. Blade Runner, con muchos registros a la vez (cine negro, ciencia-ficción, reflexión sobre la existencia humana, etcétera) ha sido un hipertexto imprescindible para quien trate de la posmodernidad, el control social o las distopías. Y no sólo esto: las ciudades cada día tienden a parecerse más a los escenarios de la película.

La película de Ridley Scott demuestra que la ciudad del futuro tiene un corazón antiguo y ecléctico

Compararla con Casablanca (1943), mítica para otras generaciones, permite dilucidar razones que hacen que una película se convierta en símbolo colectivo. Casablanca y Blade Runner no son tanto obras de autor como obras colectivas, casi anónimas, suma de aportaciones; por lo tanto, y al mismo tiempo, son complejas, directas e imperfectas; remiten también, de manera shakespeariana, a los arquetipos humanos y a las cuestiones básicas de la existencia. Casablanca representó el deseo de democracia en los años del nazismo y la II Guerra Mundial, y Blade Runner, producida durante los debates sobre la ingeniería genética, representa la crisis de los grandes relatos y de la confianza en el progreso. Sobre Casablanca hay un libro clásico, profundo y bien escrito, del profesor catalán José Antonio González Casanova, subtitulado Una historia y un mito en Kairos (1994) y bastante de lo que allí se escribe sobre la película que terminó dirigiendo, tras cambios en el guión y el rodaje, Michael Curtiz, podría aplicarse a Blade Runner. Las coincidencias se multiplican: ambas pasaron por vicisitudes y problemas, con guiones de distintos desarrollos y diversos finales tanteados. Ahora Ridley Scott, que ha seguido retocando la película, presenta una versión con mejores imágenes y sonido, un truco comercial para sacar provecho de la fama.

El protagonista de ambas, un hombre duro y cínico, a la vez leal y ético, con el rostro existencialista de Albert Camus, se llama Rick. En ambas cada personaje responde a arquetipos: el héroe, lo femenino, el rival que se sacrifica, la víctima convertida en héroe. Ridley Scott declaró que quería que Deckard fuera una especie de Humphrey Bogart. Y aunque Scott la dirigiera, su filmografía posterior, tan irregular, reafirma que en Blade Runner hubo coincidencias irrepetibles: la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), de Philip K. Dick (que Scott reconoció no haber leído); los escenarios sugeridos por Moebius y Dan O'Bannon; los decorados y máquinas futuristas del diseñador industrial Syd Mead; las maquetas y efectos especiales del equipo de Douglas Trumbull; el primer guión de Hampton Fancher, quien tuvo la idea de convertir la novela de Dick en película; el guión definitivo de David Peoples; unos actores sumamente especiales, y la música de Vangelis.

La acción de Blade Runner se sitúa en un imaginado Los Ángeles de 2019, que se parece a Tokio, Hong Kong, Shanghai o São Paulo. En la base se extienden formas urbanas europeas de calles, pórticos y galerías, de ciudades como Milán, y en lo alto emergen los rascacielos y las torres de extracción de petróleo. Filmada en los estudios de la Warner (al igual que Casablanca), hay escenas rodadas en tres lugares reales de Los Ángeles: los interiores del Bradbury Building (1893), abandonado cuando se filmó y ahora lujosa sede de bufetes de abogados; la casa Ennis-Brown de Frank Lloyd Wright (1924), que sirve para componer un inmenso rascacielos con interiores y exteriores hechos con las orientalizantes piezas de piedra diseñadas por Wright, donde vive Deckard, y la Union Station (1939), utilizada fugazmente cuando Deckard visita al jefe de policía Bryant. Las referencias a arquitecturas futuristas, extraídas de los dibujos de Sant'Elia y de Metrópolis de Fritz Lang (1929), demuestran que la ciudad del futuro tiene siempre un corazón antiguo y ecléctico.

Emblema de la condición posmoderna, la acción discurre en un mundo híbrido y heterogéneo, hecho de fragmentos y superposiciones, poblado de animales artificiales y androides, abigarrado de razas y subculturas, en el que el policía Gaff habla una interlingua o lingua franca, símbolo máximo del collage, una jerga hecha de idiomas como inglés, francés, italiano, español y árabe. Si en Casablanca la frase "siempre nos quedará París" hace referencia al amor y a la libertad, Los Ángeles 2019 nos remite a la inquietante pregunta clave: el futuro de la humanidad, que no tiene otro escenario posible que las metrópolis.

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Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (UPC).

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