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Reportaje:LO MÁS ÚTIL | EL VIAJERO HABITUAL

Neoturista rural

En el siglo XX, un turista rural era aquel que, en sus vacaciones, buscaba el contacto con la naturaleza, tranquilidad y calidad medioambiental, se hospedaba en casas de arquitectura sencilla, típicas de la zona elegida, y gustaba de conocer a los habitantes de la zona. Entre ellos se contaban los turistas de regreso, es decir, aquellos que habían dejado atrás el pueblo para aprovechar las oportunidades de la ciudad, y sin falta, cada verano regresaban a su lugar de origen, donde solían conservar casa, familiares y amigos.

Ambas modalidades de turistas ya no son lo que eran. El turista rural del siglo XXI parece haberse alejado de sus orígenes, y las nuevas generaciones cada vez regresan menos a los pueblos, según el estudio Radiografía del viajero rural 2007, elaborado por el sitio web Toprural.com. Las motivaciones de los neoturistas rurales tienen ahora menos que ver con la naturaleza que con la proximidad y el precio de los alojamientos. También buscan paz, tranquilidad y soledad, pero, eso sí, en pequeñas dosis, con un puente o una escapada de fin de semana como término medio. Y las estadísticas dicen que son previsores, lo tienen todo calculado al milímetro: la Red da cobijo a millones de páginas dedicadas al turismo rural y su comunidad es muy activa. En foros, cuadernos y bitácoras responden a los interrogantes de novatos y desorientados -¿cómo me gasto mi bono rural? ¿Dónde puedo encontrar un castillo para vivir como en el medievo durante unos días? ¿Se puede ir a Islantilla sin coche?-, se intercambian consejos y todo tipo de recomendaciones, desde una puesta de sol en Suances hasta la novela En la soledad de las ausencias, de Juan Micó Navarro, que relata las vivencias de un urbanita de la década de los sesenta en su primer contacto con la naturaleza en una masía de Penáguila (Alicante).

En general, los neoturistas rurales demandan que los alojamientos tengan sitio web propio, con abundantes fotos del inmueble -triunfan más los hoteles que las casas- y de la zona; leen y releen las opiniones de quienes ya han pasado por ahí, exigen limpieza y valoran el entorno natural y los lugares de interés de las proximidades. En particular, procuran que su hospedaje luzca una decoración actualizada, tenga jacuzzi, biblioteca, DVD, microondas y una buena oferta gastronómica. Y todo ello por un precio razonable: la media es de 169 euros por persona durante un fin de semana -aunque el precio es el principal argumento de quienes aún no han probado esta tipología turística-. Satisfechas sus exigencias, hacen la reserva con antelación y casi siempre por teléfono, aunque cada vez se utiliza más el correo electrónico para las gestiones.

Llegado el día, se montan en su coche particular. En el asiento del copiloto, la pareja; en el trasero, hijos -hay unanimidad: el rural es el mejor escenario para los más pequeños- o amigos. En las maletas suelen llevar folios, que han impreso en casa o, a última hora, en el trabajo, con rutas de senderismo, enclaves dignos de visitar, los mejores restaurantes de la zona con sus correspondientes especialidades típicas...

El turismo rural reina en Internet, donde se puede encontrar todo tipo de información. En las librerías también hay guías especializadas, aunque muchas de ellas insisten más en los alojamientos -las codiciadas "casas con encanto"- y su equipamiento que en proponer qué hacer tras contemplar la decoración y degustar el exquisito y natural desayuno casero. Los verdaderos amantes del neoturismo rural repiten purificadora experiencia dos o tres veces al año, y en muchos casos, de vuelta a casa encenderán el ordenador para comentar y puntuar su escapada -que, en general, suele ser satisfactoria, señala el estudio.

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