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Entrevista:

Noah Gordon, carta de amor a España

Yolanda Monge

Dice que descubrió España con Hemingway y el 'Quijote'. Que luego, en su primera visita, el flechazo le marcó para siempre. Arrinconado en su Estados Unidos natal y aplaudido en Europa, Noah Gordon se sumerge en las guerras carlistas y la viticultura en su nuevo libro, 'La bodega'.

Mucho pasó el año en que nació Noah Gordon. Al Smith era elegido gobernador de Nueva York y muchos rezaron para que se convirtiera en el primer presidente católico de Estados Unidos "faltaban aún cerca de cuatro décadas para anotar ese hito en la historia". Pasó que en Alemania, un hombre llamado Paul Joseph Goebbels era nombrado jefe de la sección berlinesa de un grupo político conocido como el Partido Nazi. En Italia, el dictador Benito Mussolini reinstauraba la pena capital. Henry Ford creaba el Model T, el coche "que puso a América sobre ruedas". Costaba 350 dólares. El ingreso medio anual en Estados Unidos pasaba, poco, de los 1.300 dólares. El pan se vendía a nueve centavos, y el litro de gasolina, a algo más de dos.

"Para este libro pasé muchas jornadas visitando viñedos, hablando con expertos y...¡catando vino sin parar!"
"Siento que cualquiera de los candidatos demócratas puede ser un gran presidente, pero yo admiro a Obama"

Mucho pasó en 1926. Los felices años veinte entraban en su recta final. En Nueva York, los empresarios se lanzaban desde las ventanas tras el martes negro de 1929. El crash inauguró una década marcada por la Gran Depresión. Subían al poder los fascistas italianos y los nazis alemanes. Se declaraba la II República en España, tras la victoria en las urnas de los partidos republicanos. Proclamación que el general Franco se encargó de reventar al iniciar una guerra civil que acabaría en 1939. A falta de un año para la década de los cuarenta, España iniciaba una larga dictadura y el mundo entraba en guerra.

Para entonces, el pequeño Gordon sólo contaba con 13 años. A sus 15, el país que le vio nacer se sumaba a la II Guerra Mundial. Estaba seguro de que los combates habrían acabado mucho antes de que tuviera edad suficiente para empuñar un fusil. Pero pasó un año de matanzas. Y otro. Y otro. Cuando se graduó en el instituto en febrero de 1945, la muerte reinaba en Europa. Las chimeneas de los campos de concentración seguían expulsando humo. El joven Gordon se alistó y se preparaba para la batalla al unísono que Estados Unidos planeaba para invadir Japón. Casi al mismo tiempo, al presidente Truman se le informaba al oído durante una reunión: "The baby is born [el bebé ha nacido]". La bomba atómica estaba lista para ser lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki. Las bombas sobre Japón "salvaron mi vida e impidieron que tuviera que matar a ningún ser humano", dice Gordon. "Acabé mi servicio sin heroísmos, como un oficinista del Ejército en un más que aburrido trabajo en San Francisco".

Hasta aquí, media historia cargada de cadáveres del convulso siglo XX. Hasta aquí, ni siquiera dos décadas de la vida del hoy consagrado escritor Noah Gordon, de Worcester (Massachusetts). Acabado el conflicto armado más grande y sangriento de la historia (moría el 2% de la población mundial, 60 millones de personas), el Gobierno de Estados Unidos se dotó de una ley conocida como G. I. Bill, que daba la oportunidad a los que sirvieron en el Ejército de estudiar en la Universidad. "Ahí comenzó todo". Como si el tiempo apenas hubiera pasado, Gordon traslada la conversación de hace más de 60 años con sus padres. "Ellos no podían pagarme estudios universitarios, y mucho menos lo que ellos deseaban, que me convirtiera en médico, que son los estudios que comencé". Nada que ver con la vocación. Para sus padres, la profesión médica representaba seguridad financiera, algo que la familia no había tenido nunca. No era un detalle menor el hecho de que en algunos campos de concentración los médicos fueron los últimos judíos enviados a las cámaras de gas. Pero Gordon abandonó la medicina sin decir nada en casa y comenzó a estudiar periodismo. Desde niño tuvo claro las dos cosas que quería hacer durante su existencia: ser periodista y escribir historias. Caminando por las calles de Boston, donde a finales del siglo XVII nacía el primer periódico de Estados Unidos, se confiesa satisfecho y afortunado con lo conseguido. Fue periodista en el antiguo The Boston Herald y es escritor de éxito, aunque haya que aplicarle la frase bíblica que dice que "nadie es profeta en su tierra". De su primera profesión sigue sintiendo nostalgia (da la sensación de que desearía ser él quien hiciera la entrevista: "Echo de menos la profesión, me fascina"). La segunda le lleva esta semana a España a la presentación de su octavo libro, La bodega (Roca Editorial), que se lanza oficialmente el 24 de octubre.

Usted ha dicho: "Este libro es mi carta de amor a un país".

¡Y lo es! Empecé a viajar tarde a España. Ya era un hombre de mediana edad cuando desarrollé un afecto profundo por su gente, su cultura y ¡sus vinos! Fue un enorme placer descubrir las glorias del buen vino. Pasado el tiempo, llegué a constatar que deseaba escribir sobre un hombre que viviera en España y que se atreviera a soñar con la posibilidad de elaborar un buen vino? No quiero que se piense que digo esto porque voy a publicar un libro allí, pero soy un fan acérrimo de España. Allí tengo familia [un hijo que le ha dado una nieta "española"] y me encanta pasar temporadas. Yo crecí en la época de la Gran Depresión en Estados Unidos. Todos tuvimos que luchar para salir adelante, y mi familia no fue una excepción. No tuvimos la oportunidad de viajar y conocer mundo. Eso sí, en Estados Unidos teníamos la suerte de tener un gran sistema de bibliotecas públicas? así que desde niño empecé a hacer incursiones y a escapar de la realidad sombría a través de los libros. Leí a Hemingway hablando de España. A Cervantes. Pero cuando llegué, descubrí que la España que visitaba ya no era ni la de Hemingway? ¡ni, por supuesto, la de Cervantes! Era una España totalmente diferente, un país maravilloso.

¿Por qué una novela acerca del mundo del vino con España como escenario?

El vino es delicioso [parece una buena razón], tiene un aura de misterio. A medida que iba leyendo sobre su historia [en su despacho tiene más de una decena de libros dedicados al tema] fui llegando a la conclusión de que podría escribir un libro interesante tomando como protagonista a un viticultor.

Situémonos en la ficción. Todo comienza en la región de Languedoc, en la Francia de finales del siglo XIX. Allí sucede el flechazo: Josep Álvarez ?un joven catalán de origen humilde, jornalero, pero ya curtido en el amor y las intrigas políticas? comienza a trabajar para un viticultor francés y se enamora de forma obsesiva del arte de la elaboración del vino. Hasta Languedoc le ha empujado una huida hacia delante. Ha cruzado la frontera a Francia desde su tierra natal, tras verse mezclado de forma involuntaria en el asesinato del general Prim, en plenas guerras carlistas. Pero muere su padre, y aun a riesgo de caer en manos de la justicia, Josep emprende el regreso a casa. La tradición del hereu le otorga la propiedad sobre la finca familiar. Su pasión por la viticultura le revuelve el estómago: es hora de poner en práctica los conocimientos adquiridos durante sus años en Francia. Le envuelve la obsesión por sacar adelante su propio vino. Se enfrenta a sí mismo, a su soledad, a las plagas, al terreno imposible, a sus menguados recursos. A la elaboración de un buen vino. Y junto a Josep se van paseando los habitantes de la ficticia Santa Eulàlia: la joven viuda Marimar y su hijo Francesc; Nivaldo, el tendero; el cura; Donat, el hermano obrero? Descripciones culturales en el transcurso de episodios históricos teñidos de ficción.

Noah Gordon ya había situado otro de sus libros en España. Quizá la curiosidad por acercarse a sus propios orígenes (el autor asegura provenir de una de las 12 tribus fundadoras de Israel) fue lo que le llevó a escribir El último judío (2000). La novela viajaba en el tiempo a la España de hace más de 500 años, a la época de la Inquisición, tras los pasos de tantos judíos expulsados u obligados a convertirse.

Pero? ¿las guerras carlistas?, ¿el asesinato del marqués de los Castillejos y conde de Reus?

[Se ríe, ríe mucho este hombre. Ríe y contagia la sonrisa]. Yo no sabía nada de esa parte de la historia española, nada de la historia de Prim [confiesa, avergonzado, cuando quizá buena parte de la actual población española tampoco tenga noticia del político liberal que hizo rey de España a Amadeo I, del general que protagonizó la revolución que destronó a Isabel II]. Pero empecé a estudiar y estudiar. Y a documentarme. Y encontré algunas cosas interesantes, como el hecho de que el asesinato de Prim se parecía mucho al asesinato de Kennedy en Estados Unidos. ¿Qué y quién estaba detrás de su asesinato? ¿Estaba Cuba? ¿Castro? ¿La Mafia? Nadie sabe, probablemente nunca lo sabremos. En el caso de Prim, lo mismo. No sabemos. Parece que había implicaciones políticas. Metieron en la cárcel a un par de personas, pero nadie fue detenido, nadie sabe por qué fue asesinado. Tenía políticos enemigos, pero había tanto que no se sabía, que mi imaginación? se puso a trabajar. Hay parte de estas vidas fascinantes que por alguna razón me atraen, quizá porque no voy a poder vivirlas yo mismo.

La frontera también tiene un lugar privilegiado en 'La bodega'. Hay historias fascinantes en la frontera española: los carlistas fugitivos; Antonio Machado y Walter Benjamin murieron allí?

Siempre recuerdo a mi abuela contándome cómo se quedó atrapada entre las fronteras de Alemania y Rusia. Finalmente logró cruzar. Si tienes un familiar que llegó a un país pasando penalidades? la frontera juega un papel en tu vida, tu punto de vista sobre la inmigración se vuelve más comprensivo. Mi familia viene de la Rusia blanca. Mi madre nació en Estados Unidos, pero mi padre llegó al mundo en Rusia. Sabía algo de inglés porque en la escuela donde estudiaba le enseñaron algo, pero poco. Tenía 12 años cuando entró en Estados Unidos. Sé lo que es inmigración. No sé lo que supone morir en el desierto de Arizona. Pero si alguien es capaz de arriesgar la vida, de querer ganar dinero para sus hijos y enviarlo a México, quiero que esa persona sea conciudadano mío. Cuando yo era pequeño no teníamos dinero, pero disfrutábamos de mucha libertad, seguridad, oportunidades: ésa es la historia de América.

Noah Gordon declara, con la amplia a que pronuncian los nativos de Boston: "América es el único lugar del mundo donde un emigrante no tiene que renunciar a su forma de vida".

Josep es un hombre que se hace a sí mismo. Empieza trabajando para Leon Mendes en Francia y termina vendiéndole su propio vino. De trabajador a propietario. Esto es muy americano?

Casi todos mis personajes encajan en el prototipo norteamericano: el chico humilde, a menudo inmigrante, que trabaja duro hasta alcanzar el éxito. Soy descendiente de inmigrantes, por lo que supongo que parte de ese pasado acaba en mis historias. Además quería escribir sobre un hombre que viviera en España y que se atreviera a soñar con la posibilidad de elaborar un buen vino. Mi protagonista sería inteligente, aunque iletrado, de mente compleja pero personalidad sencilla, un hombre de campo con una cercana relación con sus viñedos. Decidí elegir el escenario que me parecía más interesante: la época en la que las guerras carlistas acababan con la vida de mucha gente mientras la filoxera arrasaba las viñas. Pero para poder hablar de la filoxera tenía que utilizar las guerras que enfrentaron a los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón y al Gobierno de Isabel II. Imaginé a mi protagonista como descendiente de jornaleros, por lo que fue indispensable que me documentara acerca del reparto de la tierra.

Investigador sistemático. Escritor ordenado. Fotografías de la vida de su familia rodean su mesa, bajo una ventana que muestra un árbol cuyas hojas ya se han rendido al otoño bostoniano y comienzan a teñirse de rojo. Se disculpa porque la mujer de la limpieza no ha acabado su trabajo y sigue trasteando por la casa, se preocupa por si la aspiradora dificultará la grabación de la entrevista. Se disculpará, bromeando, cuando, al abandonar ambos la residencia en su enorme coche ("mi hija me regaña por no tener todavía un híbrido"), proclame el día como la "jornada de la limpieza", con los cubos de basura volcados en el perfecto y cuidado jardín, tras el paso del camión de la basura. Tiene una docena de paquetes de folios al lado de su ordenador, como si estuvieran preparados para su nuevo trabajo. "Me gustaría escribir un libro de relatos. Me he dado cuenta de que tengo como una docena o más de ideas en las que me gustaría trabajar, y creo que, si soy suficientemente afortunado de terminarlo, mi próximo libro será de historias breves". Noah Gordon ha vendido millones de libros. En España, su nombre siempre aparece en las listas de hábitos de lecturas del Ministerio de Cultura. Hombre leal. En el amor y en el trabajo. Su compromiso con la mujer con la que se casó hace casi 60 años parece intacto al paso del tiempo. "Creo que durante la existencia de un escritor, los momentos duros están garantizados, y Lorraine y yo hemos tenido nuestra dosis. Pero afortunadamente he sido un escritor tardío, por lo que he podido apreciar lo que significa con mucha más serenidad"; "con la aparición de Lorraine, la vida ya nunca fue la misma". Dice que si una relación se abona, se llega al final feliz. Como en sus libros. Su fidelidad se extiende a la profesión. En un mundo que parece dominado por el dinero, Gordon ha decidido unir su destino a Roca Editorial. La amistad con el equipo que desde Ediciones B lanzara en 1988 al autor norteamericano con El médico ha hecho que, ahora que los derechos de sus obras han caducado en España, Gordon haya decidido abandonar esa casa editorial ?donde está publicada toda su obra? y seguir a su editora Blanca Rosa Roca en su nuevo sello, a pesar de haber recibido ofertas más jugosas.

¿Cuánto tiempo le llevó investigar y escribir 'La bodega'?

Normalmente investigo a lo largo de un año y luego dedico varios años a la escritura del libro. Esta vez, varias cosas se interpusieron en el camino: la enfermedad de dos miembros de mi familia robó buena parte de mi tiempo. Tampoco es un secreto que mi propio envejecimiento no me permite tantas licencias con mi cuerpo [adopta un tono muy serio al decir esto; en varias ocasiones durante el encuentro evita dar más detalles sobre su familia, o cuando los da, pide que queden fuera del dominio público]. Intenté convencerme de que podría escribir la novela mientras estaba semirretirado, lo cual demostró ser del todo falso. Sin apenas darme cuenta, habían pasado más de media docena de años desde la aparición de mi libro anterior. Finalmente, hace más o menos un año volví a escribir a jornada completa, a trabajar a diario. Me sentí bien. Me recordó a hace muchos años, cuando yo era un reportero de un periódico de Boston. Recuerdo un verano de estos duros, imposibles de soportar en la redacción, atado a la mesa, con los teléfonos sonando y los jefes encima? De repente logré convencer a mi superior de que me permitiera hacer un reportaje sobre las islas de alrededor y durante una semana estuve navegando, paseando, hablando con los lugareños. Fue idílico. Al cimentar este libro he vivido algo parecido, porque pasé muchas jornadas visitando viñedos, hablando con expertos y? ¡catando vino sin parar! Como ve, ¡acabé el libro sin ningún problema!

¡Cómo no enamorarse de él? ¡Afortunada Lorraine! Cuando con galantería te rebaja la edad en más de una década y te mira seguro de sí mismo desde sus limpios ojos azules. Cuando decide ofrecerte todo el tiempo del mundo para que le hagas preguntas y más preguntas, incluso irrelevantes, simplemente curiosas y prácticas para la vida de alguien que vive en Estados Unidos. Cuando consulta su reloj, por segunda vez, y decide que se acabó, que es hora de ir a comer. Pero los dos. "Seguimos charlando frente a un plato de sushi". Con la tempura supero el hechizo de sus ojos tranquilos y me atrevo a criticarle la novela.

El personaje de Marimar? no me resulta creíble. En pleno siglo XIX, una mujer soltera, madre de un hijo, que no se ata y cultiva sola sus tierras como si fuera un hombre. Me temo que mis antepasadas estaban bastante peor que eso?

Estaban mal, muy mal. Vivían en condiciones durísimas. No se las consideraba. No tenían derechos de ningún tipo. Eran prácticamente invisibles. Pero si bien es verdad que no era fácil ser mujer, tampoco lo era ser hombre de la clase trabajadora? la pobreza lo inundaba todo. No tenían protección de ningún tipo. Carecían de sindicatos?

Señor Gordon, aplicando la lógica bostoniana? le supongo demócrata.

[No da tiempo casi a que acabe la frase. Se ajusta coqueto los tirantes negros sobre una impecable camisa de Ralph Lauren]. De toda la vida. Yo siempre he sido demócrata, mi familia siempre ha sido miembro del Partido Demócrata. Soy demócrata [insiste, pero? ya le he criticado la novela? no le pienso parar]. Y estoy francamente emocionado por el tiempo que se avecina. Siento que cualquiera de los candidatos demócratas puede ser un gran presidente. Mi seguridad se acrecienta porque ninguno del otro lado [republicanos] es, digamos, muy prometedor [ríe]. Siempre he sido un gran defensor de los Clinton, y mi mujer es una fan ?¿recuerdan a Lorraine??, adora a Hillary [Clinton]. A mí también me gusta, pero yo admiro a Obama [Barack]. Tenemos esa pelea en casa, lo cual es muy sano. Aunque fuera de broma, creo que cualquiera de los dos haría un buen papel. ¡Yo sólo espero que si ella sale elegida, le dé a Obama un buen trabajo!

Como demócrata? ha sido, está siendo, un tiempo realmente difícil.

Me temo que sí. Los republicanos han estado mucho tiempo en el poder y han adoptado políticas nocivas. Todas las normas de recortes de libertades después del 11 de septiembre. Me entristece pensar que la imagen de Estados Unidos como el país donde siempre tienes tus libertades protegidas, donde siempre tienes derecho a un juicio justo, ha desaparecido. Con la Administración de George Bush [hijo], esto ha cambiado. Pero estoy seguro de que es reversible. Aunque no podemos dejar de preguntarnos cuánto daño se ha hecho ya a la imagen de EE UU en el extranjero. Voy a España, a Europa, y me preguntan qué está pasando. Tras los atentados del 11-S había una muy buena voluntad y solidaridad. Pero ahora se ha derivado en un enorme antiamericanismo. No me gustan las guerras sin sentido. No me gustó Vietnam. No me gusta Afganistán ni me gusta Irak. Pero no hacemos nada. Hablamos de ello, decimos "no me gusta". Y nada más. La solución no es fácil. Si nos vamos de Irak, ¿cómo van a ser las cosas?, ¿peor? Pero si ya se están matando? Si nos vamos, la culpa podrá con nosotros. Si continuamos, seguiremos enviando a jóvenes americanos, pobres, de los estratos sociales más desfavorecidos, a la muerte.

No es una, ni dos? son tres las veces que el octogenario escritor se refiere a la muerte, a la ajena y a la suya propia. Es conmovedor. Sabe que su tiempo es limitado. Sabe que puede que no le alcancen los años para escribir una nueva novela. Sabe que ya nunca le llegará en su propio país el éxito que le ha seguido siempre en Europa. Parece que el equipo de béisbol de la ciudad, los Red Sox (los Medias Rojas), no es el único, a excepción de los Kennedy, al que persigue un maleficio. La primera novela de Gordon, El rabino (1965), estuvo 26 semanas en la lista de libros más vendidos del The New York Times. Pero El médico apenas vendió 10.000 copias. A menos de una hora al noroeste de Boston se encuentra Powell, la cuna de la Revolución Industrial americana, y también de Jack Kerouac, el narrador y poeta de la generación beat. Oliver Wendell Holmes ya era un poeta reputado cuando proclamó Boston como el "centro del universo". Esta afirmación daría para horas de debate. Pero lo que es indiscutible es que Boston y alguno de sus alrededores (Concord) han compuesto parte del universo literario norteamericano. El más importante pensador estadounidense, Ralph Waldo Emerson, vivió y escribió aquí. Su discípulo Henry David Thoreau se inspiró en el cercano Walden Pond para escribir su mejor libro. Louisa May Alcott enseñaba al mundo la ciudad en Mujercitas. Nathaniel Hawthorne, autor de La letra escarlata, ocupó durante un tiempo la casa donde Emerson escribió su ensayo Nature. La lista de poetas que se educaron o vivieron en Boston y Cambridge puebla el quién es quién de la literatura norteamericana: T. S. Eliot, Sylvia Plath, Robert Frost, John Greenleaf Whittier?

No está Noah Gordon. En el aire queda el gran misterio. Gordon es un norteamericano que escribe sus novelas en Norteamérica, principalmente con temas de fondo norteamericanos, pero que recoge los premios, asiste a las cenas en su honor y tiene millones de lectores en el extranjero.

Una vez más, Gordon se ha sumado a la novela histórica en una época propicia a la misma, "quizá porque cada vez sentimos más nostalgia del pasado y más curiosidad por saber de dónde venimos", explica. "Ojalá revivir el pasado sirva de algo, ojalá podamos aprender de los errores. Pero me temo que no es así. La expulsión de los judíos de España ocurrió hace cinco siglos. Pero en pleno siglo XX asistimos al Holocausto".

¿Y los españoles, aprendemos los españoles?

Cuando se trata de pelearse, los españoles son sus peores enemigos.

Ésa es una frase de la novela, señor Gordon? ¿Sólo de la novela?

[Noah Gordon sonríe?]. He escrito una carta de amor a España?

El libro 'La bodega', de Noah Gordon, se edita en España el 24 de octubre por Roca Editorial.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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