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Reportaje:RUTAS URBANAS

Cita con el yo en Berggasse, 19

La mítica dirección de la consulta de Freud, un imán turístico en Viena

La casa de Freud es un oasis para quienes buscan en Viena algo más que bombones y tipos vestidos de Mozart tratando de colocar entradas para conciertos. No sólo se trata del lugar donde Freud vivió más tiempo seguido, desde 1891 a 1938, sino de un museo que contiene 22.000 piezas, desde autógrafos a libros, desde fotos a objetos personales.

En un amplio piso, ubicado en la entreplanta del número 19 de la céntrica calle Berggasse de Viena, Freud vivió, con su mujer y sus seis hijos, el periodo más fértil y crucial de su vida. Aparte de comer, dormir y lo demás del día a día, allí pasaba consulta, escribía y tejía la sutil red del psicoanálisis para atrapar los sueños de la razón y los más enrevesados pliegues de la psique.

Inaugurada en 1971, y tras sufrir varias remodelaciones, la casa-museo -que recibe cada año 65.000 visitas- es una vivienda impregnada de esa comodidad burguesa que Freud se había ganado con su trabajo incansable. Por eso le costó tanto tener que abandonarla el 4 de junio de 1938. Su hija menor, Anna, también ella psicoanalista, acababa de ser detenida por la Gestapo durante 24 horas. A sus 82 años decidió emigrar a Londres con buena parte de su biblioteca y su colección de tres mil antiguas estatuillas. Poco pudo disfrutar de eso en su nuevo domicilio, en Maresfield Gardens, número 20, donde moriría de cáncer un año después. Y murió en libertad, tal como deseaba. Anna Freud no quiso alterar la última morada de su padre en Londres, pero colaboró para fundar el museo en la antigua casa familiar de Viena.

Sólo el recibidor conserva muebles originales, pero lo que importan en realidad son los cientos de fotos y objetos, cartas y documentos, que se despliegan en 10 espacios distintos, procedentes de la vivienda y la consulta del psicoanalista. Poco antes del exilio de Freud, el fotógrafo Edmund Engelman realizó un reportaje exhaustivo de la casa, y gracias a sus fotos se pudieron reconstruir ambientes y decoraciones con gran precisión. El espíritu de Freud queda patente en sus libros y escritos expuestos. Lo mismo que su humor, a prueba de barbaridades. Cuando en 1938 los nazis quemaron sus libros en Berlín, comentó: "Estamos progresando. En la Edad Media me habrían quemado a mí". Ese mismo año, los nazis de Viena pusieron una esvástica en su portal vienés.

Muchos pueden ser los acicates para ir a esta casa-museo, desde rendirle homenaje al genio hasta satisfacer el lujo de la curiosidad, o para estudiar en su biblioteca "viva", así llamada por disponer de libros consultables en el acto sin trabas burocráticas. También hay un salón para conferencias, simposios y presentaciones de libros. Y un cuarto estrecho donde pasan vídeos de la vida familiar comentados por su hija Anna.

Tiempo es lo que se necesita en una casa como la de Freud, donde las primeras ediciones de sus libros compiten con el ingenio de sus misivas no lejos de sus cepillos de uñas y sus cortapuros. Junto a una ventana, un diván de color gris se alza como símbolo del psicoanálisis (el mueble original se encuentra en el Museo de Freud de Londres), aunque nadie se recuesta en él faltando lo primordial, alguien que escuche y entienda.

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Ego, superego, 'id'

Debía de dar pereza salir de una casa tan hogareña, y al mismo tiempo llena de penumbras silenciosas, para escribir o bucear en el ego, el superego y el id, entre otras fronteras. Sin embargo, a Freud le gustaban los viajes y aprovechaba sus vacaciones para visitar ruinas. Italia fue su meta habitual. En la arqueología, sus estratos y reconstrucciones, vio un parecido con el psicoanálisis, que busca los fragmentos de los recuerdos, no sólo el comportamiento del sujeto. A veces se inspiraba en su propia colección arqueológica para interpretar sueños o neurosis. Entre las 80 piezas donadas por Anna Freud al museo de su padre figuran unas estatuillas egipcias del periodo arcaico (mediados del siglo VI antes de Cristo) con las cabezas y los cuerpos juntos como si fuesen capirotes humanos. Llama también la atención una figura de madera de Horus, dios egipcio con cabeza de halcón que Freud tenía bien visible durante las sesiones en su consulta. Sacaba punta a esas formas fálicas, en especial cuando Philipp, el hijo de un conserje, que estaba en tratamiento, le hizo escuchar por primera vez "el término vulgar para relación sexual".

La casa de Freud sirve como atalaya para ver el otro lado de las cosas y personas, un lado nuevo, no sólo oscuro, aunque eso no hace olvidar la realidad, o que la calle Berggasse esté en medio de Viena, y Viena, en medio de un mundo globalizado. En la parte alta de la calle han puesto un restaurante chino llamado Mondial. No lejos anda La Philosophie du Boudoir, una tienda de ropa interior que despacha camisones muy vaporosos. Frente a su casa se ubica Maritimo, un concesionario de motores marinos, sueño profundo en Austria donde los haya. Luego, junto al mismo portal, hay un despacho de lotería, donde por 80 céntimos de euro uno puede echar su primitiva y ser millonario.

Freud nació en 1856 en Freiberg, un pueblo de la Moravia checa, ahora llamado Pribor. No tenía cuatro años cuando su familia se trasladó a Viena, la ciudad de sus sueños en todos los sentidos. La capital del Imperio Austro-Húngaro estaba en su esplendor, con sus palacios de mármol como nata blanca llenos de salones cuajados de decoraciones no menos empalagosas. Lujo desbordante para un imperio que bailaba el vals de las olas en el Danubio como si el mundo pudiera fijarse como un entorchado en el uniforme. A Freud le llevaban de niño al Prater, el parque de atracciones de Viena, y se supone que le gustaría lo mismo que el strudel de albaricoque, el escalope a la vienesa y otras delicias de la ciudad que se derrite por Mozart y la tarta Sacher, de bizcocho y chocolate.

El museo enseña en cambio que a Freud le gustaba pasear, fumar puros, investigar los efectos de la cocaína y, sobre todas las cosas, seguir profundizando en ese pozo sin fondo que es la psique. No había límites ahí, ni siquiera en los anecdóticos lapsos, sean de lengua o pluma, de memoria o intenciones. La sutil cadena del inconsciente liga lo más inesperado. En la sala de espera de su consulta figura la reproducción de El pie varo, de José de Ribera, el retrato de un joven mendigo patizambo cuyo original se encuentra en el Louvre y al que Freud se refirió en Psicopatología de la vida cotidiana. También exponen un par de esbozos que Dalí hizo al creador del psicoanálisis en Londres. Dalí, según Freud, tenía unos "cándidos ojos fanáticos" y le quería considerar a todo trance "santo patrón" del surrealismo.

Inconsciente

Cada cual asocia a su gusto el rastreo por las joyas y curiosidades freudianas de su casa-museo. Desde la partida de bautismo de "Sigismund Freud el 6 de mayo de 1856" hasta la circuncisión de "Solomon Sigmund el 13 de mayo de 1856", anotada por su padre. Desde obvios diplomas hasta el microtome, una máquina inventada por él para estudiar cortes histológicos. Pistas para seguir el hilo de un hombre que fue clave para hacer entender mucho de lo que antes de él apenas se vislumbraba. Hablamos del inconsciente, de las neurosis, de la interpretación de los sueños, de la cura de fobias, obsesiones y delirios, del a veces criticado psicoanálisis.

Claro que el observador afecta a la realidad que observa, y que el cerebro no es un caldo de amebas que se puede analizar con toda seguridad. Pero como ya decía Anna Freud en 1979 a quienes pronosticaban la muerte de la disciplina, "el psicoanálisis, en muchos aspectos, está en lo mejor cuando se le ataca".

Luis Pancorbo (Burgos, 1946), periodista y antropólogo, dirige el programa de Televisión Española Otros pueblos.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir- Iberia (902 40 05 00; www.iberia.com) vuela directo a Viena. Ida y vuelta desde Madrid, a partir de 197 euros, tasas y gastos incluidos, y desde Barcelona, a partir de 133 euros.- Spanair (www.spanair.es; 902 13 14 15), ida y vuelta desde Madrid, 196 euros; desde Barcelona, desde 186.- Austrian Airlines (www.aua.com; 902 25 70 00) tiene ofertas de vuelos a Viena desde Barcelona, a partir de 97 euros, precio final. También vuela desde Madrid, por 273 euros.La visita- Casa-museo Sigmund Freud (00 43 13 19 15 96; www.freud-museum.at). Berggasse, 19. Viena. Horario: de 9.00 a 17.00. Entrada, siete euros. Hasta el 11 de noviembre se puede ver una exposición especial con piezas (manuscritos, objetos....) de la Fundación Freud que no se ven habitualmente en el museo.Información- Oficina de turismo de Viena (www.wien.info; 00 43 12 45 55).- La Vienna Card incluye, por 18,50 euros, transporte público (metro, tranvía, autobús) durante cuatro días y descuentos en 210 museos y lugares turísticos.- Turismo de Austria en España (902 99 94 32; www.austria.info).

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