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Crónica:Atletismo | La fuerza de voluntad de una leyenda
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gebrselassie domina por fin el maratón

Cinco años después de su primer intento, el etíope bate el récord mundial con una marca de 2h 4m 26s

Carlos Arribas

Los límites son de goma o no existen. Con tres semanas justas de diferencia, dos atletas han viajado hasta las fronteras del rendimiento humano batiendo los dos récords mundiales más significativos: el que designa al hombre más rápido del planeta, el de los 100 metros (Asafa Powell, 9,74s; Rieti, 9 de septiembre) y el que señala al más resistente a mayor velocidad, el del maratón (42,195 kilómetros) (Haile Gebrselassie, 2h 4m 26s; ayer en Berlín, en la misma puerta de Brandeburgo: el no va más, 2m 57s por kilómetro, más de 20 kilómetros por hora de velocidad media). Para Powell, jamaicano de 25 años, el récord llegó como una muestra de su talento puro, una etapa más en su evolución natural como atleta; para Gebrselassie, etíope de, oficialmente, 34 años, ha llegado, en cambio, por puro empecinamiento, puro producto de una fuerza de voluntad única.

A sus 34 años, recorrió los 42.195 metros a más de 20 kilómetros por hora de media

Hace cinco años, Gebrselassie, un prodigio de la carrera a pie, capaz de ganar títulos mundiales en todas las distancias, desde los 1.500 hasta los 10.000 metros, presintió que sus tiempos como el mejor en la pista -doble campeón olímpico, triple campeón mundial, plusmarquista mundial de los 5.000 y los 10.000 metros- llegaban a su fin. A su sombra, en su misma Etiopía, en su mismo territorio atlético, con la misma polivalencia y versatilidad, crecía a toda velocidad Kenenisa Bekele. Antes que enfrentarse, Gebre dio un paso adelante, abandonó la pista y salió a la carretera, donde, ningún fisiólogo lo dudaba, le esperaba con los brazos abiertos el récord del maratón, la promesa de convertirse en el heredero a pleno derecho de Abebe Bikila, el único mito del atletismo etíope.

El choque con la realidad fue brutal. En el maratón de su debut, en Londres en 2002, se batió el récord pero el autor de la hazaña no fue él, sino el marroquí Jalid Januchi (2h 5m 38s). A él también le ganó su gran rival en las pistas, el keniano Paul Tergat -el hombre que le hizo exigirse al máximo en las finales de los 10.000 de los Juegos de Atlanta 1996 y Sidney 2000-, quien parecía adaptarse mejor tanto a la distancia como a la superficie, al asfalto, a las zapatillas sin clavos. Y, pese a realizar un magnífico tiempo para un debutante (2h 6m 35s), deprimido y dolorido, machacado, Gebrselassie dejó las carreteras y regresó a las pistas, en las que Bekele, sin piedad, le fue despojando sistemáticamente de récords y títulos. Su momento más bajo llegó tras los Juegos de Atenas 2004 (quinto en los 10.000 metros), que corrió lesionado. Poco después se operó de su eternamente dolorido tendón de Aquiles. Parecía más próximo a la retirada que al resurgimiento y, sin embargo, como si simplemente hubiera retrocedido para tomar impulso, en enero de 2005 comenzó su segunda carrera, la que le llevó ayer al récord.

"Para mí, correr es como respirar; es mi vida", dijo entonces, cuando regresó, en la media maratón. Habló también de su deseo de convertirse en leyenda, como Zatopek, como Bikila, el etíope que ganó el maratón de los Juegos de Roma 1960 con los pies descalzos y que repitió en los de Tokio 1964; habló de su orgullo de ver cómo Bekele le sucedía inspirándose en él. Un año después, en Arizona, batió el récord de la media maratón (58m 55s). Dos años más tarde, hace apenas tres meses, en Ostrava, el récord de la hora (21,285 kilómetros). Y, entre medias, un asalto fallido al récord del maratón, hace un año justo, también en Berlín, el lugar en el que Tergat precisamente se había convertido en septiembre de 2003 en el primer atleta capaz de bajar de 2h 5m dejando la plusmarca en 2h 4m 55s.

El viento de cara en los últimos kilómetros y la falta de liebres acabaron con las esperanzas de Gebre en 2006. Ayer, sin embargo, las circunstancias fueron casi ideales en la capital alemana, que vivió su tercer récord (hace nueve años también lo batió allí el brasileño Ronaldo da Costa): 16 grados centígrados, nubes al principio, luego sol, un recorrido prácticamente plano (sólo 30 metros de desnivel total), 40.000 corredores más como telón de fondo, más de un millón de espectadores en las calles, incentivos económicos de primer orden (250.000 euros de fijo de salida, 50.000 más por ganar y otros 50.000 por batir el récord) y cinco liebres de gran calidad que tiraron del etíope hasta el kilómetro 30.

Antes, ya había cimentado el récord. Al paso por el kilómetro 10, ya mejoraba el tiempo de Tergat en 2003 en 32s. El resto de la carrera consistió en mantener la diferencia: en la medio maratón era exactamente la misma, 32s (62m 29s frente a 63m 1s). En la puerta de Brandeburgo, en la línea de meta, la distancia había bajado imperceptiblemente: 2h 4m 26s frente a las 2h 4m 55s de Tergat.

En la víspera Gebrselassie había escrito 2h 3m cuando su patrocinador le había pedido una cifra. "Hay que fijarse objetivos ambiciosos", dijo el etíope, que había preparado la cita durante 100 días de entrenamientos asfixiantes, los necesarios para someter al cuerpo a un ritmo inferior a los tres minutos por kilómetro. El detalle habla de la ambición de Gebrselassie, a quien sólo queda un sueño por cumplir: proclamarse en Pekín 2008 campeón olímpico de maratón. Después, quizás, o antes, en Dubai, en febrero, pueda seguir acercándose más aún a los límites del ser humano.

Haile Gebrselassie celebra su victoria y su récord en el maratón de Berlín.
Haile Gebrselassie celebra su victoria y su récord en el maratón de Berlín.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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