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Reportaje:

Nobleza obliga

Un funeral que concluyó con el 'Et maintenat' de Bécaud despidió a Vilallonga en Barcelona

"Et maintenant que vais-je faire / De tout ce temps que sera ma vie...". La célebre canción de Gilbert Bécaud, interpretada por su sobrino Alfonso con acompañamiento de un cuarteto de cuerda, sirvió ayer para despedir en la parroquia de Sant Antoni de Pàdua de Barcelona al escritor, periodista, aristócrata y actor José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca. Ésa fue la única alusión explícita a su agitada y glamourosa vida. De formación francesa e inglesa, exiliado de lujo en París en los años previos e inmediatamente posteriores a la muerte de Franco, Vilallonga fue amigo íntimo de Bécaud y esa canción figuraba en el primer lugar de sus preferencias, según reveló su sobrino Alfonso. Tal vez hubo en el acto otras alusiones a su poco convencional trayectoria de vividor, pero fueron menos explícitas: el machadiano Caminante no hay camino en el recordatorio y el andante de un divertimento de Mozart, interpretado por el mismo cuarteto de cuerda durante la comunión. El Réquiem sin duda hubiera parecido excesivo a quien pasó por esta vida fundamentalmente para pasárselo bien, ya fuera actuando a las órdenes de Fellini en Giuilietta degli spiriti, entrevistando a la reina Sikrit de Tailandia para Paris-Match o estrechando amistad con Audrey Hepburn, con quien coincidió en el rodaje de Desayuno con diamantes.

El cuerpo de Vilallonga, fallecido a los 87 años, fue incinerado en Marratxí (Mallorca) el pasado sábado y las cenizas fueron depositadas ayer en el panteón familiar del cementerio de Sant Feliu de Llobregat, de donde provenía la ilustre saga (Vilallonga escribió largo y tendido sobre el frío y decadente palacio Falguera, en el que pasó sus primeros años, y que finalmente ha pasado a ser propiedad del Ayuntamiento de la localidad).

El funeral de ayer estuvo presidido por su segunda ex esposa, Syliane Stella Morell, y el hijo de ésta, Fabrizio Pastor, al que Vilallonga reconoció como heredero. También asistió su hijo biológico John, fruto de su primera unión, con el que el escritor estuvo enfrentado durante décadas. Entre los presentes se hallaba el líder del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández Díaz.

Al modo de Curzio Malaparte, de quien fue profundo admirador, Vilallonga se inventó su propio personaje literario, que paseó con desparpajo y buena planta, creándose multitud de enemigos que no parecieron quitarle una hora de sueño. ¿Era verdad cuanto escribió en sus "memorias no autorizadas", en cuatro abultados volúmenes? Es legítimo ponerlo en duda, y a él mismo no parecía preocuparle demasiado que así se hiciera. A fin de cuentas, también el maldito toscano se inventaba buena parte de las historias del desembarco aliado en Italia que escribía. Y también, como Malaparte, Vilallonga cultivó la provocación como una forma de expresión artística. Según se atribuyó en su obra El Rey (1993), fue él quien acuñó el mote de Juan Carlos el breve para designar al monarca español. Lo cual no le impidió visitarle en los setenta para conocer sus intenciones, por encargo de Santiago Carrillo. "A ti te recibirá por obligación, porque eres un grande de España", cuenta Vilallonga que le dijo el secretario del todavía no legalizado Partido Comunista de España. Así fue y de ese encuentro surgió el mote del que años más tarde el escritor se arrepentiría.

¿Existió Madame Claude, regente del selecto prostíbulo parisino al que Vilallonga acudía a petición de la propia madame para probar a las chicas nuevas y juzgar si eran adecuadas para la clientela habitual? Quién sabe. Sí parece cierto, como ha escrito en sus memorias, que a los 16 años, durante la Guerra Civil, formó parte, por orden de su padre, de un pelotón de ejecución que ajusticiaba a rojos. Todo eso, y mucho más, lo pasó por el filtro de su acerado y comedido estilo. Poseía una rara cualidad: escribía exactamente como hablaba. Y eso proporcionaba a sus páginas una amenidad poco frecuente.

"Et puis un soir dans mon miroir / Je verrai bien la fin du chemin / Pas une fleur et pas de pleurs / Au moment de l'adieu", escribió Pierre Delanoë y cantó Gilbert Bécaud. Lo hubiera podido haber escrito José Luis de Vilallonga. Desde luego, lo cantó a menudo en vida.

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