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Uría, entre el Derecho y el Arte

Hoy siento el dolor de una ausencia que me sobrecoge: la de Rodrigo Uría Meruéndano. He perdido un gran amigo, un excelente abogado, un extraordinario organizador y una buena persona. Un gran amigo -o, mejor, casi un hermano menor- al que traté muy de cerca, desde su primera infancia, cuando su padre, el profesor Rodrigo Uría, me acogió como discípulo; un excelente abogado, de admirable rapidez en la gestación de ideas y de estrategias, infatigable negociador y hombre de consenso; un extraordinario organizador, con una capacidad fuera de lo común para formar equipos, para ilusionar en pos de una idea o de un proyecto, para anticipar el futuro con una clara visión del porvenir; y, sobre todo, una buena persona, tan inteligente como generosa, que siempre cultivó en grado sumo los valores de la amistad y la honestidad.

Rodrigo no era sólo un excelente abogado; ha sido, además, un irrepetible director de nuestra firma

El despacho Uría Menéndez no sería lo que es sin el impulso de quien ahora nos ha dejado. Aquel pequeño despacho universitario se ha convertido merced al esfuerzo de muchos y a la clarividencia y la perseverancia de Rodrigo, en una organización de centenares de personas extendida por Europa y por América, cuya actividad profesional goza de singular prestigio. Rodrigo, en efecto, no era sólo un excelente abogado; ha sido, además, un irrepetible director de nuestra Firma: cuando regresó de Norteamérica, tras la estancia en el bufete Curtis Mallet, en Nueva York, construyó el germen de una estructura e incorporó unas técnicas de trabajo que, con el paso del tiempo, habrían de evidenciarse singularmente acertadas, y ello sin dejar aquel perfil universitario que caracterizó desde los orígenes el despacho fundado por su padre y por mí. Nos deja Rodrigo muchos recuerdos, mucho afecto, mucha vida compartida: pero nos deja también esa impronta que supo dar al Despacho, en el que, con un sacrificio que muy pocos conocen, quedan jirones de su vida. En pie, sobre el dolor de su ausencia, permanecerá siempre su ejemplo y su amor por esta obra colectiva, en permanente renovación, cuya dirección supo traspasar, en momento oportuno, a otros miembros destacados que continuarán esa labor.

Pero la dimensión humana de Uría no se agota en el Derecho. Muchas facetas de la realidad han atraído esa fuerte personalidad de la que estaba dotado y, entre todas ellas, el arte. Sin duda alguna, la sensibilidad y la influencia de Blanca Meruéndano, su madre, explica la temprana atención del entonces joven Rodrigo por la pintura y, en particular, por la española contemporánea. La amistad de pintores de muy diferentes tendencias le permitía permanecer en contacto con las líneas de vanguardia. De ahí el especial protagonismo que asumió a mediados de los años ochenta en las negociaciones para la recuperación y compra de La Marquesa de Santa Cruz, de Goya; y, años después, en la negociación para la adquisición por el Estado de la colección de pintura Thyssen-Bornemisza y en las gestiones para la constitución de la Fundación y del museo del mismo nombre. Esta dimensión de su personalidad justifica su nombramiento como miembro del Patronato del Museo Español de Arte Contemporáneo y, después, del Patronato del Museo del Prado del que habría de ser nombrado presidente en el año 2004, y, entre las instituciones privadas, su nombramiento como miembro del Patronato de la Fundación Helga de Alvear.

Y, junto con esta faceta, la solidaridad como rasgo de su carácter. Una solidaridad que se manifestó, desde casi la adolescencia, en una permanente inquietud por hacer realidad el cambio social y político en pos de una sociedad más justa. Luchador por la democracia en sus años universitarios -influido por aquel ambiente político que se respiraba en el círculo de amigos de su padre, aglutinados en torno a Dionisio Ridruejo, cuyo nombre lleva su único hijo varón-, siempre conservó una mentalidad progresista y una fidelidad a aquellas ideas juveniles, sin aceptar cargo político alguno una vez instaurado el régimen democrático. Y una solidaridad que, ya en la madurez, se manifestaba en su activa participación en los Patronatos de la Fundación Acción contra el hambre, la Fundación antisida de España y de la Fundación Profesor Uría, que, perpetuando la memoria de aquel gran maestro del Derecho y de la vida que fue su padre, tal vez ha sido la última expresión del compromiso solidario de Rodrigo.

El tiempo, que todo lo cura, mitigará el dolor; pero el tiempo nunca nos quitará este vacío que su prematuro adiós nos deja a quienes le hemos conocido y querido.

Aurelio Menéndez es cofundador de Uría Menéndez Abogados.

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