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Reportaje:

'El diablo' se pasea por la calle Arenal

El teatro y la danza ocupan las calles, y centenares de personas participan en los espectáculos callejeros de los Veranos de la Villa

El diablo deambula por la calle Arenal sobre las diez de la noche. Lo rodea su séquito de adoradores negros con tambores. Poco antes la explanada del Reina Sofía se había transformado en una sala de baile al aire libre, donde medio centenar de madrileños ensayaban su dotes de bailarines de forma improvisada. Anoche las calles de Madrid fueron el escenario de la capital. Dos espectáculos organizados en el marco de los Veranos de la Villa 2007, sacaron la danza y los fuegos artificiales a la calle.

La característica principal de los actos: se desarrollaban al aire libre y eran gratuitos.

A las 20.00 en la plaza Sánchez Bustillo, que se abre frente a la entrada principal del museo Reina Sofia, transcurría una tarde como muchas. Turistas saliendo del centro de arte y tomando fotos de las esculturas, señoras tomando el fresco en los bancos, niños jugando y perros olfateando rincones.

"Una plaza con una nueva vida: llena de colores, de música y gente bailando"

Pero, en pocos minutos, la plaza se transformó en el escenario en el que actuaron cuatro compañías de danza contemporánea, cada una con su pieza. Era Danzacalle 2007, un programa que ha ocupado este espacio desde el miércoles 11 y se repite por última vez esta noche a las 8.15 horas, en el mismo sitio. Todos los presentes se aglutinaron en círculo, llenaron la escalinata que sube al museo o se sentaron en el suelo. Un público formado, sobre todo, por jóvenes de 20 ó 30 años, apasionados por este arte e intrigados por la novedad de la escenografía urbana. Estrenó el improvisado teatro la bailarina alemana Juschka Weigel de la compañía InThisSection. Una danza convulsionada y sacudida. "Como si hubiese puesto el dedo en la toma de la luz", exclamaba Julia Martínez, una mujer de melena blanca que se abanicaba con la postal verde-amarilla que publicitaba Danzacalle07. A sus 65 años miraba atónita el espasmódico baile de la bailarina que se mueve casi como por impulsos y empujones invisibles: "A mí me gusta la danza clásica, esta me parece más bien contorsionismo...", y buscaba la aprobación de su amiga, María Luisa Soto. Ella también "interesada por la cultura y por la nueva propuesta".

A su lado estaban sentadas dos chicas de 24 años, pelo largo y oscuro recogido en una coleta, i-pod colgando de los hombros, y un paquete de pipas en la mano. A ellas el experimento les parecía, en cambio, "muy interesante", y habían quedado desde hace días para la ocasión. "La danza contemporánea no siempre tiene lugares apropiados para su expresión, y en el teatro sale cara", criticaban las dos estudiantes de químicas.

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En el escenario-plaza iban turnándose los artistas: No pesa el corazón de los veloces, presentado por la compañía catalana Erre que erre; Por el camino verde, de Daniel Abreu que trabaja en Madrid, y al final, A primera vista de Carmen Wermer también adoptada para la capital. El último espectáculo terminó animando, o arrastrando a personas del público a formar parejas y a llenar la plaza con pasos de swing. Sonia, que vive en el barrio, había salido para ir a correr al Retiro. Al salir de casa se encontró con "una plaza que había cobrado nueva vida: llena de colores, de música y gente bailando. Estoy flipando, esto habría que hacerlo cada día", dice mientras no deja de mirar a derecha y a izquierda. Por supuesto, cambia sus planes, una llamada al móvil de un amigo para anular la cosa e invitarlo a bailar: "Es gratis y fresco, ¡es verano!".

Sobre las 22.00 las luces se apagaron en la pista de baile del Reina Sofia y se encendieron en la calle Arenal, a dos pasos del kilómetro cero, donde a esas alturas de la noche la gente está paseando con helados y charlando.

En el número 30 de la calle empezó "una marcha infernal": una máscara de papel con semblante de diablo seguida por seis hombres en traje negro con orejas de cerdo. Mientras el diablo escupía fuego por la boca, los otros tocaban los tambores. Era la compañía Deabru Beltzak, del País Vasco, que se hizo espacio en una calle repleta de personas que movían sus cuellos al mismo ritmo.

Imagen del espectáculo de danza que se representó ayer en la plaza del Museo Reina Sofía.
Imagen del espectáculo de danza que se representó ayer en la plaza del Museo Reina Sofía.
Un momento de la representación del espectáculo Por el camino verde.
Un momento de la representación del espectáculo Por el camino verde.RICARDO GUTIÉRREZ

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