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Reportaje:10º ANIVERSARIO

La maldición del Guggenheim

Su historia desvela el olvido de una serie de personajes que fueron los verdaderos artífices del proyecto

La celebración este año del décimo aniversario de la inauguración del Museo Guggenheim, en Bilbao, desvela el olvido por parte de la institución de una serie de personajes que fueron los verdaderos artífices del proyecto y que parecen estar sufriendo su maldición. Quien fuera Consejero de Cultura, Joseba Arregui, ha sido apartado de su partido; José Alberto Pradera, Diputado General de Vizcaya en la época, apenas cuenta políticamente; su Diputado de Hacienda, Juan Luis Laskurain, apartado en la dirección de la Cámara de Comercio de Bilbao, y Josu Ortuondo, que fuera alcalde de Bilbao, alejado en los fríos de Bruselas.

No deja de ser esta una más de las curiosidades que rodean a la génesis de este Museo, que se ha convertido en el banderín de enganche para la regeneración de Bilbao. Según Pedro Ruiz Aldasoro, otra de las personas que estuvo en las primeras negociaciones, "el Museo Guggenheim de Bilbao es la demostración de que tres cojos, juntos, pueden hacer una gran carrera" y explica la parábola diciendo que todo se debió a una triple conjunción: "El que el Guggenheim de Nueva York tuviera problemas financieros y necesitara dinero; el que Bilbao era una ciudad sin esperanza y precisara de algo que la reactivase, y el que Frank Gehry fuera un arquitecto sin obra admitida que se volcó en esta su tabla de salvación".

"A Thomas Krens lo llevamos directamente a Vitoria, en helicóptero, para que no viera Bilbao"

Pero si las curiosidades son muchas, no son menos las casualidades que propiciaron el que la Fundación Guggenheim recalase en Bilbao. Todo comenzó en una comida informal en la que, entre otros, estaba presente el socialista catalán Ernest Lluch, posteriormente asesinado por ETA. En la conversación de aquella comida surgió el que la Fundación neoyorquina había pretendido montar un museo en Madrid, de la mano del Banco Bilbao Vizcaya, pero que al morir su presidente Pedro de Toledo, el proyecto se había caído. De manera informal, se comentó la posibilidad de retomarlo, cambiando a Madrid por Bilbao.

Lo que en un principio era solamente un comentario de sobremesa comenzó a tomar cuerpo cuando uno de los comensales llevó la proposición al Diputado General de Vizcaya, José Alberto Pradera. Con criterio posibilista, Pradera delega en el diputado de Haciendo, Juan Luis Laskurain, entendiendo que eran más importantes los criterios económicos que los culturales. No obstante, como se precisa el concurso del Gobierno vasco, se cuenta con la Consejería de Cultura que dirige Joseba Arregui. Por parte del Ayuntamiento bilbaíno, serán el alcalde Josu Ortuondo y, sobre todo, el concejal Ibon Areso, los valedores del proyecto.

A finales del invierno de 1990 Laskurain remitió una carta a la Fundación Guggenheim informando del interés de Bilbao por dar establecimiento a un museo con esa firma. El 8 de abril de ese año, Thomas Krens se entrevistaba con el lehendakari José Antonio Ardanza y se llegaba a un acuerdo para estudiar la viabilidad del proyecto, que posteriormente se firmó en el hotel Lopez de Haro. "A Thomas Krens lo llevamos directamente a Vitoria, en helicóptero, para que no viera Bilbao previamente y no se hiciera una idea negativa de la ciudad antes de firmar el acuerdo. No podemos olvidar lo que ocurría entonces, con industrias desmanteladas en todo el entorno y continuos conflictos y manifestaciones en las calles", recuerda Ruiz Aldasoro.

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La firma del compromiso último entre la Fundación Guggenheim y las instituciones vascas tuvo lugar en la Bodega Campillo, de Laguardia, muy cerca de donde, años más tarde, el propio Frank Ghery realizaría otra de sus obras más celebradas: la Bodega de Marqués de Riscal.

Surge aquí otra de las curiosidades que adornan el nacimiento del museo bilbaíno, porque el proyecto de Gehry fue, inicialmente, el patito feo que no contaba con el apoyo de las fuerzas más influyentes del proyecto. Las tensiones estaban entre el diseño del japonés Isozaki y el realizado por el grupo de arquitectos vieneses agrupados bajo el nombre Cop. Himmelblau. Este último parecía ser del agrado de Thomas Krens, quien criticaba a Gehry por no haber hecho un proyecto con los requisitos precisos y haberse limitado a enviar una maqueta.

El empate entre el nipón y los austriacos lo dirimió Laskurain a favor del tercero en discordia. Al diputado de Hacienda le gusto la idea de Gehry y así lo hizo saber en el transcurso de una cena que la delegación vasca tuvo en Frankfurt. Para sorpresa de muchos, Thomas Krens no opuso objeciones a pesar de haber sido el mayor crítico del arquitecto californiano.

Así surgió el nuevo Museo Guggenheim, instalado sobre el solar que ocupaba el cementerio británico en los albores del siglo XX, con no pocas críticas e incomprensiones. La corriente antiamericanista se dejó sentir y hubo llamamientos a luchar contra un pretendido colonialismo yanki y, por supuesto, hubo quien tacho al proyecto de antivasco, como el dirigente de la entonce Herri Batasuna, Floren Aoiz, que remitió una vehemente misiva instando a paralizar el proyecto.

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