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Reportaje:

Una cumbre contra la guerra

Representantes de EE UU, Irán y Siria se reúnen hoy en la capital iraquí

Ángeles Espinosa

¿Ejercicio de relaciones públicas o primer paso para cooperar en Irak? Nadie se atreve a apostar qué saldrá de la conferencia sobre Irak que hoy va a reunir en Bagdad a EE UU, Irán y Siria, entre otros países. Pero los recelos mutuos hacen que todos los observadores se muestren precavidos. Sin duda, la disposición de Washington a sentarse con su archienemigo iraní merece al menos el beneficio de la duda. "No habrá un consenso inmediato sobre lo que se necesita para hacer en Irak, pero sí al menos se dialoga sobre las reglas del juego para evitar que el conflicto se extienda por toda la región, será un paso muy positivo", declaró Peter Harling, del International Crisis Group, a la agencia Reuters.

El peligro de extensión de la crisis iraquí es el único punto de consenso entre los vecinos de Irak
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Precisamente ese peligro de desbordamiento de la crisis iraquí es casi el único punto de consenso entre todos los vecinos de Irak, sean los aliados de EE UU como Arabia Saudí, Jordania o Egipto, o sus enemigos acérrimos Irán y Siria. La Conferencia de Bagdad supone la apuesta más ambiciosa realizada hasta ahora para evitar una guerra civil abierta que tendría graves repercusiones tanto en la región del Golfo Pérsico como en todo Oriente Próximo.

Sin embargo, los recelos mutuos dificultan que se rompa el hielo. Por un lado, los iraníes temen que EE UU sólo haya aceptado sentarse a la mesa con ellos y Siria como un ejercicio de relaciones públicas en el que les pidan ayuda para asegurar sus respectivas fronteras y que dejen de interferir en Irak, sin ofrecer ningún incentivo ni beneficio. En ese caso, podría responsabilizarles del fracaso de las conversaciones y recabar apoyo para una intervención militar.

Los norteamericanos, por su parte, recelan de la sinceridad de Irán, cuyos recientes esfuerzos diplomáticos, sospechan, sólo pretenden distraer la atención de su programa nuclear. De ahí que muchos analistas estimen que no es posible aislar la cuestión de Irak del resto de los problemas regionales, a falta de lo cual no esperan avances. De hecho, Washington ha reiterado estos días que no abrirá contactos bilaterales con Teherán y Damasco, a menos que ambos cambien radicalmente sus políticas, algo poco previsible en lo inmediato.

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"Si en torno a un zumo de naranja los sirios o los iraníes se acercan para discutir un asunto vinculado a la consecución de un Irak estable, seguro, pacífico y democrático, no vamos a darles la espalda y largarnos", declaró no obstante ayer David Satterfield, el coordinador para Irak del Departamento de Estado que asistirá a la reunión junto al embajador norteamericano saliente, Zalmay Khalilzad.

También hay otra importante fractura. Los líderes chiíes de Irak se han sentido muy ofendidos por unas recientes declaraciones del secretario general de la Liga Árabe, Amer Musa, responsabilizándoles de la violencia y pidiéndoles que corrijan la Constitución y eliminen las leyes que favorecen a chiíes y kurdos frente a la minoría suní. Los chiíes, que forman la mayoría de la población y tienen el mayor grupo parlamentario, temen que sus vecinos suníes (y la mayoría de los países árabes y/o islámicos lo son) utilicen la cumbre para extraerles concesiones hacia la minoría suní de Irak, a la que se asocia con el régimen de Sadam y que por ello ha salido peor parada del nuevo arreglo político.

Una mujer besa la cabeza del primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en Bagdad.
Una mujer besa la cabeza del primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en Bagdad.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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