La prisa y la chispa
Las filas de cabezas blancas que confluyen desde diversos puntos de la ciudad en el Palacio de la Ópera coruñés las tardes de abono parecían andar más rápido que de costumbre. Sólo se tocaba una obra y el que no llegara a tiempo se perdía todo el concierto ¿Era prisa por llegar? El concierto prometía: Bruckner dirigido por Eliahu Inbal es un regalo que ningún buen aficionado debe despreciar.
Desde los pizzicatos de la cuerda baja y las breves intervenciones sucesivas de violas, violines segundos y primeros con que empieza la introducción de la Sinfonía nº 5 de Bruckner, se vio que la Sinfónica iba a tener uno de sus días grandes.
Bruckner es compositor de largo aliento. Muchas veces se ha dicho que esta Quinta es una obra "catedralicia". Hay entonces que ir más allá del mero montaje de sus secciones para poderla apreciar en toda su grandeza. Y, desde que nos falta Celibidache, pocos directores pueden dictar una lección magistral sobre Bruckner como Eliahu Inbal. El jueves 8, la emoción sobrevoló la sucesión de celdas en que el viejo maestro de Linz expone y desarrolla el material temático. Inbal le dio una expresión llena de la mejor musicalidad. Desde un gesto sencillo, elocuente y eficaz, fue desgranando un rosario de hondura y firmeza.
