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Reportaje:

El antídoto contra Magic

Dennis Johnson, el base de los grandes Celtics de los ochenta, muere de infarto a los 52 años

Santiago Segurola

Las malas noticias se suceden en los Celtics de Boston desde hace demasiado tiempo. Murió el prometedor Len Bias un día después de su elección en el draft de 1986 y cuando estaba destinado a sostener la supremacía del equipo en la NBA durante los siguientes diez años. Murió Reggie Lewis, el elegante anotador que soportó estoicamente la dura transición hacia la nada. La maltrecha espalda de Larry Bird, los gastados tobillos de Kevin McHale, el declive de Robert Parish: el equipo se hundió entre retiradas y muertes. Las desgracias no se detienen. En 2006 falleció Red Auerbach, arquitecto de los legendarios Celtics de Bill Russell y John Havlicek en los 60, de Dave Cowens y Jo Jo White en los 70, de Bird y McHale en los 80... Primero como entrenador y luego como mánager, Auerbach demostró un finísimo olfato para detectar a los jugadores de carácter ganador. Murió el viejo Auerbach y ahora desaparece Dennis Johnson, uno de sus predilectos. Los Celtics, que acaban de atravesar una racha de 18 derrotas consecutivas, van de tragedia en tragedia como si les persiguiera una maldición.

Un ataque cardiaco sorprendió a Johnson cuando entrenaba a un equipo de promesas en Austin (Texas). Tenía 52 años y para los hinchas de los Celtics representaba los gloriosos 80, cuando el baloncesto dividía su entusiasmo entre Los Ángeles y Boston. Pocas veces la rivalidad ha estado mejor representada. Los Lakers eran espectáculo, Hollywood, glamour, estrellas de cine en las gradas, contragolpes fulgurantes, los pases de Magic Johnson, los ganchos de Abdul Jabbar, el eléctrico juego de pies de James Worthy... Los Celtics eran duros, tenaces, inteligentes, orgullosos, temibles en el juego de media cancha, donde Bird dictaba lecciones de pase, tiro y rebote; donde McHale desmentía su aspecto de armario con un primoroso arsenal de fintas; donde Parish completaba en silencio el trabajo de los dos astros; donde un base alto, corpulento y extremadamente competitivo marcaba diferencias en el apartado defensivo. Ese jugador era Dennis Johnson, el toque final que configuró a aquellos inolvidables Celtics.

Dennis llegó a Boston con un brillante palmarés, pero se podía pensar que había dejado atrás sus mejores años. Fue decisivo en el título de los Sonics de Seattle en 1979 y mantuvo su prestigio en los Suns de Phoenix. Nacido en Compton, uno de los barrios más conflictivos de Los Ángeles, y en una familia extremadamente pobre, uno entre 16 hermanos, jugó en la californiana universidad de Pepperdine. Llegó a la NBA en 1976, se estableció durante ocho años como un base de enorme garantía y terminó en Boston. A Auerbach le pareció el antídoto para detener a Andrew Toney, el tremendo anotador de los Sixers de Filadelfia, y a Magic, emperador de los Lakers. Con casi 1,95 metros y un corpachón que siempre utilizó con sabiduría para sacar ventaja frente a los bases pequeños y medirse con los más altos -Magic, por ejemplo-, funcionó como un reloj. Era el perfecto jugador para unos Celtics casi imbatibles cerca de los aros, pero vulnerables ante la rapidez de los Lakers.

La contribución de Dennis a aquel equipo maravilloso fue apreciada por sus compañeros y los aficionados. Aunque fichó ya con 29 años, su figura está asociada a un quinteto de época: él, Danny Ainge, Bird, McHale y Paris. Nombres gloriosos por convertir a la NBA en el deporte global que es hoy en día. Entre todos, Dennis fue el profesional por excelencia, un estudioso del trabajo defensivo que se las arregló para controlar a Magic en duelos memorables. Y con una característica añadida: era un jugador para las grandes ocasiones, uno de los que mejoraban cuanto más duro era el desafío. Lo mismo que Worthy en los Lakers, guardaba sus mejores momentos para las eliminatorias finales. No sólo en su especialidad, la defensa, sino también en el ataque, en el que aprovechaba su poderoso físico para anotar entre los gigantes, sobre los bases livianos que no podían detenerle cuando jugaba de espaldas a la canasta o con su probada eficacia en los tiros desde cuatro y cinco metros. No era un tirador puro, pero muchas veces decidió la victoria de los Celtics con sus suspensiones de última hora.

Con tres títulos -uno en Seattle (1979), dos en Boston (1984 y 1986)-, seis designaciones para el mejor quinteto defensivo de la NBA, cinco veces all star, más de 14 puntos de media y un acreditado historial frente a Magic, el mejor base de siempre, fue el típico jugador especialmente valorado por sus compañeros y los entrenadores, sin fisuras, de una pieza.

De alguna manera, su retirada, en 1990, manifestó la definitiva decadencia de los Celtics. Fue el primero de los grandes astros que abandonó el equipo, que ya venía marcado por la tragedia. La muerte por sobredosis de crack de Bias, en junio de 1986, anunciaba una cadena de desgracias que parece una maldición.

Todo son malas noticias en los Celtics. La última se conoció ayer. Un infarto había fulminado a Dennis, uno de los integrantes de la gran máquina verde de Boston.

Dennis Johnson, en 2003.
Dennis Johnson, en 2003.REUTERS

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